pamplona - Por mucho que se repita una y otra vez, solo los que de verdad han vivido fuera durante muchos años saben lo bien que se está en la ciudad donde ha nacido uno. Y todavía menos se hacen a la idea de lo difícil que es volver. De eso algo sabe Roberto Pérez Reclusa, pamplonés de 71 años, que después de una vida residiendo en París, Londres, Barcelona y Madrid, volvió a la capital navarra cuando se jubiló hace unos ocho años. “Al regresar a Pamplona he vuelto a renacer porque mi familia está aquí, tengo pareja y amigos de la juventud, pero a pesar de todo estoy un poco falto de relaciones sociales. Mis amigos tienen vidas muy diferentes, con muchos hijos y nietos y les veo poco”, explica el trotamundos. Esta situación le ha llevado a querer crear un club social para personas que, como él mismo, han vivido fuera y han regresado o para los que siendo de fuera, ahora viven en nuestra ciudad, sin importan su origen.

su viaje Reclusa -así afirman que le llamaban de joven- salió por primera vez de Pamplona en el año 66, “cuando apareció la minifalda”, recién cumplida la mayoría de edad y siendo estudiante. “Una de las cosas que me llevó a irme fue el amor por los idiomas, pero también el ambiente asfixiante que se respiraba en Navarra y en España en general en esa época”, recuerda. Recién salido de la Escuela de Comercio, donde aprendió un poco de inglés, francés y alemán, se fue a París seis meses. Después volvió a Pamplona y trabajó durante un tiempo en Linasa hasta que lo despidieron, y con el dinero de la indemnización volvió a la capital francesa con un amigo, esta vez para quedarse un año. “En aquella época sí que había españoles que emigraban a otros países de Europa. De hecho, las remesas de los trabajadores suponían un gran ingreso para muchas familias, pero salir de estudiante era muy raro”, recuerda.

Tras la etapa en Francia, volvió a Barcelona y trabajó durante un verano para ahorrar un dinero y marchar a Londres, donde se quedó año y medio. Empezó como auxiliar en un hostal de estudiantes, y después también fue camarero de vinos en el club de caballeros más antiguo de Londres, de comienzos del siglo XVIII. “Allí iban muchas personalidades conocidas, incluso miembros de la Casa Real, y un día tuve la suerte de servir vino a Agatha Christie”, comenta todavía con emoción. “Nunca olvidaré su mirada”, prosigue. “En vez de mirar cómo echaba el vino y asentir con la cabeza en señal de conformidad, me miraba directamente a mí y su mirada era maléfica, como sus libros”, dice entre risas.

Precisamente una chica que había conocido en Londres llevó a Roberto a su siguiente estación en 1973, esta vez en España. Aterrizó en Madrid, pero solo aguantó una semana allí, porque la dictadura todavía seguía muy viva. Marchó así a Barcelona, donde comenzó a trabajar en lo que después fue su oficio, la auditoría independiente. En el 75 hizo una pequeña parada en Pamplona en la que tuvo varios oficios. “Ya al final puse un despacho propio y el trabajo me llevó a Madrid, donde ya me quedé más de treinta años, me casé y tuve dos hijos”, relata.

Precisamente en esta etapa, acudió durante siete años a una tertulia a la que asistían principalmente argentinos, pero también algún español como él mismo. Y es de esa experiencia de donde hoy nace la idea de su club. “Inicialmente nos reuníamos en un bar los viernes por la tarde, pero después también empezamos a hacer excursiones por la Sierra los fines de semana, y llegamos a ir hasta algún concierto en el Auditorio Nacional o algún otro evento cultural. Era un club abierto, como debe ser”, opina.

club transversal “He pensado en llamar así al grupo que quiero formar porque, aunque es una palabra muy manida, es precisamente lo que quiero”, explica Roberto. Ya tiene algunas cosas pensadas, como el lugar donde reunirse -“podríamos comenzar en el Café Iruña”- y la edad de las personas a las que está dirigido. “La filosofía es que venga gente del tercer cuarto de siglo, entre 50 y 75 años, que ya están jubilados o prejubilados y gozan de más libertad”, expone. Pero Reclusa matiza diciendo que puede ir quien quiera, siempre que se adapte a la filosofía del club. Asimismo, dice que él ha pensado en planear actividades culturales, tertulias, asistencias a espectáculos y a museos o viajes cortos pero que está abierto a las ideas de los demás. “No pretendo ser el líder de nada, sino que venga gente con iniciativa y sugerencias. Se trata de combinar diferentes actividades”.

Roberto lo describe como un club liberal, preferible de excluir la religión y la política porque la idea es cultural y deportiva. Es deseable que la gente tenga sentido del humor y empatía para crear un grupo unido pero diverso. “No es como la cuadrilla de toda la vida de Pamplona, que es casi como una mafia. Yo he pertenecido a alguna cuadrilla, pero nunca he encajado, siempre fui un outsider”, dice en perfecto inglés. Por eso a cualquier interesado en hacer este tipo de quedadas puede escribir a Roberto a su correo electrónico robertoperezreclusa@gmail.com y él estará más que encantado de responder. “He comentado la idea a unos vecinos que han vivido durante mucho tiempo en Estados Unidos y ahora llevan un año en Pamplona y les ha gustado. Así que de momento ya estamos tres, y seguro que podemos crear un pequeño grupo”, dice ilusionado.