es fácil comprobar que el paisaje urbano de 1933 ha cambiado radicalmente. El convento de la Merced, que había sido erigido en el siglo XVI, fue derribado en el año 1945, permitiendo la apertura de la plaza de Santa María la Real. Ello redundó, además, en un mayor lucimiento del palacio Episcopal, edificio que fue inaugurado en el año 1736 y que sirve de residencia a los obispos pamploneses.

Las ventanas del palacio certifican que nos encontramos en el punto exacto donde se situó Julio Cía para obtener su fotografía, y nos muestra una plaza un tanto saturada de vehículos. Al fondo de la calle podemos ver la mancha oscura del Aquavox, edificio metálico que, como si de un portaaviones de la Sexta Flota se tratase, la señora Yolanda Barcina nos endosó en el corazón mismo del casco antiguo de la ciudad. Todo un monumento al mal gusto y a la falta de sensibilidad ante el patrimonio histórico de la vieja Iruñea.

la llamada calleja de la Merced veía aún justificado su nombre por la presencia del convento de la Merced, cuyos paredones de sillarejo podemos ver a la izquierda. La pequeña rúa, encajonada entre edificios de lo que había sido la antigua judería, continuaba hasta la calle de la Merced propiamente dicha, que adivinamos al fondo, dejando a mano derecha el palacio Episcopal.

La fotografía fue obtenida por Julio Cía desde lo alto de la muralla, al final de la ronda de Barbazán, y muestra la calle en una perspectiva aceleradísima, que hubiera firmado cualquiera de los pintores florentinos del Quattrocento. Vemos que la calle tenía entonces un paso alto entre edificios, muy similar al que aún hoy sobrevive en la calleja del Redín. Bajo él se ha situado un grupo de 5 mocetes, mientras que un sexto, más atrevido, se ha aproximado hasta sobrepasar la puerta del palacio Episcopal, muy cerca ya del fotógrafo.