ola, personas, buen domingo. Sin pasos previos pediré al director de la banda de los paseantes que ataque los acordes del cumpleaños feliz y aturda con ellos nuestros oídos, ya que, como cada año, un servidor y mi niño hemos cumplido otro esta semana. Quien esto escribe ha gastado la friolera de 63 y la criatura, 3. Tres añazos llegando puntualmente a vuestro domingo para que paseéis con nosotros por las calles, sendas, caminos, trochas y vericuetos de nuestra tierra.

La semana ha sido, además de efemérica, cultural. El miércoles me sumergí en la primera de un ciclo de conferencias sobre Velázquez que se está impartiendo en el Museo de la Universidad de Navarra, encargándose de ello aquellos que saben del tema más que el propio artista. Esto no es una boutade; muchas veces el artista o personaje analizado si pudiese ver todas las conclusiones que se sacan sobre él y su obra quedaría sorprendido. La erudición de quien nos habló fue pasmosa: qué envidia me han dado siempre los eruditos, los que dominan un tema, una disciplina, con seguridad, con verdad, con gran peso especifico, no como tantos y tantos parlanchines que aprenden dos fechas y tres palabras de la terminología pertinente y ya parecen doctos en cualquier materia, personas omniscientes que en realidad no tiene ni idea de nada. Creo que se llaman tertulianos. Qué pereza. En esta ocasión la conferencia la dio Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura española hasta 1800 del Museo del Prado, y nos introdujo de lleno en la vida y obra del mago sevillano. En una ciudad pequeña como es la nuestra se agradece mucho cualquier iniciativa cultural, nuestra agenda no es la de Madrid y, aunque solemos estar bastante surtidos de eventos culturales y la oferta suele ser amplia, siempre se agradece un poco de aire culto con mayúsculas.

El jueves asistí a otra charla, pero en esta ocasión en vez de sentarme en el patio de butacas lo hice en la tribuna porque el parlanchín era un servidor. Resulta que hace un par de meses visité la Biblioteca General de Navarra para pedirles que mi libro estuviese a disposición de los usuarios del servicio de préstamo, me dijeron que ya lo estaba, cosa que agradecí, y quien me atendió me ofreció la posibilidad de hacer una presentación de la edición. Acepté la oferta porque, aunque las cosas de D. Patricio llevan unos cuantos meses en la calle y tres ediciones vendidas, nunca es tarde para reunirme con los lectores y hablar entre todos del tema que nos une. Así que el jueves 28, a las 18.30, nos reunimos un puñado de pamplonautas para pamplonear.

Desde la aparición de mi libro han sido tres las ocasiones en las que me he dirigido al público, una on line y dos presenciales. Entre la alerta sanitaria, que marca un aforo limitado, y los horarios, que no siempre son los más convenientes para todos, muchos de vosotros me habéis hecho saber que hubieseis venido con gusto a escuchar mis cosas pero que, lamentándolo, no habéis podido. Entonces esta semana se me ha ocurrido traer a este ERP un resumen de lo que son mis pamplocharlas de manera que todos los que por una cosa u otra no habéis podido asistir tengáis noticia de ellas.

Cabría esperar en una conferencia sobre un libro que el ponente se ciña al contenido y estructura del libro objeto de la presentación, sin embargo yo no lo hago así, yo hablo del todo del que luego extraigo las partes.

La excusa para empezar a hablar suele ser un comentario que cuando empecé a escribir muchos de mis allegados me hicieron y era este: "¿Qué vas a hacer cuando Pamplona se te acabe?". La respuesta a esta pregunta es la que me da pie para empezar a hablar de nuestra historia, ya que en ella me pregunto: ¿cómo se me va a acabar una ciudad en la que ha pasado todo lo que ha pasado? Y es ahí cuando empiezo a hablar de los celtiberos y los vascones que poblaron estas tierras allá por el 800 adC, y de los romanos que llegaron hacia el 75 adC y de cómo aquel primer campamento que levantaron para hacer un alto en el camino a su vuelta de las Galias pasó a convertirse en ciudad romana asentada. Sigo mi charla explicando cuales eran los límites de la ciudad, de cómo ésta fue todo lo que hubo a lo largo de muchos siglos, hasta que en el XII nacen el Burgo de San Cernin poblado por francos y la población de San Nicolás, y conocemos de sus luchas intestinas, de cómo arrasaron con la Navarrería, la primitiva ciudad y de cómo llegan los reyes y crean el reino de Pamplona. Es aquí cuando la disertación ha de ampliarse a Navarra, a la Navarra histórica que alcanzaba tierras mucho más allá de los límites actuales, tierras en las que reinaron nuestros monarcas, nuestras dinastías autóctonas como la Iñiga o la Jimena, sobre todo esta última con todos los Garcés, los Garcías, los Sanchos, los famosos Abarca, Temblón, Mayor, Nájera, Peñalén, el Sabio y el Fuerte, y la llegada de las dinastías francesas por matrimonios y con ellas los Teobaldos, los capetos, los Evreux y con ellos Carlos III y con él la unificación de la ciudad y la erección de la catedral gótica, y la vuelta a reyes peninsulares con los Trastámara y las luchas, que si beaumonteses que si agramonteses, y los de Foix y Albret y la conquista y la pérdida del reino y, y, y, y muchas cosas más y voy desgranando la historia con un nivel académico básico, sin ninguna pretensión, sin ponerme medallas que no me corresponden y hablando en tono llano a gente llana de cosas fáciles de explicar, más fáciles de entender y conocidas de casi todos.

Una vez vista la historia, vehículo que nos trae hasta nuestros días, doy un repaso a cómo han sido los últimos cien años en la cotidianeidad de la ciudad y vemos como ésta ha cambiado profundamente, como a ello ayudó el derribo de las murallas para su expansión, primero en el primer ensanche, corto y poco eficaz, y más adelante en el segundo que solucionó de forma indiscutible el encorsetamiento al que de manera secular Pamplona había estado sometida, y hablamos de si fue o no acertada esta actuación, de cómo sería la ciudad con sus murallas intactas, todas ellas en pie y cerradas por sus portales; y repasamos cómo influyó el desarrollismo industrial de los 60 y su crecimiento exponencial en barrios y comarca y vemos personajes populares y tradiciones vivas y perdidas y nos damos un baño de aquello que nos da vida porque nos acoge en su entorno y en él hemos vivido durante generaciones y en él hemos sido más o menos felices.

Si queréis oír hablar de todo esto y participar y hacer tertulia, no preocuparse, haremos más.

Besos pa'tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

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