Tiene más de 100 años de historia. Pero primero estuvo a punto de quedarse sin alumnos y después peligró hasta el edificio, con sus 290 ventanas, 2.500 cristales y 100 puertas. Nada que ver con la actualidad. Ahora ha estrenado patio cubierto y goza de buena salud y una matrícula estable de unos 420 alumnos, dos tercios en el modelo D. Fue precisamente el empeño de un pequeño grupo de familias en defensa de la educación en su barrio, pública y en euskera, lo que salvó hace 25 años las escuelas de San Francisco. "Para el barrio y los de mi edad, antiguos miembros del Kirol y antiguos alumnos, es la vieja universidad de San Francisco. Así la hemos llamado siempre y así tiene que seguir llamándose", corrige Koldo Lakasta, padre de uno de los 13 chavales que el curso 1995/96 estrenaron educación en euskera.

"Nos juntamos unos cuantos padres y madres para sacarla a flote con el modelo D. Y así fue. Con muchas dificultades estuvimos trabajando con esa idea con partidos políticos, medios de comunicación... con todo el mundo. Pero la cosa no iba adelante por la cerrazón de las autoridades. Hasta que hubo un cambio político y conseguimos que se abriera", cuenta Iñaki España en referencia a la coalición PSN, CDN y EA, que en 1995 tomó el relevo del Gobierno de Alli (UPN). "Cuando nosotros llegamos habría unos 40 alumnos, y los años anteriores poco más o menos", recuerda Koldo Zabaleta. Y eso que el colegio llegó a albergar a más de 800 chavales entre 1979 y 1980, con un declive posterior.

"La escuela estaba a punto de desaparecer. Y nosotros veníamos con idea de hacer justamente lo contrario, que es lo que hemos conseguido y de lo que nos sentimos tan orgullosos", destaca Zabaleta.

Protagonistas del primer curso con modelo D, bien como padres y madres o como alumnos. Foto: Javier Bergasa

"Una vez que se implantara, la gente se iba a animar"

Marian Antoñana se acuerda de la cantidad de horas que el grupo de padres y madres echó en reuniones, por ejemplo para que el Gobierno flexibilizara la ratio de 20 alumnos. "Sabíamos positivamente que una vez que se implantara el modelo D la gente se iba a animar a traer aquí a sus hijos e hijas, como así ocurrió. El problema era arrancar. Fue un trabajo constante, se consiguió y al cabo de los años se ve que tiene futuro".

Marian señala "la otra jugada que nos quisieron hacer unos años después" para acabar con el centro. Porque en 1999 el Gobierno de Navarra, expediente de derribo incluido, planteó el traslado del alumnado al Palazio Ezpeleta para tirar la escuela y levantar ahí la Biblioteca General, "porque el solar previsto para la biblioteca se le adjudicó a El Corte Inglés. Hubo otra vez una lucha de toda la escuela para impedirlo. Y se consiguió también", comenta Marian.

Parte de la salvación para el barrio:

"Fue un orgullo para toda la gente que peleó. Y para el barrio fue parte de la salvación, porque concentramos todo el ocio de la ciudad y de Nafarroa. Vale, bien. Pero también somos un pueblo, y nuestros hijos tienen derecho a vivir, a estudiar y a seguir en su barrio. Y eso nos lo prohibían. Afortunadamente aquí estamos", dice Laskurain con la mirada puesta en los chavales. "Lo vivimos con mucho orgullo porque nos damos cuenta de hasta qué punto ha influido un servicio como este en el barrio. Que haya escuela es determinante. El Casco Viejo es como un pueblo, y de alguna forma ha cambiado las relaciones, la forma de estar, el ambiente... es mucho más barrio de vivir que lo que parecía que se quería convertir este Casco Viejo. Es conflictivo querer convivir y a la vez convertirse en lo que es el Casco Viejo, un centro de turismo, ocio... Pero se está demostrando que no es algo imposible", dice Zabaleta.

"Sin un centro escolar el barrio tiende a desaparecer como tal, y desde luego si mucha gente decide quedarse a vivir aquí es porque entre otras cosas tiene este servicio. Aún nos faltan muchas cosas, pero tener la escuela no es poco", confiesa Marian.

La primera profesora:

En 1995 Ane Gaztelumendi figuraba en las listas del Gobierno de Navarra y le llamaron. "Me tocó a mí y ya está", dice quitándose protagonismo sobre su paso "circunstancial" por la escuela de San Francisco. Solo estuvo un año, pero lo cierto es que fue la primera -y entonces la única- profesora del modelo D en la universidad de San Francisco. "El trabajo lo hizo el grupo de familias por los despachos. Y para mí fue una experiencia muy positiva porque tuve todo el apoyo del mundo por parte de esas familias. Estaban muy involucradas en que ese proyecto saliera adelante, El mérito es suyo", reconoce.

Los primeros 13 estudiantes:

Fueron pioneros probablemente sin darse cuenta, porque apenas levantaban unos palmos del suelo. Los primeros 13 alumnos del modelo D de San Francisco ahora tienen entre 28 y 29 años y conservan buenos recuerdos. "Al principio estábamos solos y con una sola profesora. Me imagino que la pobre no podría ni ir a echarse un café", reflexiona Maider España. Opina que el colegio se parecía a Hogwarts -donde Harry Potter cursa sus estudios de magia y hechicería- porque "al fin y al cabo es una escuela de 100 años. Es verdad que ha cambiado mucho, pero por ejemplo el patio casi parecía más un patio de cárcel. Aunque también ese era el encanto que tuvo para nosotros", argumenta. "Los padres traían nuestros propios juguetes para clase. Ellos se encargaron por ejemplo de hacer una casita de madera que teníamos para jugar. El material de clase era muy autogestionado", dice Paula Eslava.

Los primeros alumnos del modelo D en San Francisco, en 1995. Foto: cedida

"Era difícil de conseguir y se hizo realidad. Igual echamos en falta un patio con hierba, que fuera más grande... Pero había aulas de todo tipo; música, laboratorio, ordenadores, gimnasia y un montón de cosas que hacían un conjunto bonito. No nos faltaba de nada", considera Ander García de Vicuña. Ane Zabaleta no se le olvida la sensación de "no tener ninguna referencia de más mayores. Vivíamos en nuestra burbujita de la escuela, y cuando fuimos al instituto fue un shock ver gente más mayor que tú".

Algunos de esos alumnos, en las mismas escaleras 25 años después. Foto: cedida.

Nerea Arza recalca que la escuela "nos permitió quedarnos en el barrio. Todos los que estuvimos en la clase, como vivimos en el casco viejo, pudimos hacer mucha más relación, se pudo crear un grupo... De alguna forma eso también dinamizó el barrio y favoreció que se creara un sentimiento de comunidad".

A Ekhiotz Lakasta le gusta ver cómo está la escuela en 2021: "Hace poco se consiguió la pelea de tapar el patio, y no hay más que ver ahora San Francisco. Lleno de alumnos en euskera, con un modelo D y un proyecto muy potente como escuela y que sigue siendo un referente para el barrio. Igual que nuestros padres se involucraron en las fiestas del barrio, Olentzeros y estas cosas, eso continúa. Incluso hay una electrotxaranga de padres de San Francisco. Muchas cosas siguen a día de hoy. Se consiguió que fuera una escuela muy de barrio. Se siente muy propia", finaliza.