pamplona - Javier Muñoz Aguado, conocido como El Boti, lleva 47 años corriendo el encierro. Empezó el 7 de julio de 1972 en la antigua Cuchillería Gómez, estuvo cinco años en Estafeta y después se pasó a la cuesta Santo Domingo, donde lleva 42 años. No muy alto y con la cabeza rapada, viste siempre de blanco, de manga larga y con una faja verde. En el cuello además del pañuelico rojo lleva una medalla con San Fermín, San Francisco Javier y el mapa de Navarra, un regalo de su hermana con el que se siente protegido. Antes del encierro va a la hornacina, besa el colgante y se santigua. El Boti es un hombre sencillo, como él mismo se define, al que conoce y quiere mucha gente por ser “de toda la vida”.

El pasado 8 de julio un cabestro lo embistió y pisó, y tuvo que ser trasladado al hospital con un traumatismo craneoencefálico, dos fragmentos del cráneo desplazados y fractura en la mandíbula y en dos costillas. “Me dolía mucho la cabeza, pero no tenía ni idea de lo que me había pasado. Fue mi hermana la que me lo contó. Me dijo que tenía dos roturas de cráneo y me quedé clavado. Eso yo solo lo había oído en las películas”, recuerda el corredor navarro de 61 años. Al ser una zona del cuerpo tan delicada, confiesa que se asustó y pensó mil cosas, pero el cirujano le dijo que no tenía por qué alarmarse tal y como iba la evolución.

Para El Boti “han sido días muy duros y difíciles de asimilar”. Esperaba “con una ilusión grande” que llegaran los Sanfermines, y verse en una situación así, además en el segundo encierro, le ha afectado mucho. “Psicológicamente estoy muy hundido, muy tocado. Todos sabemos cuando entramos ahí que puede pasar, pero el problema es que nadie piensa que te va a pasar a ti. Además si te pasa el último día... pero es que me pasó el segundo, y aún te vienes más abajo”, confiesa emocionado.

La recuperación está siendo “lenta y costosa”, lo normal en un caso así. Todavía no hace vida normal y pasa la mayor parte del tiempo tumbado en la cama porque tiene que descansar mucho. “Tengo dolores, mareos, sensación de vértigo, no coordino bien los movimientos y me duelen las costillas y el hombro”, cuenta. A pesar de esto, con el paso de los días ve que tiene “más ánimo” y se encuentra “cada vez mejor”. Incluso aprovecha las primeras horas de la mañana en las que no hace tanto calor para dar una vuelta antes de volver a su habitación, la cual tiene llena de fotos, recortes y objetos relacionados con los toros, sus carreras en el encierro y San Fermín.

Javier recuerda así el momento de la caída: “Pensé en meterme más al centro de la calle, dejar pasar a los cabestros, y luego intentar ir al lado derecho por el que venían los toros, pero cuando me di la vuelta tenía el cabestro prácticamente con el morro en la espalda. Pensé que me daba más tiempo”. Justo ahí fue consciente “de que algo iba a pasar”.

Nunca ha sido corneado, pero sí ha tenido “golpes muy fuertes y complicados”. El 7 de julio de 2006 un toro le destrozó la pierna. “Me caí, me pisó y se llevó todos los nervios”, dice mientras señala la cicatriz que le ha quedado. El hecho de que no sea la primera vez que tiene un percance de estos le ha hecho reflexionar. “Es el azar de la suerte, pero siempre me toca a mí y me da mucho que pensar. No sé si me siento, entre comillas, un poco culpable. Creo que no, porque nadie me ha dicho que haya cometido un error. Y creo que nadie me lo ha ocultado tampoco, porque mi familia me lo hubiese dicho. Ayer hablé con un chico de Madrid y me dijo que había tenido mala suerte”, explica. Es un tema que le preocupa, por eso piensa que le vendría bien no ver el encierro del día 8 de julio.

Para El Boti el encierro es su vida. “Me lo ha dado todo. Es mi vía de escape. Me motiva para estar activo y me da la ilusión de tener algo por lo que luchar día a día. Vivo por y para esto”, confiesa. Una pasión que tiene “desde que era muy crío” y le ha dado grandes amistades. Este año lo ha podido comprobar más si cabe. “Hay mucha gente que se ha preocupado por mí y que no sabía que tenía tan cerca”, comenta. Pero no solo eso, también ha recibido el apoyo de personas anónimas. “Es muy gratificante. Algo que me ha venido grande. No pensé que esto fuera a tener semejante eco. El apoyo psicológico de la gente, de mi familia y de los que me quieren me ha venido muy bien”, asegura.

A El Boti “en ningún momento” se le ha pasado por la cabeza decir tajantemente que va a dejar el encierro. “Creo que no me perdonaría dejar de correr porque me marque un golpe así. Para un corredor no es la forma más bonita de dejarlo. Sí que tengo problemas añadidos a nivel personal, que son mis padres. Son mayores, lo han pasado muy mal, y yo vivo con ellos. Pero esto para mí lo es todo. Tengo mucha ilusión, y verme en la cuesta otro año más puede ser muy bonito, sobre todo por abrazar a la gente”, indica.

Javier tiene varios meses por delante para recuperarse bien tanto física como mentalmente de lo que le ha pasado. De momento, además de las revisiones, le queda pendiente visitar la capilla de San Fermín, como hace todos los años. “El santo me ha dado otra oportunidad y le tengo que dar las gracias. Prefieres que salga todo bien, pero por qué no decir que estás de pie. Yo ahora valoro mucho eso”, concluye, no sin antes dar las “gracias de corazón” a todos los que se han preocupado por él.