pabellones para idiotas e imbéciles. Patios de furiosos, gritadores, tranquilos o suicidas. Loco, orate o alienado como terminología clínica habitual. Retroceder más de 100 años en el tiempo con los sentidos anclados en 2018 provoca susto y seguramente sea un ejercicio injusto, ahora que la batalla pasa por borrar del mapa los estigmas asociados a la enfermedad mental. Pero también permite conocer la evolución de esta realidad en la Comunidad Foral.

La modificación del plan de reforma del centro, aprobada inicialmente por el Ayuntamiento, invita a acercarse a lo que fue el Manicomio Vasco-Navarro, actual San Francisco Javier, y lo que aspira a ser un lugar que ha ido cambiando y adaptando su misión paralelamente a la transformación que ha sufrido la asistencia sanitaria en Salud Mental. Denominación incluida.

el origen

“Magnífico y hermoso Manicomio”

Diciembre de 1904

“Este magnífico y hermoso Manicomio está emplazado en una dilatada llanura, a dos kilómetros de Pamplona, con facilidad de comunicaciones y un conjunto de condiciones higiénicas insuperable”, detalla un extracto del reglamento orgánico del centro de 1905. Las instalaciones se desparramaban en un extenso recinto amurallado de 218.677 m2, 60.056 ocupados por los edificios y 158.621 destinados a explotación agrícola, con una granja modelo. En total, 25 pabellones aislados aunque conectados por enormes galerías, algunas de casi 300 metros de longitud.

Conocida como la casa del tejado colorado por las vistas que ofrecía desde el vecino Ezkaba, recibió a sus primeros inquilinos en diciembre de 1904. “¿Epiléptico?”, preguntó el director Manuel Gurría a un recién llegado. “No señor, de Cascante”, cuentan las crónicas que respondió éste. Gurría valoraba el aislamiento como “principal agente de curación de la locura y base indispensable de la dieta moral”, ya que establecía una “separación completa entre el enfermo y los medios sociales que pueden haber fomentado el mal, o cuando menos haberlo entretenido”.

Las instalaciones, simétricas, segregaban por sexos a izquierda y derecha con un muro de cuatro metros de altura. Incluso la iglesia se partía en dos. A su vez, las personas ingresadas se dividían en “enfermos tranquilos y dedicados a vida de rustificación; y enfermos agitados sometidos a plan curativo”. Los primeros constituían la colonia agrícola; los segundos el asilo-hospital.

Aquí también había clases. “En este nosocomio existen excelentes locales para enfermos pensionistas, que disfrutarán de mayor suma de cuidados, confort en los dormitorios y habitaciones de día, mejor alimentación y otras comodidades, todo en proporción a la pensión que paguen”, recoge el reglamento. Y añade: “Como en los más renombrados manicomios, existen elegantes hotelitos, separados de la masa general de los edificios y destinados a orates cuyas familias deseen que estén distanciados de la población enferma”. En el lado opuesto, “podrían ingresar en concepto de beneficencia gratuita los alienados de Navarra realmente pobres”, cuya falta de recursos, “debidamente acreditada”, les impedía pagar las 1,50 pesetas diarias de la estancia de beneficencia.

evolución

Nuevas terapias y pabellones

El doctor Soto

Las nuevas terapias y avances sociales cambiaron “hasta el extremo de convertir los antiguos manicomios, verdaderos almacenes de dementes, en casas de salud donde el enfermo es tratado como tal y donde en muchos casos se obtiene su curación y sino, se consigue al menos su mejoría”, explicaba el director Emilio Gimeno Riera, que accedió al cargo en 1931. Esa década se inauguraron los pabellones de Víctor Eusa, que alojaron a más de 200 pacientes cada uno (hombres y mujeres). En 1938 el hospital incrementó su plantilla en un 20%, y se inició la aplicación de los tratamientos biológicos más importantes: choques de alcanfor y cardiazol, electroshock y cura de insulina.

Cuenta Luis Javier Lizarraga Larrión, antiguo director y autor del libro La Casa del Tejado Colorado -principal soporte para este reportaje-, que “es imposible hablar del manicomio de Pamplona sin que necesariamente hablemos de Federico Soto Yarritu” su emblemático director entre 1934 y 1976. “¿Qué tal está Don Federico, está muy loco?” le preguntaba a Lizarraga uno de los internos que le conocieron.

Larrión habla de un tipo sorprendente que cultivaba las paradojas, bajaba las escaleras por el barandado, desde niño tuvo vocación de jubilado y parecía llevar todos los días el mismo traje y calzado. Amante de la velocidad a cuatro ruedas y la música, y padre de 10 hijos, solicitó a la Diputación que ampliase el chalet en el que residía, muros adentro. “De no ser atendido, pediría permiso al Sr. Obispo para no tener más hijos” escribió en la instancia.

