Josu Hernández Asurmendi, tiene 37 años y es vecino del barrio de San Jorge. Lleva 22 años dedicándose profesionalmente al mundo de la jota y ha llegado a publicar tres discos junto a su grupo: Raíces Navarras. En 2019, como colofón a sus 20 años de trayectoria, decidió crear la escuela de Jotas Manuel Turrillas, ubicada en el civivox de San Jorge. El nombre, expone, es en honor al “maestro Turrillas, el más grande compositor de este género”.

“Decidí a crear la academia para darle actividad a mi barrio, San Jorge. Sabía que aquí existe afición por las jotas y que es algo que gusta, pero quería formar una pequeña banda porque no había ningún grupo referente. Antes, en fiestas no contrataban a nadie para cantar”, subraya.

Las clases se celebran los martes de 19.30 a 21.30 horas. Hernández afirma que por la pandemia, hay gente que no acude a clase, porque prefieren esperar hasta que estén vacunados. Solían ser de 16 personas de media antes de la pandemia, y ahora asisten unos 12. “Otros no pueden por el tema laboral, y hemos tenido algún ensayo en el que solo hemos estado cuatro”, sostiene.

Él asegura que otro de los propósitos de la escuela es que se deje de pensar que este tipo de música es para gente mayor. “No lo es, al final es para la gente de Navarra, ya que la sienten tanto los del norte como los del sur. La jota es la raíz popular de nuestra tierra”, remata. Informa además de que en este género musical “hay canciones que hablan del campo, de la madre, del padre, del amor, el desamor. ¡De todos los temas que puede haber existe una jota! Por tanto hay que acabar con el mito de que esto es solo para gente mayor”, expresa.

Hernández manifiesta también que este folklore ha sido dejado de lado por los diferentes gobiernos y muchos medios, “porque no se le presta todo el caso que se debería”. “Así como hay otros festivales y otros actos que se les da mucha rimbombancia, a lo nuestro, se le deja más de lado”. Para ilustrar la importancia de esta música, cuenta que no solo gusta en Aragón, La Rioja y Navarra, sino que también mueve pasiones en el resto del Estado, como descubrió junto a su banda. “Siempre la hemos llevado por bandera, y hemos llenado grandes escenarios, es algo apoteósico. Hemos llegado a actuar incluso en México”, recuerda.

Sobre la situación provocada por la pandemia, relata que estuvieron parados siete meses el año pasado. Primero fue el estado de alarma, y luego, recuerda, llegaron meses de miedo e incertidumbre. “Decidí que era mejor esperar hasta que la situación amainase un poco y tampoco hicimos clases online”, cuenta. El reencuentro se produjo en diciembre, cuando decidieron reunirse de nuevo para grabar un villancico jotero, llamado La Ronda del Pueblo.

Estuvimos parados hasta diciembre, el reencuentro fue a raíz de un villancico. “Era para llevar un poco la alegría a la gente que lo está tan mal, sobre todo gente mayor. A partir de ahí, nos empezamos a juntar y a ensayar de nuevo. El objetivo era que la escuela no se estancase”. Sin embargo, todavía no han “reenganchado al 100%”.

Por otro lado, destaca que la situación epidemiológica ha obligado a suspender los festivales de navidad y de fin de curso. “En julio solemos invitar al salón de actos del civivox San Jorge a mariachis y a un coro rociero. Es un festival muy variado, en el que también hay canciones del sur y habaneras”, agrega. “Siempre se queda gente en la calle, porque los 214 asientos se llenan”.

Hernández manifiesta que se debe fomentar que “la cultura es segura en pandemia”. Subraya que ahora a la gente le puede dar más miedo entrar en teatros, y por eso pide que los ayuntamientos se impliquen y contraten actuaciones al aire libre. “La cultura está aún muy parada y sería una forma de darle la vuelta a esta situación, ya que hay que fomentarla porque mucha gente come de esto”, expresa.

Jesús Muruzábal, de 77 años, es el cantante de más edad de la clase, y se declara encantado de formar parte del centro. “Empecé de pequeño a cantar. En los pueblos habías comidas y meriendas y entre la cuadrilla de amigos empezamos a cantar la jota. Desde siempre me ha gustado mucho”, cuenta.

Itziar Sánchez, de 19 años, es una de las jóvenes del aula. “Empecé con doce años y medio, cantando en mi casa con mi padre y también con mi abuela. Me gustó mucho y me apunté a la escuela de Irabia, además de presentarme a varios concursos, hasta llegar aquí”, explica.

“Las jotas son para todos, no solo los mayores. La siente Navarra entera, porque es la raíz popular de nuestra tierra”

Profesor de la escuela Manuel Turrillas