Hubo expectación por el encierro de Miura y la plaza se llenó en su totalidad. Tras la muerte del tercero, la reseña y la idea de crónica viajaba inevitablemente hacia lo cárdeno, ya oscuro, de la mítica vacada sevillana en cuanto a su falta de casta y transmisión desde hace ya tres o cuatro décadas. Mas, hete ahí, que el toril escupió en último lugar un eral mejor hecho, con estampa miureña, pero más bajo, de remos menos finos y unas manos cortas. Y se puso a embestir a los engaños con buena movilidad, humillando y con los trancos necesarios para manufacturar una faena de cierta calado artístico. Miguel Serrano asentó las zapatillas para saludar al animal con bragueta firma y un ramillete de verónicas. Pareando en el segundo tercio estuvo más voluntarioso que preciso. Lo mejor de la función, y quizá también de todo lo que llevamos de feria estaba reservado para los diez últimos minutos. Faena con altibajos, algunos enganchones, pero siempre con la transmisión de un chaval muy entregado, vaciándose físicamente, y un novillo pronto y con una, para entonces, buena casta y enclasado recorrido. Pareció como que don Eduardo, que en paz descanse, mandaba un aviso para la historia, recordando que en Zahariche aún quedan reservas de buena casta y emoción.

La faena de Serrano sobresalió con el enmarque de inicio y epílogo. Los doblones iniciales, además de largos, estéticos y templados, fueron fundamentales para enseñar el camino al miura. Y las manoletinas de cierre tuvieron, además de sentido, limpieza ante un animal aún entregándose con clase. La espada, tras un pinchazo previo, viajó atravesada, pero valió para que el buen Lumanco doblara y el personal pidiera con fuerza las dos orejas, y que el presidente concedió. Un triunfo importante y no injusto, pero que hubiera sido más redondo si Serrano acaba la emocionante pelea con un espadazo en toda regla.

Ante el segundo de la tarde, el manchego intentó agradar en los tres tercios, pero solo lo logró de forma escasa e intermitente en los primeros. En la muleta no pudo acoplarse. Dio la sensación que el miura tenía algo más para robarle. Mató mal y fue silenciado.

Sin duda, este chaval, natural de la localidad toledana de Chozas de Canales (de donde había llegado un autobús de familiares e incondicionales), será uno de los candidatos para alzarse con el trofeo al triunfador el XXX Espárrago de Oro. Aunque habrá que ver el resultado de la última novillada del serial que se celebrará esta tarde con erales de Prieto de la Cal y la participación de los novilleros Fuentes Bocanegra y Por su parte, el sevillano que abría cartel, Manuel Casado, anduvo ante sus dos complicados erales muy perdido, en ocasiones mal asistido por su peonaje y perseguido. Tuvo la suerte de que a sus oponentes los cazó de sendos sablazos desprendidos, el primero trasero y el otro en plan golletazo; y solo escuchó un aviso, cuando se auguraban bastantes más. El chaval lo intentó: quiso, pero no pudo. Sin mirarse soportó un punzado en el tobillo derecho que, acabada la miurada, necesitó atención y unos puntos de sutura.

Un mal festejo en tres cuartas partes, pero que acabó brillante.

LOS NOVILLOS

Ganadería. Cuatro novillos erales de Miura. Muy zancudos, muy largos de cuellos los dos primeros y descastados los tres primeros El cuarto, mejor hecho, bajo y reunido, noble y manejable.

LOS NOVILLEROS

Manuel Casado. (Grana y oro). En el primero, silencio; y en el tercero, silencio tras aviso. Al finalizar el festejo fue atendido y suturado su tobillo derecho. Sufrió una leve cornada del tercer novillo.

Miguel Serrano. (Verde claro y oro). En el segundo, silencio; y en el cuarto, dos orejas.

LAS GRADAS

Presidencia. Bien a cargo de Álvaro Guzmán, asesorado por David Hernández y Adrián Martín.

Incidencias. Lleno total. Tarde agradable con algo de viento. Gran ambiente festivo y musical.