pamplona - Puede que sea un “gigante dormido y soterrado”. Un tesoro imperecedero del que, por desgracia, poco se sabe. Pero a veces hay que sacar de los archivos la información a la calle, asume el escritor Malli Txapar, que ha recuperado en su primer trabajo en solitario la Historia de la Real Fábrica de Municiones de Orbaizeta (Pamiela, 2011), con la que en 1784 se edificaron 96.000 metros cuadrados en un tiempo récord, entre más de 300 operarios -maestros de obra, canteros, carpinteros, cerrajeros o aprendices-, que trabajaron ininterrumpidamente en sus labores de edificación. Con ella se nutrió de pertrechos de guerra en su período inicial a destinos tan distantes como Panamá, Cartagena de Indias, Nueva Orleans o Puerto Rico hasta su destrucción total, en octubre de 1794, a cargo del Ejército francés en la Guerra de La Convención (el cierre se produjo en 1882). Un conflicto que estuvo acompañado por el saqueo de pueblos, la destrucción de puentes e incluso el éxodo de los vecinos de Orbaizeta ante la llegada de las tropas de los generales Marbot y Roucher.

En ese marco, el trabajo sobre la historia y la evolución de este Bien de Interés Cultural se completa con mapas, planos, ilustraciones, 289 fotografías y buena parte de documentación hasta ahora desconocida. El libro está disponible mañana, por 12,95 euros, con DIARIO DE NOTICIAS.

Asume el autor, natural de Orbaizeta, que la construcción de la Real Fábrica responde a varias razones, tales como la “perentoria necesidad” de fabricación de pertrechos de guerra para abastecer a los ejércitos de la Corona Española, fundamentalmente los que operaban en las Colonias de Ultramar. “También la cercanía de los yacimientos mineros en Arrollandieta (Luzaide) y Oroz Betelu; o la idoneidad del emplazamiento con la cercanía de los inmensos recursos forestales del Irati que garantizaban un abastecimiento a perpetuidad de carbón vegetal necesario para hornos y fraguas”. Su instalación se sustenta, además, en la existencia de tres cauces hidráulicos: Itolatz, Txangoa e Iturroi, que servían de fuerza motriz para mover máquinas y artilugios de los diferentes talleres.

Pero su trayectoria fue algo convulsa. En primer lugar, señala el experto, “por la usurpación que sufrió la sociedad aezkoana de su comunal, que directamente pasó a ser gestionado por los coroneles de la fábrica limitando injustamente los usos y aprovechamientos tradicionales. También la implantación de una industria militar en este enclave pirenaico fue un auténtico imán de ejércitos que lucharon por el control de esta fábrica, provocando importantes daños colaterales al vecindario”, explica. Quizás por eso los propios vecinos han contemplado este “gigante dormido y soterrado”, como califica Txapar, “con mucho recelo y amargura”.

Luces y sombras Su construcción y evolución está repleta de luces y sombras, tanto por lo relativo a esa “usurpación” del comunal como por los cuatro episodios bélicos padecidos por su población. “Las luces las representa la llegada de mucha gente para trabajar y desarrollar sus vidas en Orbaizeta, la creación de riqueza y empleo, aunque muy precario. También el disponer de una instalación a nivel técnico y organizativo muy avanzada a su tiempo”.

Una gran desconocida, sobre todo por el lugar en el que se sitúa, alejada de cualquier núcleo urbano importante, y por el gran abandono en el que ha estado sumida desde que cesó su funcionamiento o quizás por la falta de conciencia de la propia sociedad y de los poderes públicos a la hora de apreciar esta magna instalación, valora Txapar, pero que sin duda para él tiene un valor especial dado que sus propios antepasados trabajaron en ella.

“Para mí su valor reside en la gran magnitud y calidad de unas instalaciones únicas desde el punto de vista arquitectónico, es el mejor ejemplo de arquitectura industrial borbónica”, explica. Asume que “es obligación de cualquier sociedad el cuidar, proteger, preservar y potenciar su patrimonio. Los trabajos de rehabilitación iniciados por el Gobierno de Navarra deben tener su continuidad, es una labor a medio y largo plazo pero hay que hacerla”.

Y asegura que antes de potenciarlo, “hay que dignificar y hacer presentable lo que tenemos. Lo que se ofrezca que esté en condiciones. Es necesario adecentar el entorno, este año se han repuesto los carteles explicativos y se ha sacado un tríptico informativo. El año que viene habrá que avanzar en otros aspectos como, por ejemplo, establecer visitas guiadas que expliquen el funcionamiento y la historia tal y como lo están haciendo nuestro vecinos de Eugi”, propone.

Sus restos han sobrevivido a guerras, ejércitos, rehabilitaciones, períodos de inactividad, el abandono e incluso un incendio, y aunque no es un tesoro imperecedero cada vez que hay una pequeña actuación arqueológica en sus ruinas “nos devuelve una gran sorpresa. La última fue el maravilloso canal de sillería que ha aparecido en la presente intervención de los hornos”.

Para Txapar se trata de un enclave eminentemente rural que tuvo “la suerte o desgracia” de albergar una Real Fábrica, única en su época, “con un alto grado de sofisticación y que ocasionó muchas satisfacciones y más lágrimas. No es necesaria una mayor labor de difusión, pues creo es lo suficientemente conocida actualmente”. Eso a pesar, todo hay que decirlo, de que nunca fue una fábrica “de armas”, tal y como comúnmente se la conoce.