La orilla derecha del río Arga, y concretamente el barrio de Errotazar, era aún una zona de tipo periurbano, cuajada de pequeñas casitas, huertas familiares y alguna que otra fábrica. Existe una preciosa fotografía, obtenida por Julio Altadill en 1895 desde lo alto de las murallas de Pamplona, donde se ve este patio exactamente igual que lo vemos aquí, y se ven igualmente las fábricas de gas y de fideos, la lavandería de Tabar y otros edificios. El nombre de Errotazar deriva del euskara, igual que la inmensa mayoría de la toponimia pamplonesa, denotando cuál fue el idioma que durante siglos predominó en la vieja Iruñea. En este caso concreto significa "molino viejo" (Errota zahar), aunque no parece muy claro a qué molino hace referencia. La imagen nos muestra el antiguo patio con sus dos filas de casitas, de aspecto rural y proletario, que se alineaban siguiendo un eje ligeramente quebrado.

El lugar que ocupó el viejo patio de Navascués se corresponde más o menos con la recién urbanizada travesía de Arbizu, que une las calles de Arbizu y Río Arga. Eso sí, tal identificación solo puede considerarse aproximada, toda vez que ninguno de los elementos que conformaban el patio han sobrevivido a los 65 años transcurridos entre ambas imágenes. En la segunda mitad del siglo XIX el viejo patio perteneció a Saturnino Navascués, de cuyo apellido procedía el nombre del lugar, y sabemos que en él existían tres pequeñas fábricas artesanales de velas, curtidos y cerveza. A principios del siglo XX el patio había pasado a ser propiedad de Baldomero Navascués, primo del violinista Pablo Sarasate y Navascués, y se sabe que en sus visitas a Pamplona el músico solía acudir allí, y que pasaban las tardes tocando el txistu y jugando a las bochas y al mus, que era una de las grandes pasiones de don Pablo.