El recorrido nos marcaba ayer la escalera helicoidal, bellísima pieza gótica que hace de bisagra entre la catedral de Pamplona y el complejo y único entramado que forman su claustro, dependencias y la exposición Occidens. Mas el andamiaje y cerraje de variado pelo que lo dificultaba nos invitó a cambiar el rumbo súbitamente y viajar a pie de la tumba real de Carlos III el Nobles y Leonor. Fácil fue el seguir la brújula del arte, estudio y sentimiento que atraía la presencia de Anna K. Dulska, profesora de Historia Medieval de Cracovia (Polonia), que luce su estupendo terno profesional en la Universidad de Navarra. Difícil será encontrar por estos pagos de la vieja Iruña una maestra mejor para glosar y provocar en tu mente todo lo relacionado con los antiguos burgos pamploneses y el Privilegio de la Unión promulgado por el rey Carlos III el Noble en 1423. La joven experta del medievo pamplonés se descolgaba plácidamente ante su cohorte de alumnos provocando una leve, pero afilada sombra sobre el mármol y alabastro del mausoleo real.

Dulska fija la atención desgranando la monumental obra y su verso repara en el análisis de las veintiocho figuras plorantes que enmarcan el túmulo de Carlos y Leonor. La instrucción del solemne encuadre queda lujosa y definitivamente pormenorizada ante la figura de Martín Martínez de Olloqui, prior de la Orden de San Juan de Jerusalén y del Consejo Real: importante personaje de finales del siglo XIV que pasó de su discreta posición de escudero de Esteríbar a gran caballero de Rodas. La talla de esta imagen de apenas 50 centímetros de envergadura, su galanura, su hábito de generosa cubierta, su cinturón remachado con una gran hebilla y colgador de espada, rosario y variados emblemas nos hacen pensar que una sola mañana no podría ser suficiente para desglosar y disfrutar del toda la carga iconográfica e histórica de esta sepultura de clara reminiscencia borgoñona y sublime obra maestra del gótico no solo de España sino también de Europa.

PANTEÓN DE LOS REYES DE NAVARRA Desde 1134 la catedral de Pamplona se convierte en el panteón de los soberanos navarros. Carlos III el Noble quiso ser enterrado en la catedral, dejando escrito: “nos esleymos nuestra sepultura en la iglessia cathedral de Pomplona en la quoal abemos reçevido nuestra coronación et consecración, et semblablement muchos de nuestros predecessores y son enterrados...”. La imagen yacente de la reina Leonor se adjuntó años después utilizando material, faz y modos, salvo la labrada vestimenta, de Carlos.

El autor de este panteón (1413-1419) es el artista flamenco Johan Le Home de Tourna. El alabastro corresponde al a la cantera aragonesa de Sástago. Se sitúa en el crucero y cerca del presbiterio. La tipología es de cama exenta sobre planta rectangular y con las figuras reales yacentes. Sus testas se adornan con ostentosos doseletes con cuerpos de arquerías ojivales. En torno al monumento se ubican veintiocho plorantes, cobijados en diseños arquitectónicos de estructura gótica. Animales simbólicos se recuestan en los pies de los monarcas: un león junto a las extremidades inferiores del rey aluden a su valor, en tanto que la reina Leonor cuenta con una pareja de lebreles con un hueso, que simbolizan la fidelidad.

Un excelente y cautivador ejercicio es el concertar una quedada con una Anna Dulska (autora de reconocidos estudios publicados sobre la materia) u otra docta Ana: la pamplonesa Ana Azanza, historiadora habitual en las visitas de la catedral. Ellas pueden invitarte a incorporarte al cortejo funerario y plorante del rey Carlos, junto a cardenales, obispos, canónigos, monjes y laicos. En algunos de ellos se ha querido ver caretos de personajes históricos, aunque otros estudiosos lo descartan. Sin embrago, en este recorrido, tan ilustrado como hondo, no cabe duda que podrás toparte y saludar a a Martín Martínez de Olloqui.