En las fiestas de Tafalla, los Gigantes se llevan todas las miradas. El Rey, la Reina, el Chino, la China, el Negro y la Negra son figuras emblemáticas, reconocidas por grandes y pequeños, y protagonistas indiscutibles de la comparsa. Pero antes de que ellos aparezcan, hay otros personajes que ya han comenzado a animar las calles. Son los kilikis, figuras más pequeñas, menos solemnes, pero igual de esenciales. Con sus varas de espuma, sus carreras improvisadas y su cercanía con los más pequeños, los kilikis no solo abren paso a los gigantes: marcan el ritmo de la kalejira, despiertan las risas y el nervio de los niños, y convierten cada salida en una fiesta viva y cercana.
Y aunque no tienen la misma fama ni el mismo nombre propio que los Gigantes, los kilikis de Tafalla forman parte esencial del patrimonio festivo. Se les conoce por sus apodos populares de toda la vida: el Negrito, la Negrita, el Abuelo, el Ojazos, los Zaldikos y el Mejanero. Este último, también llamado Navarrico, Tudelano o Pamplonica, llegó más tarde. Fue un regalo de la Orden del Volatín tras la primera visita de la comparsa a Tudela, de la cual se cumplen este año 50 años. El resto de figuras tiene ya 106 años de historia. Aunque las actuales no son las originales —fueron replicadas en 1981—, conservan la esencia de aquel primer grupo.
Están hechas de cartón-piedra pintado, y su peso varía: los zaldikos pueden alcanzar los 15 kilos; los kilikis grandes, unos 12; el Mejanero ronda los 10 y los pequeños pesan entre 5 y 6 kilos. No son livianos, pero sí manejables, especialmente para un grupo de jóvenes que pone cuerpo y alma en llevarlos por las calles. Porque si hay algo que mantiene vivos a los kilikis es precisamente eso: la juventud que se implica, que madruga, que corre, que anima y que hace que esta tradición no se pierda.
Puertas abiertas
Hoy en día, la cuadrilla que da vida a los kilikis está compuesta por jóvenes de entre 10 y 19 años: Lucía Ongay (10 años), Aitor Herrero (17), Diego Llorente (16), Héctor Vázquez (16), Carlos Ibañez (18), Izan Muñoz (18), Jhoel Ortiz (19) y Hodei Ozcáriz (13). La mayoría vienen de Tafalla, alguno otro de pueblos cercanos. Todos comparten un entusiasmo claro por formar parte de esta tradición. “Yo solía venir a Tafalla a fiestas, me gustaban mucho los gigantes y acabé entrando en ferias de 2021”, cuenta Aitor, natural de Falces y residente en Iruña. “Mi padre conocía a gente dentro y así fue como entré”. Lo mismo podría decirse de varios más, aunque el acceso es más sencillo de lo que parece. Y es que, si algo quieren dejar claro desde dentro de la comparsa, es que no hace falta tener enchufe ni conocer a nadie para entrar. “La gente se piensa que es difícil, que tienes que tener un contacto dentro. Pero es todo lo contrario. La comparsa está abierta a todo el mundo”, explican. “Solo hay que tener interés”. A partir de los 9 o 10 años ya se puede comenzar llevando los kilikis pequeños. Es una forma estupenda de empezar a formar parte de la comparsa, de conocer el ambiente, de aprender cómo funciona una salida. “Es como el nivel cero”, bromean. “Primero empiezas con kilikis pequeños, luego con los grandes, y si te gusta, puedes acabar llevando un gigante”.
Las nuevas botanas
Uno de los elementos más característicos de los kilikis es precisamente su botana. Tradicionalmente, esta se elaboraba con una vejiga de cerdo inflada y atada a un palo. Esa práctica se ha mantenido hasta hace poco, por fidelidad a la tradición. Pero este año, por primera vez, se ha decidido cambiar de sistema. Los motivos son diversos: cuestiones sanitarias, éticas y prácticas. “Nos gustaba mantener la tradición, pero ya no tiene sentido. Además, tampoco tenemos un contacto de confianza para conseguir las vejigas”, explican. La solución ha sido improvisada, aunque no del todo satisfactoria.
Las nuevas botanas están hechas de goma-espuma, con varias capas de tela, cuerda y celo. “Este año hemos tirado con lo que teníamos. No es lo ideal, pero es lo que hay”, dicen. Reconocen que estas nuevas botanas son más seguras en apariencia, pero tienen sus riesgos: al ser más pesadas, y si se golpea mal, pueden hacer más daño. “Hay muchos padres que se nos han quejado porque el crío ha venido con un moratón…”. Por eso, hacen un llamamiento al Ayuntamiento: “Es el Ayuntamiento el que tiene que apostar por mejorar el material. Nosotros trasladamos nuestras necesidades, pero la decisión es suya”. A pesar de todo, la actitud del grupo es siempre respetuosa. “Cuando un crío llora, paras. Te quitas la botana, le saludas, le haces un gesto. Y si el padre te dice que todo bien, sigues”. Aquí entra en juego también el teatro, la intuición y el saber estar. No se trata de asustar, sino de jugar. “Hay que medir mucho. Si el niño es pequeño, te agachas, le das la mano, le chocas los cinco. Si es más mayor, corres un poco más”.
La nueva cantera
Una de las preocupaciones que más se repiten entre los portadores es la falta de niños corriendo delante. “Antes era una locura. La gente se mataba por correr delante de los kilikis”, recuerdan. “Ahora, muchas veces salimos y no hay nadie”. Por eso quieren hacer un llamamiento a la chavalería tafallesa: que no tengan miedo, que corran, que se animen. “No pasa nada por hacer cuatro carreras y sentarte. Esto es parte de la fiesta. Y si no hay niños, llegará un día en que los kilikis no salgan”. En efecto, la tradición necesita de ambas partes: quien lleva el kiliki y quien corre delante. Es un tú a tú que solo funciona si hay alguien al otro lado. “Hay días que sales a las once de la mañana y no hay ni un crío. Antes, a esa hora, no cabía nadie en la calle. Ahora no hay apenas movimiento hasta el mediodía”.
Más allá de las carreras y las botanas, lo que se respira dentro del grupo es un fuerte sentido de comunidad y pertenencia. “Aquí vienes a hacer amigos. Todos somos amigos”, dicen. Algunos, como Aitor, vinieron desde fuera —en su caso, de Falces— sin conocer a nadie. Hoy forma parte del grupo con total naturalidad. La comparsa es un lugar de acogida, de aprendizaje y también de identidad. Por eso insisten tanto en invitar a nuevos miembros. “Estamos encantados de que entre gente nueva. Hay veces que no estamos los suficientes para poder salir todos. Siempre hay sitio”.
Durante el verano suelen hacer algunos ensayos, sobre todo para preparar salidas especiales. A menudo invitan a los kilikis a asistir a los ensayos de gigantes, porque consideran que el proyecto de comparsa es común y de futuro. Allí aprenden coreografías, dinámicas de grupo y la manera de moverse con una figura. “También es una manera de ofrecer un plan alternativo en verano. Si estás aburrido, te vienes aquí y haces algo diferente. Y de paso estás apoyando el folclore local, que también es importante”.
Porque mientras haya alguien corriendo delante, habrá siempre alguien dispuesto a perseguirlo.