Javier Sota, vecino de Tafalla y pastor en el encierro, ha evitado este martes que Juan Carlos Díaz fuera corneado de mayor gravedad en la pierna y el hombro y ha estado a punto de ser embestido por Muletero, un morlaco castaño. “Cuando he visto que el toro se ha tirado hacia mí, se me han venido mis dos hijos a la cabeza”, relata Javier.

Javier ha esperado a la manada en el último puesto de los pastores, situado justo antes de la curva de la Estación. “Los toros venían separados, tiraban derrotes y se cruzaban de lado a lado. La situación era muy peligrosa”, relata Javier.

Además, se ha percatado de que Muletero iba a tomar la curva por la izquierda, cuando lo suelen hacer por la derecha. “Nuestra función es esperar al último cabestro. He visto que mis compañeros, unos atletas, aguantaban con ellos y he seguido al toro por detrás porque podía causar peligro”, recordó. 

Así ha sido, Muletero ha corneado a Juan Carlos Díaz en el hombro y la pierna. “Se ha tropezado, el toro le ha alcanzado y le ha dado un volteretón. Juan Carlos ha rodado sobre sí mismo con tal mala suerte de que el morlaco ha bajado la cabeza, le ha corneado con el pitón y le ha arrastrado hasta la valla”, describió. 

En ese momento, Javier estaba “a unos escasos tres metros”, citó al toro y fue a recortar a Muletero para que dejara de cornear a Juan Carlos.

El morlaco se dio la vuelta y cuando Javier le iba a llevar a la plaza con su vara, un mozo, que estaba subido al vallado, “se ha asustado, se ha cruzado delante mía y me ha dejado vendido delante del toro. Cuando he querido rectificar, me he topado con el bordillo, he ido al suelo y Muletero se ha fijado en mí”, describió al detalle. 

El morlaco fue a embestir a Javier, que se libró de las astas al apartarse hacia la izquierda. “Cuando he visto que el toro se ha tirado hacia mí, se me han venido mis dos hijos a la cabeza. He pensado, ‘caguen diez, que hago yo aquí’. Por suerte, me he librado”, confesó Javier. 

A pesar del susto, el pastor seguirá participando en los encierros de Tafalla. “De niño nunca jugué al fútbol. Mi infancia fueron los toros. Mi vida siempre ha estado ligada al mundo del toro y no va a cambiar. Seguiremos dando guerra”, avisó. 

Javier debutó como pastor a los 18 años y ejerció hasta los 32, cuando se jubiló una década para criar a sus dos hijos. Este martes ha vuelto al trabajo en un trepidante encierro.