ola personas, ¿preparados para encarar un verano enmascarado?, pues estamos a las puertas de ello así que más nos vale hacernos a la idea. Hoy voy a realizar un paseo por la historia, por la historia navarra con mayúsculas, por la historia de un personaje que si no es el más importante por su peso específico ganado por sus hechos lo es por el poso ganado por su memoria, tanto es así que ayer día 29 se celebró su sexcentésimo cumpleaños y aquí estoy yo para felicitarle. Tal día como ayer del año de 1421 nacía en Peñafiel Carlos de Trastámara y Evreux, Infante de Aragón y de Navarra, Príncipe de Viana y de Gerona, Duque de Gandía y de Montblanc y rey titular de Navarra con el nombre de Carlos IV.

Tan titulado niño era nada más y nada menos que el deseado nieto varón de Carlos III el Noble que le aseguraba la sucesión por línea de varón de su dinastía en el trono del reino de Navarra. Para darle la alcurnia que su heredero merecía el Rey Noble crea a los dos años de nacer su continuador y poco antes de su muerte, el Principado de Viana dotando esta nueva merced de una vasta extensión de terreno que se extendía por Viana y sus alrededores llegando hasta Santa Cruz de Campezo y se adentraba en tierras riojana como San Vicente de la Sonsierra o Laguardia, así mismo se le concedía el señorío de las villas de Corella, Cadreita, Peralta y Cintruénigo

A la muerte de Carlos III, en 1425, le sucede en el trono su hija Blanca I de Navarra. Viuda de Martín el Joven se casa en segundas nupcias con Juan de Trastámara infante de Aragón por ser hijo de Fernando de Antequera. Blanca I ciñe la corona navarra desde la muerte de su padre en 1425 hasta su propia muerte en 1441, sobreviviéndole su marido. El trono está claro que le pertenece al hijo de ambos Carlos, Príncipe de Viana, pero ella en su testamento ha incluido una súplica diciéndole al legítimo rey que por respeto no acceda al trono mientras viva su padre Juan de Aragón. Éste se agarra a esta voluntad de Doña Blanca para llevar la situación a un estado en el que Carlos será rey de derecho como Carlos IV y él será el rey de hecho como Juan I de Navarra. Carlos era un príncipe muy de su época, un hombre del renacimiento, un hombre pulido, con aficiones literarias -escribió "Cronica de Navarra"-, con inquietudes culturales, políglota que dominaba cinco idiomas y mecenas de las artes. Todo lo contario que su padre que era un príncipe de acción, guerrero y fanfarrón. A pesar de su carácter pacífico Carlos no permanece impasible ante el atropello que sufre con la usurpación del trono que legítimamente le pertenece y lucha por él, dando lugar a una larga guerra civil en Navarra en la que se enfrentan dos grupos, de un lado los beaumonteses, que defendían la causa del Príncipe y de otro los agramonteses, que estaban del lado del usurpador Juan de Aragón.

En fin, no es esta página para entrar en profundidades del resto de sus desgracias que fueron muchas: firmas de paces que no se cumplen, batallas perdidas, encarcelamientos varios, ayudas externas, muertes de reyes y nuevas sucesiones en las que nuestro protagonista una y otra vez se veía superado. Ya vimos hace unas semanas que su lema fue "Utrinque ruditur", todos me roen.

No fue un hombre feliz, su padre lo llevó por la calle de la amargura y el destino también puso su granito de arena. Casado a los 18 años con Inés de Clevés enviudó antes de cumplir los 30 y aunque tuvo varias amantes a las que ciertamente quiso y éstas le dieron hijos, todo ello fue fuera del seno de un matrimonio legal y una familia católica al uso, por tanto ninguno de sus hijos pudo sucederle en el trono. Fueron sus hermanas Blanca II primero y Leonor después quienes se sentaron en el trono de los Arista, los Sanchos o los Teobaldos.

Tampoco su muerte estuvo exenta de polémica, ésta le sobrevino en Barcelona a poco de abandonar la prisión a la que fue sometido por su padre en el castillo de Morella en 1461. Dicen que de ahí salió aquejado de una fuerte tisis y que a pesar de que su entrada en Barcelona fue un momento feliz en su vida por ser recibido con gran cariño por parte del pueblo, parece ser que no pudo superar la tenaza que la tuberculosis ejercía en sus pulmones y falleció. Pero... hete aquí que muchos historiadores y el clamor popular apuntan a su madrastra Juana Enríquez, madre de Fernando el Católico, como autora del envenenamiento que causó la muerte de Carlos de Viana, su mayor enemigo. Envenenado o no el caso es que Carlos de Tratámara y Evreux a sus 41 años realizó su último viaje para ser enterrado en el monasterio de Poblet.

Por tanto parece ser que el pobre Príncipe navarro no consiguió ninguno de sus objetivos y poco o nada pudo hacer en bien de la tierra que estaba llamado a reinar, se podría decir que fue un fracasado en vida, sin embargo la historia, en uno de esos giros extraños que ella hace, a pesar de que perdió el presente le hizo ganar el futuro. De todos los personajes históricos que Navarra dio, y son muchos, nadie como él ha llegado tan presente a nuestros días. Ya en el siglo XIX los románticos, vieron en el melancólico y perdedor Carlos un personaje a encumbrar y lo convirtieron en protagonista de obras literarias, como el drama El Príncipe de Viana de la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda estrenado en Madrid en 1844, y lo retrataron en obras de carácter historicista salidas de los pinceles de Moreno Carbonero, Muñoz Lucena, Ramón Tusquets o Vicente Poveda.

Su memoria en Navarra es omnipresente. No solo por la céntrica Plaza que Pamplona le dedicó en el ensanche o el desaparecido y añorado cine de la calle Gª Castañón, sino que aquí decir cultura es decir Príncipe de Viana ya que talmente se llama la Institución que gestiona casi todo lo que por cultural se tiene en estos lares, y con tal nombre se ha bautizado el premio que anualmente concede, y la Revista cultural que periódicamente edita. Príncipe de Viana se llama el instituto de la Plaza de la Cruz, y el de Sant Andreu en Barcelona, así se llama también el colegio de Olite, y en su honor se cría, embotella y etiqueta uno de los mejores vinos denominación de origen Navarra producido en homónimas bodegas. El centro de consultas externas donde todos vamos cuando nos duele aquí o allí en el complejo hospitalario también lleva el título del desdichado príncipe de la melancólica mirada. Y muchas cosas más.

Así pues, Carlos no reinó en vida pero, desde la otra vida está presente en las nuestras. Larga vida al Príncipe de Viana.

Besos pa tos.