pamplona - Que los navarros somos unos privilegiados no es nada nuevo, al menos, para quienes saben apreciar lo bueno que nos da la tierra. Agua, frutos, agricultura y ganadería, producto cercano y de calidad, un clima variado y una diversidad de zonas que permiten cultivar prácticamente de todo. Tanto es así -dicen Maritxu, Enrique y José Luis- que “podríamos incluso autoabastecernos. De hecho, es lo que hacemos nosotros”.

A través del grupo de consumo Jateko, que nació hace 9 años en el Casco Viejo de Pamplona impulsado por Ekologistak Martxan, apuestan por la soberanía alimentaria, una alimentación agroecológica y de kilómetro cero, con una relación directa con los productores. “Estamos acostumbrados a ir al supermercado, meter los productos en el carro y no mirar de dónde vienen, quién lo produce o en qué condiciones. Nuestro planteamiento se basa en ser conscientes de qué consumimos, por qué, y qué generamos con ese consumo”, señalan.

Apuestan por acercarse más al campo y contribuir a que el ganadero o el agricultor pueda vivir de lo que produce, evitando así también la despoblación de algunas zonas, un problema que en Navarra ya es patente. A efectos prácticos, son un grupo de 23 cestas -26 familias, unas 60 personas- que recibe productos directamente de 40 productores que les abastecen con un amplio abanico de posibilidades: desde verdura de Berbinzana hasta pan, harinas y galletas de Lakabe o Gares, lácteos de Baztan, peras y manzanas de Cárcar, miel de Lumbier o aceite de Cáseda y ajos de Falces... Así hasta 400 productos. En Navarra, dicen, hay unos 25 grupos de consumo. El suyo tiene lista de espera, sobre todo, porque el espacio es limitado aunque no les importa lo de hacerse grandes: “Crecer a veces puede hacer que te desvirtúes, que pierdas el origen. Preferimos ser pequeños y multiplicarnos, que esta experiencia se reproduzca”, valoran.

La responsabilidad de contactar con los proveedores, de pedir los productos y de repartirlos va rotando entre todos sus miembros, por lo que todos ellos trabajan y se implican en el buen funcionamiento del grupo. “No es algo que deleguemos a otras personas y es un trabajo que hacemos para nosotros. Para apuntarse no hace falta nada, solo compartir nuestros criterios, nuestra filosofía, y tener compromiso. Nos implicamos para que haya continuidad”, relatan, y animan a todos los barrios a crear su propio grupo de consumo, ofreciéndose a dar charlas y a contar su experiencia para ejercer de guías.

Deciden, en asamblea, si contactar con un nuevo productor, prueban su producto y debaten sobre sus propios criterios a la hora de comprar. “El consumo hoy en día es tan obsesivo... Se compra sin mirar, sin pensar. Y no es cierta la idea de que lo ecológico es más caro, en algunos casos resulta incluso más barato. Pero alguien que compra un producto muy barato tendría que pensar en qué condiciones se produce”.

Hace ya diez años que comenzó a tomar fuerza lo de consumir de otra manera, algo que ahora, “aunque se intuye, se basa en iniciativas pequeñas y muy minoritarias. Hay gente que cada vez más se suma al carro de los huertos o productos ecológicos aunque creemos que son cambios muchas veces estéticos o superficiales, nosotros vamos más allá. Cuando vienes con los alimentos, comentas con los demás, conoces al productor, te dice que las cerezas todavía no están maduras o que a las alcachofas les faltan unas semanas... No tiene precio”.

Un modelo válido Dicen que, en algunos casos, la legislación tampoco ayuda a las pequeñas explotaciones, aunque asumen que el problema real pasa por el modelo de consumo. “Si no somos conscientes también de que tenemos que cambiar lo que nos corresponde a nosotros mismos no sirve de nada que demandemos a los políticos un cambio”, valoran, aunque señalan que “hemos perdido un modelo de organizarse en el campo que sí era sostenible antes, y ahora el nuevo no lo es”. Entre sus retos está el de provocar “un impacto positivo” con la creación de más grupos y la unión de más productores.

“En el siglo pasado fueron los trabajadores quienes se organizaron y consiguieron sus derechos laborales, y creo que en el futuro como reto la revolución la tienen que hacer los consumidores. Nos han comido el coco con la publicidad, la televisión, cómo nos vestimos y vivimos? Todo nos lo venden, es un patrón pensado por quien produce eso que quiere vender. El consumidor, cuando sea realmente consciente, crítico y responsable, estará ayudando a la transformación social”, zanjan.