Mercado Medieval de los Tres Burgos tuvo ayer un carácter especial, ya que a las tradicionales indumentarias de la Edad Media que habitualmente suelen verse, se les añadió un nuevo elemento: la mascarilla. Por primera vez, con el objetivo de mantener la distancia social y el aforo máximo permitido, el mercado se trasladó desde su habitual ubicación en las calles del Casco Viejo a la plaza del Castillo y el paseo de Sarasate. "Este año es menos realista con las FFP2, pero otras veces sí que parecía un mercado medieval de verdad", destacó Eduardo Eguaras, responsable del puesto de artesanía y piedras Artesanair.

Para Fernando Salinas, de pastas Ujué, la feria tenía más sentido en el Casco Viejo: "Había más ambiente y aunque hay que adaptarse a todo, en esta nueva ubicación pierde un poco la gracia de lo medieval. Igual podría haberse adaptado al producto local, porque ahora se queda un poco descafeinado, pero siempre es mejor hacer que no hacer". Aunque, por otro lado, el artesano de cuero asturiano, Manuel Soez Álvarez, que vive de feria en feria, tiene la impresión de que la nueva localización es mejor. "El paseo de Sarasate es muy céntrico, más amplio y, dadas las circunstancias, con la separación que hay que mantener creo que es perfecto", agregó el asturiano.

Mermeladas, dulces, patés, jabones, cerámica, madera, macramé, cremas y ungüentos y muchos artículos más estaban disponibles en los 70 puestos, de los que 50 son de origen navarro. Estos pudieron visitarse ayer y estarán abiertos durante todo el fin de semana.

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El mercado medieval de los Tres Burgos

Para muchos artesanos, este es el primer mercado en el que participan después de la pandemia: "A mí, personalmente, me daba un poco miedo venir, porque es la primera feria en la que estamos después del confinamiento, pero ahora todo depende de la gente", expresó Teresa desde el puesto de Alfarería Antonio Naharro Flores. A pesar de la incertidumbre, la alfarera explicó que, una vez en la plaza, se sintió más tranquila por la notable distancia entre los puestos y porque, en esta primera tarde, no hubo demasiadas aglomeraciones como estaban acostumbrados a ver otros años en el Casco Viejo.

En el caso de la alfarería, José, padre de Teresa, destacó que las personas tienen que tocar la cerámica para apreciar su calidad: "Igual con la comida no pasa lo mismo y con solo verla ya te apetece, pero aquí es diferente. Tenemos carteles y pedimos que no toquen, pero por si acaso tenemos lejía diluida para desinfectar".

Muchos artesanos comparten la sensación de inquietud, ya que "por un lado quieres vender bien, pero si viene mucha gente mal, por el aforo y, si no vienen, no sé para qué estamos aquí. Es un poco contradictorio, pero tengo claro que tenemos que arrancar de alguna manera", subrayó José.

Color, Sabor y vida Ayer por la tarde en su inauguración, el mercadillo fue un reclamo para todas las personas que paseaban por la zona. Las amigas Itziar Olague y Lea Kromer habían quedado para comer y al verlo decidieron acercarse. "Está muy bien, es algo diferente y he de confesar que ya hemos comprado alguna cosilla", comentó Itziar entre risas.

Por otro lado, Ruth y Amaya vinieron a pasar el día a la ciudad desde Tierra Estella y decidieron echar un vistazo. "Es una buena alternativa para pasar la tarde y que consigue atraer a la gente. Además de que para los comercios es muy importante porque se han quedado totalmente parados", manifestaron. "La gente se está tomando bien las medidas de seguridad y están colaborando mucho con el producto local, se ve que tienen ganas de ayudar", añadió Conrado Muñoz, responsable del puesto de ambientadores aromáticos Cuencum.

Desde la Asociación Producto Local, Jesús Orduna subrayó que la iniciativa es buena para Pamplona: "Tenemos que empezar a respirar, porque no sabemos por qué, pero estamos todos tristes. Nos estamos autolimitando a causa de la Covid, pero si tienes ganas de reírte ¡ríete! El mercado es algo que necesitábamos para salir a la calle y que haya color, sabor y algo de vida que nos hace mucha falta", añadió.