ola personas, ¿qué tal todo? ¿cómo vamos superando la morriña de ver las fechas que son y ver que la ciudad no ha mutado a blanco y rojo?, es duro, es duro ver un 4 de julio sin el vallado ya montado, sin los abonos sacados, sin las paredes exteriores de la plaza de toros empapeladas con el cartel de la Feria del Toro, sin los escaparates, bares y demás establecimientos públicos con el siempre polémico cartel de fiestas, sin tener planeado lo que vamos a hacer tal o cual día, sin tener que plantearnos entre cenar con los amigos o dar la matraca con el Struendo, sin los pases para esto o para aquello, sin tener que hacer barra en la peña, sin recibir a esa visita que año tras año nunca falla, sin habernos probado todavía el pantalón por si ya no entramos en él y hay que mercar otro, sin habernos preocupado donde comeremos el 7, sin haber llamado a esa tía octogenaria que vive en la calle Mayor y a la que solo visitamos para gorronearle el balcón y ver cómodos el paso de nuestro santo moreno, sin, sin, sin... en definitiva vuelven a ser como ya dije el año pasado, (yo lo dije antes), los SINFERMINES.

Esta semana, de todos modos, no podía dedicar mi ERP a otra cosa que no fuese a algo relacionado con nuestras fiestas o con su titular, y va ser este último quien se va a llevar todas nuestras atenciones. Se lo merece.

El caso es que el otro día, de par de mañana, leo en la canallesca que la Cátedra de patrimonio y arte navarro, de la UN, ofrece una serie de visitas guiadas al tesoro de San Fermín custodiado en su capilla. Para poder asistir había que escribir a un correo electrónico allí indicado y esperar respuesta. Así lo hice con pocas esperanzas de encontrar una respuesta positiva ya que yo en este tipo de cosas soy bastante gafe y siempre me quedo fuera, pero esta vez fue diferente y hubo suerte, ante la demanda suscitada habían ampliado los turnos y me ofrecían visitarlo este viernes día 2 a las 18:15, acepté sin dudar y esta tarde he tenido la inmensa suerte de conocerlo.

Diez minutos antes de la hora señalada ya estaba yo en la capilla esperando y observando. Como siempre que entro en ese recinto lo primero que miro un buen rato es al protagonista, a nuestro querido Fermín. Hoy estaba guapo, con sus mejores galas, cubierto por esa maravillosa mitra dieciochesca, fabricada en Cantón, China, y que cuenta con infinidad de insectos en oro y una gran cantidad de piedras preciosas, montado todo ello sobre unos muelles que cuando el Santo es llevado en procesión hacen que insectos y gemas se muevan y refuljan con el sol, su medio cuerpo relicario lo cubría una capa roja ricamente bordada en oro. Todos los presentes le dirigíamos nuestra mirada, algunos le fotografiaban, otros le rezaban, todos le hablaban para contarle lo que pasa en la ciudad y él lo agradece porque este va a ser el segundo año que se va a ver privado de esa salida anual en la que todos sus vecinos le ven pasar y le cuentan chismes. Unos cuentan sus cuitas, otros las comunes y otros las del vecino y entre todos le ponen al día y vuelve a su templete con la información suficiente para saber cómo van sus gentes, pero ahora agradece que se le vaya a ver y se le chismorree un poco de cómo están las cosas, las propias y las extrañas.

A la hora prevista hemos franqueado la alta puerta que se encuentra en el lateral derecho de la capilla. Por ella se accede al Tesoro de San Fermín motivo de nuestra visita. Hemos entrado a un espacio que es el correspondiente a los arcos que se ven en la fachada de San Lorenzo en línea con la puerta, tenía yo gran curiosidad por saber que había ahí detrás y hoy la casualidad me lo ha mostrado. El espacio expositivo está formado por unas cuantas vitrinas que albergan tres grupos de piezas: las joyas y elementos de oro y plata; las casullas, dalmáticas, pluviales y todo tipo de capas y mantos; y una tercera que en menor medida se ocupa de los libros, cantorales, evangelios y sermonarios con ricas encuadernaciones. Al fondo una enorme y meritoria talla de madera representando a San Lorenzo que era la talla central de la antigua parroquia antes de las reformas perpetradas por Ansoleaga, Istúriz y demás perillanes.

Nos ha recibido Ignacio Miguéliz de la escudería del Museo de la UN y nos ha explicado de manera minuciosa, docta y altamente instructiva los diferentes elementos que íbamos viendo, su función y procedencia. Nos ha explicado cómo mientras se realizaban las obras de la capilla allá por las postrimerías del siglo XVII, el ayuntamiento de la ciudad propietario y promotor de las mismas, recurrió a los navarros que allende los mares estaban haciendo fortuna para que arrimasen el hombro en la cosa material y se estirasen un poco para poder ornar a nuestro santo como él se merecía. Y los navarros ausentes cumplieron, ya lo creo que cumplieron. Así en una de las primeras vitrinas vemos el obsequio que, entre otros, envió el virrey del Perú D. José de Armendáriz y Perurena I marqués de Castelfuerte (Pamplona 1670- Madrid 1740), a la sazón vecino de la capilla ya que su palacio, uno de los principales de la Pamplona barroca, era el palacio de Armendáriz sito en el solar que luego ocuparon las Salesas y que ahora reforman para sede de la mancomunidad. Las dos jarras de plata que Armendáriz envió son ciertamente apabullantes y las bandejas, de un diámetro de más de 60 centímetros, son algo fuera de lo normal, todas las piezas llevan las armas del donante grabadas para que no quedase duda de quien era el que se había rascado el bolsillo. Ahora bien, a pesar de que hoy en día el tesoro aun es rico no es nada comparado con lo que era, ya que, a lo largo de los siglos, las guerras y otros avatares lo han diezmado. La iglesia fue generosa con las peticiones de los gobernantes con el único límite de las piezas que habían contenido la carne y la sangre de Cristo como son cálices, copones, navetas, patenas y custodias, de los cuales se pueden ver un buen número de ejemplares.

Al final del recorrido se puede admirar uno de los frontales en plata que se mandaron construir para la delantera del altar y en los cuales podemos ver la ascensión de San Fermin a los cielos y una serie de figuras alegóricas de él y de la ciudad rodeadas de gran profusión de rocalla y decoración vegetal.

Sacras, candeleros, cantorales, cruces, medallas, collares, atriles, mitras, báculos, filigranas y un largo etcétera completan la interesante muestra con la que hemos accedido a la parte más íntima del santo, hemos accedido a su vestidor.

Que tengáis unos felices Sinfermines.

¡Viva siempre San Fermín!

Besos pa tos.