Anécdotas al margen, su prestigio profesional llevó al Hospital Psiquiátrico a su plenitud de ocupación, con una media diaria de 1.321 pacientes en 1968, buena parte llegados de fuera atraídos por su personalidad y fama.

y llegó la reforma

Desmembración del centro

Julio de 1987

En julio de 1987 se inició la desmembración de centro con el traslado de la mitad de la Unidad de Agudos al Hospital de Navarra. “Pivotó sobre este centro una parte fundamental del proyecto de Reforma de Salud Mental en Navarra. La premisa fue la transición del modelo asistencial manicomial centrado en el hospital psiquiátrico, al modelo comunitario integrado en la atención sanitaria general. Muchos pacientes tuvieron la oportunidad de salir del centro para volver a vivir en la comunidad”, explica el Departamento de Salud del Gobierno de Navarra.

Desaparecía así “el recurso de tipo manicomial, aunque se mantiene una parte del mismo como recurso residencial para personas con trastornos mentales graves y demencias, bajo la estructura de Psicogeriátrico San Francisco Javier”. En la actualidad, “la apertura de las Unidades de Media y Larga Estancia junto con la ya existente de la Unidad de Rehabilitación, va a configurar el núcleo de la oferta de servicios de rehabilitación y hospitalización de media y larga estancia de la Gerencia de Salud Mental”, añade el Departamento. Servicios conectados para facilitar sinergias, y a la vez integrados con toda la Red.

De este modo, “el Centro San Francisco Javier se transforma de nuevo, pasando a acoger una amplia oferta de recursos, no solo de la Red de Salud Mental. En el espacio original conviven distintos servicios a la ciudadanía: el Parque del Mundo, un centro educativo, un Centro de Atención a la Mujer, un centro residencial para la atención a personas con discapacidad del Departamento de Políticas Sociales y varias organizaciones ciudadanas”.

El Post-it

Donación. “Lego toda mi fortuna, de la cual se satisfarán las mandas ya expresadas, a la Beneficencia pública, y al efecto, y condolido de la pobre humanidad a quien Dios en su soberano poder retira la razón, la primera cualidad del hombre, notando la falta que un Establecimiento de dementes hace en la Provincia a que pertenece el pueblo de mi naturaleza y las tres vascongadas”. Así rezaba el testamento de Fermín Daoiz y Argaiz, que encomendó a sus albaceas la misión de levantar un centro que se inauguró 30 años después de su muerte.

Vasco-Navarro. El fundador Fermín Daoiz y Argaiz quiso destinar el Manicomio a Navarra y vascongadas, pero Álava, Gipuzkoa y Bizkaia renunciaron a sus derechos porque “resolvieron la asistencia a sus enfermos en manicomios más próximos a los grandes núcleos de población”, recuerda Larrión.

Finales de los años 80. Coincidiendo en el tiempo con el proyecto de Reforma de Salud Mental en Navarra, desde 1986 a 1990 la población ingresada disminuyó de 725 camas de crónicos a 494. Previamente, desde 1984, ya había descendido desde 927 hasta esas 725.

Parque del Mundo. En 1991 se inauguró el parque del Mundo, jardín abierto al vecindario sobre el terreno que antes ocupaba la antigua granja del Manicomio.

Unidad de rehabilitación. La Unidad de Rehabilitación de Salud Mental ubicada en el Centro San Francisco Javier se configura en torno a los programas de hospitalización diurna (32 plazas), hospitalización semanal de lunes a viernes (12 camas) y hospitalización total, diseñado con un programa de rehabilitación de larga estancia en régimen de hospitalización 24 horas de lunes a domingo (16 plazas).

Respuestas de Federico Soto a sus pacientes. “Don Federico, que no me baja la regla”. “No te preocupes, a mí tampoco”; “Don Federico, esta noche me he despertado por lo menos diez veces”. “Señal de que por lo menos te has dormido otras diez”; “Don Federico, ¿cuándo me va a dar el alta?”. “Para la porcíncula”.

federico soto “esto no es el manicomio, son las oficinas; el manicomio está fuera”

Una muestra más de las ocurrencias, quizá ciertas, del doctor Soto.

1.321

Pacientes

Albergó de media diaria el Hospital Psiquiátrico en 1967, con 482.075 estancias anuales. Entre 1956 y 1974 la ocupación media diaria no bajó de 1.200 personas.