la plaza de San José, bien cobijada del viento por todos sus frentes y bajo la mole de la catedral, era un magnífico lugar para los juegos infantiles. De hecho, la fotografía nos muestra un total de seis mocetes, todos ellos con pantalón corto, aunque es evidente que la foto se obtuvo en invierno. Se distribuyen por toda la plaza, como si un mal coreógrafo los hubiera colocado así. Ante la embocadura de la calle Salsipuedes distinguimos el perfil inconfundible de una de nuestras fuentes del león, y como telón de fondo puede verse el edificio de la Escuela Normal de Maestros, con sus grandes ventanales y sus perfiles rectilíneos.

Por cierto que, si alguno de los mocetes que jugaban en la plaza hace 86 años anda aún por estos pagos, lo más probable es que se acerque hasta este lugar tan solo en lo mejor del verano, buscando el reposo en uno de sus bancos, y a la sombra de un árbol. Buen sitio para recordar aquellas gloriosas partidas de canicas...

la zona, salvo algunos detalles, permanece igual que en 1935. La fuente que luce en el centro de la plaza es la que antiguamente se encontraba ante la puerta del Mercado de Santo Domingo, en las traseras del Ayuntamiento, trasladada aquí en 1952. Y adivinamos así mismo que, en algún momento del siglo XX, una de las ventanas bajas de la antigua Escuela de Maestros fue transformada en puerta, decorada con resabios clasicistas.

La plaza ha sido, además, reurbanizada conforme a los gustos de fines del siglo XX. El pavimento de adoquines ha sustituido al antiguo suelo de tierra, y los bancos de piedra han sido remplazados por unos anodinos bancos, elaborados en serie en alguna fábrica de vete tú a saber dónde. Recuerdos de la más nefasta alcaldía que la ciudad haya conocido en los últimos tiempos. De hecho, en nuestra opinión, la vieja placita no precisa más que de una reforma más: la que le devuelva sus antiguos bancos de piedra labrada.