- José Manuel Calavia Urdániz es una de las 12 personas que se encargan de trasladar a hombros la figura de San Fermín durante la procesión del 7 de julio.

Lleva haciéndolo 30 años y recuerda que sólo en una ocasión, en 1996, hubo que suspenderla por el chaparrón que cayó esa mañana en Pamplona, que registró unas temperaturas durante esos días más propias del invierno que de julio.

Como al resto de los pamploneses, la suspensión de las fiestas no le ha cogido por sorpresa y se lamentó de que la ciudad no pueda "expresar el júbilo y la devoción que se vive durante el recorrido de la procesión".

Asegura que se trata de un acto multitudinario, entrañable y con emociones muy diversas a lo largo de recorrido por las calles del Casco Viejo, bastante diferente a la procesión que se celebra el 29 de noviembre con motivo de la festividad de San Saturnino, patrón de la ciudad. "Me parece que es más entrañable, más discreta e íntima que la de San Fermín. Es para la gente de casa, para el recogimiento de un acto que muchas personas lo viven con gran espiritualidad. Es una procesión menos populista, ahora que está tan de moda el término, que la del 7 de julio".

La actual situación le impide hacer planes sobre la forma que tiene previsto abordar lo que viene, pero aseguró que le gustaría acudir ese día a la iglesia de San Lorenzo para participar en misa y que si no es posible la seguirá a través de los medios digitales que la parroquia ha puesto en marcha tras las medidas de confinamiento. Piensa que la nueva situación permitirá vivir la devoción por San Fermín de una forma más personal.