- Lo superamos. Un 6 de julio presente en el corazón de todas y todos los pamploneses pero muy limpio en las calles. Con sentimiento, con emoción y, también, con mucha dignidad. Superando las exigencias (muchos controles policiales) para un momento histórico como el que vivimos, de mucha responsabilidad, recién salidos de una pandemia que este verano sigue dando coletazos en muchas ciudades del país y que no permite bajar la guardia. Hubo quien puso su pañuelo como escudo en la boca y con sus ojos enjuagados en lágrimas delataba esa tristeza y, a la vez, esa prudencia. Quizás ese sufrimiento, ese sobresfuerzo del confinamiento, nos ha dado fuerzas para asomarnos al balcón un 6 de julio marcado en rojo en el calendario y, reconocer, que con familia, en cuadrilla o en casa, la fiesta iba a ser tranquila. Y que, con o sin atuendo, no había que olvidar la mascarilla. Es la imagen que se buscaba. Seguro que la ciudad está orgullosa de su respuesta, con una ciudadanía que demuestra que se cuida para cuidar a los que le rodean. Y no era fácil asumir un reto así. Muchos creen que la fiesta cambiará, incluso se sintieron más cómodos con un 6 de julio blindando a los de fuera. No era fácil que la gente joven respondiera sin excesos y lo hizo salvo algunas aglomeraciones puntuales en calles como Navarrería. No era fácil dejar de lado otras reivindicaciones. No era fácil no tomar las calles. Pero fue así. "Muchas gracias a toda la ciudadanía por el comportamiento ejemplar que ha tenido", destacaba en Twitter la policía local. En la plaza consistorial se mezclaron visitantes curiosos, los menos, y pamploneses que disfrutaron sin alboroto de una plaza otros años vetada por el mogollón. Se vieron comercios abiertos y empleados municipales trabajando en las oficinas como un día más. Los accesos a la plaza consistorial se cerraron a las 11.50 cuando ya se habían alcanzado las 400 personas, y en la Plaza del Castillo no se llegó a las mil de las 3.675 permitidas (la gente prefirió las terrazas). A falta de lanzador oficial del cohete desde el balcón consistorial, en el que a las doce en punto se descolgó una enorme pancarta en forma de pañuelo, el vecino de Ablitas Alfonso Baigorri se arrancó con el esperado "Pamploneses, pamplonesas, ¡viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!", que fue coreado por quienes aguardaban en la plaza. Ni él mismo se esperaba tanta atención. "No lo tenía pensado pero ya que he venido y no se atrevía nadie... Llevo 30 años viniendo a esta plaza, la verdad es que verla así es una pena. Impone mucho", confesaba. Este año hay que vivir la fiesta "con responsabilidad", decía. Estaba emocionado con su hazaña. "Le he preguntado a un municipal a ver si podía decir algo y se me ha echado a reír, pero se me estaba pasando por la cabeza hacer algo". Lo recibieron con ganas, porque nadie asumió el papel de dar por comenzados unos no Sanfermines que, aunque serán muy distintos a los habituales, cuentan con un buen puñado de fieles. Lo único que hace falta es que quien los celebre lo haga, al menos, con sentido y sensatez.

Las terrazas del centro de la ciudad se llenaron de cuadrillas y familias con reserva de almuerzos y comidas. Otros subieron al vermú y a dar una vuelta después de abrir una botella de champán en casa.Los hosteleros del Casco Viejo de Pamplona han vivido un 6 de julio "tranquilísimo", en el que han llegado a trabajar incluso "menos que un fin de semana" pese a que el día del chupinazo es tradicionalmente uno de los más fuertes para el sector, que vive "una situación muy dura". Así lo señalaba a Efe la secretaria de ANAPEH, Beatriz Huarte, quien valoró la "responsabilidad" de la ciudadanía. Los barrios de Pamplona también fueron testigos de un mediodía tranquilo, en pequeños grupos y muy conscientes de lo que toca. Las calles de Pamplona no verán pasar hoy ni lidar ningún toro. Las cornadas, como dice la consejera Santos, pueden llegar del covid.