pamplona - “Lo importante de la vida está en las cosas esenciales”: Juan Manuel Fernández Cuichán (Quito, 1960), voluntario en muchos frentes (París 365, PAH, Crana, limpiando ríos...), ha puesto color a la vida de los que le rodean. Desde la asociación Apoyo Mutuo aporta sus manos en la recogida de alimentos y su pincel para transmitir la alegría de los pueblos andinos en la despensa de la PAH del Casco Viejo donde pinta en sus muros a una mujer libre “con una mirada firme, directa, tristeza en su interior, optimista, siempre joven y soñadora por dentro, agarrando a su familia la vida”... como tantas mujeres inmigrantes que ha conocido en este camino. Colores alegres y “mucho amor para la PAH”. Él, que ha sido usuario del comedor social y de la PAH, vivió durante doce años en una habitación de menos de 10 m2, espacio suficiente para mantener su vocación de pintor. “La PAH es como mi familia, pocas personas conozco tan solidarias y humanas. Gracias a ellos conseguí ayuda para un piso de alquiler por el Gobierno por ser familia monoparental al vivir con mi hija Shaki”. Juan Manuel (cuichan.artelista.com) tiene un sinfín de exposiciones individuales y colectivas en su país, Ecuador. Con su pintura reivindica también un mestizaje necesario y que “enriquece a la sociedad navarra. No olvida sus raíces indígenas. Buen conocedor de la cosmognonía y del mundo mágico de los pueblos andinos sus imágenes cargan de fuerza creadora y llegaron a la exposición colectiva en la Ciudadela la pasada primavera. “Toda mi vida contemplando la belleza de los andes y la amazonía, montañas cerca del cielo... y siempre disfruté de la belleza de la naturaleza”, de ahí que en su pintura recree la vida diaria. Una madre, un jaguar o un cóndor se entremezclan con otras imágenes más surrealistas, rostros inmensos y raciales que hablan del amor, de la soledad, del camino de los inmigrantes, de vientres que dan vida, de guerra, de colonización, de tierras ricas y fecundas; y como amante de la cultura precolombina, sus sagradas tradiciones y su inmensa sabiduría. Cree en la magia de los astros y ancestros, necesaria en estos tiempos inciertos y en una sociedad sin alma, y en la libertad de poder ser feliz en cualquier parte con muy poco. Josefina, su madre, fue su inspiración, “mujer valiente, luchadora, protectora de sus diez hijos. Como una diosa única; vivíamos en una habitación y una cocina a la intemperie, pero ella de la nada creaba, trabajaba 24 horas por mantener a sus hijos. Sus manos fuertes y valientes sabían sembrar y cosechar”.