pamplona - Pello Iraizoz pone el alma en sus grandes manos mientras talla la piedra, y pasión y aliento a golpe de cincel cuando relata las tradiciones y costumbres que esconde cada ancestral símbolo. “¿Ves esta figura radial? Es un eguzkilore, con forma de flor protectora, se colocaba en la puerta de las casas para ahuyentar truenos y malos espíritus o brujería”, destaca mientras muestra su última estela. Discípulo de Barandiaran, a quién debemos “haber conservado buena parte de nuestra tradición y patrimonio”, es autor de diferentes publicaciones y cuadernos de etnografía. Artista, cantero y hombre conectado a la cultura, y a la madre naturaleza.

Una gran estela de piedra preside la entrada al jardín de su casa en el barrio de la Magdalena. En este pedrusco de más de dos toneladas no descansa un mito sino uno de sus “héroes en la historia del reino, Pedro I”. Colectivos populares de toda Navarra, con base en Estella, impulsaron la talla de una pieza conmemorativa del aniversario de 1512. “La idea era colocar el monolito frente al Palacio de los Reyes de Navarra pero la indefinición de la entonces alcaldesa de Estella y la oposición de Príncipe de Viana al emplazamiento en el Casco Viejo”, imposibilitaron que la obra en recuerdo a la historia viera la luz. El escudo de armas del Mariscal Pedro de Navarra, “clave” en la conquista del Reino de Navarra, y la figura del caballero medieval, son dos elementos distintivos de su obra que “está claro que no gustó por razones históricas, y que confiamos que ahora tenga otro futuro”. Curiosamente la otra mitad de este gran bloque de piedra descansa en el lugar donde se alzaba el castillo de Amaiur. El Monumento al Resistente Desconocido, obra de Iraizoz, está tallado en piedra rojiza del Baztan y en ella está inscrito el lema Pro libertate patriae, gens libera state (De pie la gente libre a favor de la libertad de la patria), de los Infanzones navarros, también en euskera. La creación fue promovida por el historiador Pedro Etxarte.

Desde pequeño le viene a Pello la afición por las piedras. Catalogaba estelas antiguas en los cementerios de Esteribar. Después conoció la obra de José Rota en Garralda, y esa historia más oscura de la época franquista que hizo desaparecer estelas con escritura en euskera...

La mayor parte de estas estelas, muchas milenarias y adaptadas después al cristianismo, son discoidales y tienen una simbología astral que Pello ha retomado en muchas de sus nuevas creaciones. “No todas las estelas son mortuorias pero sí la mayoría. La más antigua datada en Euskal Herria es de la Edad del Hierro, un castro en Berreaga, Bizkaia”, explica. “Buena parte de las estelas paganas asumieron la cruz en su interior” aunque en los últimos años se han recuperado las figuras astrales y otros motivos, o “a veces, formando una cruz en forma de árbol, mezcla de símbolo pagano y religioso”: “El árbol tenía una simbología muy fuerte, sagrada, pero en el cristianismo se impuso la forma de cruz; yo lo que he hecho es arborizar la cruz”.

Algunos de estas estelas, que esculpe por encargo, están inspiradas en los nuevos cementerios de Iparralde donde han conseguido preservar vía normativa (es el caso de Mauleón) estos hitos como un símbolo de la cultura vasca y, a su vez, una “forma de democratizar la muerte porque nadie destaca, todos son iguales”. En cementerios-jardín las estelas “son mucho más alegres que las lápidas, por no hablar que la piedra es un materia mucho más fuerte”. Permite “personalizar” un relato de vida mediante símbolos y “diferenciarnos gracias a nuestra riqueza cultural”, asevera.

En camposantos como los de Orbaizeta, Mezkiritz o Burguete, entre otros, se pueden encontrar algunas de sus obras. Pelotas grabadas sobre una pala, unas layas, la paleta de un albañil, el pan de un panadero o una pluma con todo lujo de detalles, son dibujos de oficios que tienen milagrosamente cabida en los cuatro cabezales de sus estelas. Monumentos que, tiempo atrás, en los pueblos de la Baja Navarra, daban fe del peso cultural del matriarcado vasco. Así, algunas de ellas tenían talladas un llavero con llaves en recuerdo de la etxekoandre que murió, la que administraba la casa, “la que realmente tenía el poder”. “En el resto de estelas de Euskal Herria las mujeres se representan con trastos de hilar, ruecas y husos. También la luna es un símbolo de la mitología vasca muy femenino, el ciclo lunar es como el de la mujer. En una casa de agricultores había, por ejemplo, un arado en la estela. Es curioso cómo aquellos canteros que posiblemente fueran analfabetos tenían un sentido de la estética impresionante... y no hay dos lápidas iguales”.

Pello talla cabezales y otros elementos decorativos. En su vivienda de la Magdalena de Pamplona aparecen dibujados unos gallicos inspirados en tallas de arcones de madera. “Barandiaran decía que era un motivo solar porque el gallo es el primer animal que anuncia la llegada del día. También el lauburu, la cruz de brazos curvilíneos, tiene un origen astral, representa el movimiento radial del astro sol”, relata.