ola personas, ¿cómo se presenta septiembre?, pensad que es el mes que trae la vuelta a la normalidad, así que tampoco es tan malo.

A la ciudad no solo ha traído la vuelta a la normalidad sino que nos ha traído eventos desconocidos para nosotros. Veamos.

Hoy viernes he salido a media mañana de casa montado en mi velocípedo porque tenía necesidad de llevarlo a que le diesen un repaso en los talleres que a tal efecto hay en la calle San Antón, antigua Mártires de Cirauqui, y pedalada a pedalada para allí que he encaminado mi ruta. A lo largo del camino he visto una ciudad muy viva. Las calles eran un hervidero de gente haciendo cosas, compras y recados, necesarios, imagino, para volver a la cotidianeidad del curso por un lado y, por otro, indicadores de que las aguas poco a poco vuelven a su cauce.

En Sarasate he visto que estaban instalando un mercadillo medieval de artesanías y cosas de esas. Por una abarrotada calle San Miguel he llegado a mi destino, he dejado mi bici a pasar la "I.T.B." y he seguido mi paseo a pie acompañado de otra de mis máquinas, ésta como prolongación de mi mano y de mi memoria: mi inseparable cámara de retratar. He llegado a la puerta principal de la Ciudadela y he accedido. Su interior hacía honor a su nombre y en ella se levantaba una pequeña ciudad. Una feria de construcción la había llenado de casetas y jaimas en las que un montón de empresas del sector ofrecían sus productos y servicios para construir la ciudad del futuro ya que estaba organizada por el consorcio Passivhaus que en este momento es el evangelio en el terreno del ladrillo, el hormigón y el cristal: lo que no es Passivhaus es el pasado. A penas he hecho caso a este evento porque no es mi terreno y nada entiendo de levantar casas y me he dirigido al recio edificio (auténtico Passivhaus del siglo XVII) del polvorín a ver la selección de carteles que se habían presentado para anunciar los malogrados Sanfermines 2021 y me han gustado más de lo que suele gustarme dicha selección que vemos cada año; si me hubiese visto en la necesidad de elegir uno quizá me hubiese decantado por un retrato muy en primer plano de Caravinagre al que se le escapa una lágrima, esa lágrima es la lágrima de Pamplona por la falta de nuestras queridas fiestas.

A continuación he pasado a la sala de Armas en cuyo segundo piso se expone una importante selección de imágenes sanfermineras titulada 'Guerra a la tristeza. Souvenirs de una fiesta sin igual'. La muestra es ciertamente interesante, la forman piezas pertenecientes al fondo de arte del Ayuntamiento, ya vistas en su mayoría, presentadas en todo tipo de disciplina y soporte: fotografía, pintura y escultura. Un cartel de San Fermín de 1929 firmado por Basiano nos recibe en el zaguán, una foto de Inge Morath a la entrada a la sala; una vez dentro encontramos fotografías de Jim Hollander, Luis Azanza, Jose Luis Nobel, Zaragüeta, Miguel Bergasa, entre otros, pintura de Elena Goñi, Resano, Pardo, Sinués, Balda, esculturas de Muro y un largo etcétera de obra y autores que son pura fiesta a lo largo de las décadas.

He abandonado la exposición y he subido al lienzo de muralla que une el baluarte de Santa María con el de Santiago, a mis pies el puente que lleva a la puerta del Socorro y a mi derecha, en el cuadrilátero que se forma entre el puente, el revellín de Santa Isabel, un lateral del baluarte de Santiago y el paño de muralla que me sustenta, se estaba desarrollando una prueba hípica de las que forman parte el Premio Murallas de Pamplona que este año se ha estrenado y esperemos tenga continuidad. Los caballos galopaban y saltaban con brío, el circuito a decir de los entendidos era pequeño, pero yo lo he visto de lo más interesante, los equinos saltando las vallas con el buen gobierno de sus jinetes me han parecido de una plasticidad tremenda, la Nikon disparaba en modo ráfaga para cazar el mejor momento que ahí abajo se ofreciese. A los pocos minutos de llegar a mi atalaya la competición ha parado para un descanso y he bajado a los fosos para meter la nariz por todos los rincones y me he metido hasta la cocina, he andado por boxes y cuadras fotografiando situaciones de trabajo y cuidado de las bestias por parte de currelas y jinetes, curioseando y charlando con ellos que se han mostrado en todo momento amables dándome todo tipo de explicaciones y dejándome hacer sin traba alguna. El conjunto era fotogénico al máximo, caballos y piedras históricas casaban a la perfección. Sin duda no son estos los primeros caballos que pisan esos barros, a lo largo de la historia miles de ellos habrán vivido entre las paredes que El Fratín levantó en el siglo XVI con fines exclusivamente militares, siendo el animal que nos ocupa pieza clave en cualquier organigrama castrense y eso parece que se notaba, daba la sensación de que los sillares acogían con alegría de nuevo a sus seculares compañeros.

El evento en cuestión, para variar, ha levantado controversia y no ha faltado quien ha criticado duramente la organización de estas jornadas hípicas, argumentando que ha sido una cacicada del alcalde, y que se ha llevado a cabo por el empeño de un concejal aficionado a este deporte netamente elitista, fuera de lugar en una ciudad como la nuestra sin ninguna tradición ecuestre, y yendo más allá insinúan corruptelas por parte de quienes han puesto interés, esfuerzo y trabajo en organizarlo. Argumentan así mismo que en nada ha beneficiado a la ciudad y que nos ha costado un pastón.

A mí todas estas críticas me parecen unas críticas sistemáticas porque la idea y puesta en marcha del cotarro viene de donde viene y de la mano de quien viene: me opongo, ¿de qué se trata? Pues eso.

En mi opinión cualquier cosa, cualquier acto que dinamice, que ponga a Pamplona en el mapa, que traiga gente a pasar en nuestras calles unos días, a dormir en nuestros hoteles, a comer en nuestros restaurantes, (al nuestro han venido, ¿hemos de pedir perdón por ello?), es de agradecer; cualquier iniciativa que nos acerque a la puerta de casa algo poco habitual y nos permita conocerlo de cerca, es de agradecer; organizar unas competiciones de algún deporte que cuenta con participantes navarros y que en algún momento del año les permita jugar en casa, es de agradecer. Viendo estás críticas se diría que hay un sector de la población que solo ve con buenos ojos exibiciones de aizkolaris, harrijasotzailes, y pelotaris.

Hay más mundo aparte del nuestro y vale la pena verlo.

Besos pa tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

patriciomdu@gmail.com

Es de agradecer; organizar unas competiciones de algún deporte que cuenta con participantes navarros y les permita jugar en casa