Hola, personas, ¿Qué tal se van soportando los rigores?, Tranquis que solo faltan dos meses de invierno pamplonés y eso para nosotros no es nada.

Esta semana no he paseado solo, lo he hecho bien acompañado, unas 80 personas se han unido a mí y hemos dado un enorme paseo por los lugares, las gentes y las cosas de otros tiempos. Me explico: resulta que la Casa de Misericordia, la Meca, tiene la inmensa suerte de contar entre sus activos con Mariano Pascal, más listo que los ratones "coloraos", pamplonés de pro que puede presumir de que su abuela Catalina Lozano, que atesora 104 años, nació en el campanario de San Lorenzo donde estaba la casa del campanero, función que ejercía su padre. Pues bien Mariano se encarga entre otras responsabilidades, de la parte lúdico festiva de los miembros de esa gran familia que forman la "Casa". Un buen día me llamó para pedirme un "favor", él quería que organizase una proyección comentada de unas cuantas fotos de antaño de esas que busco y rebusco en archivos, desvanes y cajas viejas. Mi respuesta solo podía ser una: sí, encantado. Pero lo que no sabía el bueno de Mariano es que el favor me lo hacía él a mí. Me encantó la idea, ver las fotos que nos muestran nuestro ayer rodeado de los coetáneos de las mismas es un lujo.

La cita era a las seis en punto de la tarde, una hora muy taurina, como corresponde a la casa propietaria de la plaza de toros. Cuando llegué ya estaban allí ellos y ellas, alguna endomingada, otros de andar por casa, todos amables y sonrientes.

Mariano me presentó y comenzó la función ante siglos de pamplonesismo. Por la pantalla fue desfilando Pamplona en ladrillo, árbol, río, muralla, carne y hueso. Empezamos viendo lugares desaparecidos, viejas casas derribadas, calles aun sin abrir y otras ya cerradas, estadios de fútbol que ocupaban espacios urbanos, edificios emblemáticos en construcción y un largo etc. Así la primera imagen en aparecer fue una de la Avenida de Zaragoza a la altura de donde hoy se encuentra el número 61. En ella vemos en primer término una casa de un piso en cuyas bajeras hay dos establecimientos, una peluquería y un ultramarinos con un rotulo que dice Comestibles Emi. En la calzada frente a la casa se ve el mítico camión Magirus Deutz que poseía el parque de bomberos, a su alrededor un ramillete de curiosos, municipales, bomberos y policías. El motivo de que el camión, la policía, los curiosos y el fotógrafo estuviesen allí una mañana de la primavera de 1963 era que unas casas bajas que ocupaban una especie de barracón en el solar que había entre las calles Urederra y Cidacos, estaban ardiendo por los cuatro costados. Incendio arrasador y maldito para las pobres familias que lo perdieron todo y oportuno para quienes querían el terreno allanado para las futuras construcciones que crearon la nueva Milagrosa. Tras el camión de bomberos dos casitas bajas completan la imagen. Muchos de los asistentes, antiguos vecinos del Mochuelo, reconocieron el lugar con pelos y señales.

Sin abandonar la Mila llegamos hasta el cine Guelbenzu cuando aun ni era cine ni era nada, aun se ve en construcción, pero ya tiene aquellos baldosines, como teselas de mosaico, que cubrían la entrada y las columnas del porche ¿recordáis? Los alrededores son un puro charco y lo fueron durante años.

Nos pusimos las botas de siete leguas para llegar de un brinco a la confluencia de Curia con Navarrería y ver el desaparecido carrico de Lucio, tras él Radio Oslé, junto a él dos vespas y una Torrot.

Como el paseo de hoy es mágico vuelve a saltar en el plano y nos lleva al límite sur de Pamplona, concretamente a la Venta Cordovilla, en el lateral de la casa, entre otros, un anuncio de jabón Chimbo. De vuelta al centro nos paseamos por Carlos III para recordar el inclasificable palacete que ocupaba el colegio Notarial en la esquina con Leyre, tras él la fábrica de calzados de López que todos recordaban.

En esas estábamos cuando de entre el público se alzó una voz, era la de Miguel Ángel Rodríguez residente de 94 años que asistió a la proyección acompañado de una guapa señora y que dijo: Oye, ¿no va salir la Rochapea?, porque si no sale la Rocha esto no vale nada, ya sabrás que primero se hizo la Rochapea y con el material que sobró hicieron Pamplona. Y se quedó tan pancho, todos reímos su ingenioso aserto y le dije que tuviese paciencia que nuestro querido barrio saldría. Y enseguida salió, y vimos Errotazar anegado por las aguas, y vimos Joaquín Beunza en el año 37 y vimos una vista general del antiguo barrio de casitas hortelanas en la que se veía la casa de mis abuelos, así se lo hice saber a Miguel Ángel quien, a pesar de sus 94 tacos, recordaba con detalle a mi abuelo, a mi padre y a mis tíos. Qué envidia de cabeza.

Y seguimos paseando por la Pamplona de los 50 y 60 con sus pros y sus contras, con sus luces y sus sombras. Apareció el desaparecido arcedianato y se comentó el contencioso que mantuvieron ayuntamiento y obispado cuyos intereses se encontraron: los primeros querían hacer una plaza gótica y los segundos allanar y levantar las casas de los canónigos, ganaron éstos que llegaron a blandir amenaza de excomunión contra el alcalde Urmeneta y contra el director de urbanismo de turno, según apuntó María Luisa.

Y seguimos pasito a paso recorriéndolo todo, Media Luna, Plaza del Consejo, el campo de deportes del Aurora, el zacatín? y recordando y comentando: esa era la casa de mis padres, decía una señora, en esa tienda trabajé yo, apuntaba un caballero, todo eran recuerdos.

De la Pamplona construida pasamos a la Pamplona humana y empezaron a desfilar gentes, fiestas, personajes castizos y autoridades de otras épocas. Vimos a las modistas en su fiesta de Santa Lucía, esas chicas venían conmigo al costurero, aportaba una señora, que bien vestían, decía otra, vimos a los jatorras de Napardi en un viaje a Lourdes, a los niños del Oberena, a los castas que organizaban la famosa procesión de casa Barón , que más que procesión era una excusa para recorrer todos los bares de Jarauta, Descalzos y San Lorenzo llevando con ellos una diminuta imagen de San Fermín que portaban solemnemente sobre andas. Vimos los puestos de aves del mercado, las gradas repletas del campo de San Juan, procesiones, homenajes, inauguraciones, y un sinfín de actos sociales que fueron motivo de muchos y divertidos comentarios. Vimos a los autores del robo de la catedral en 1935, vimos manolas en los toros, novilleros y matarifes en la plaza, niños en las piscinas de San Pedro, nadadores en el Arga y vimos a María la de la lotería y a Marinerito y a D. Pablo el del Roch y miles de cosas más que no caben en un ERP.

Ellos quedaron encantados y yo más, me hicieron prometer que no sería la última y lo prometí, en verano haremos otra. Desde aquí lanzo la oferta, si alguna otra institución, residencia o colegio quiere que lo hagamos en su centro no tiene más que ponerse en contacto conmigo en la dirección de correo electrónico que hay al final del artículo.

A las siete y media recogí mis trastos y ahí los dejé tomándose unas pastas con unos chupitos de moscatel Camilo Castilla. No viven mal.

Hasta aquí por hoy, que tengáis una semana de aúpa.

Besos pa' tos.

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