lakuntza - Después de Artajona, Olazti y Allo, Lakuntza acogió ayer el cuarto encuentro de campaneros de Navarra. Además, la cita era especial, la primera asamblea general de la Asociación de Campaneros de Navarra/Nafarroako Ezkilazainak, creada el pasado 16 de febrero en Pamplona para mantener viva la costumbre de realizar los toques manuales de campanas y promover su recuperación en aquellos pueblos dónde se ha perdido. También conservar los toques tradicionales y realizar actividades para fomentar su aprendizaje y difusión, según explicaron.

Ayer se acercaron a Lakuntza unas 70 personas entre campaneros y acompañantes de Pamplona, Allo, Artajona, Santacara, Gazólaz, Elía, Arruazu, Olazti, Ezcaray y Amurrio entre otras localidades. “En esta localidad de Álava llevan desde 2007 con una asociación y nos han contado su experiencia. La asociación es para ayudarnos entre nosotros”, apuntó Joaquín Corcuera, campanero de Pamplona y miembro de la nueva junta designada ayer. La completan Jokin Elarre, campanero de la catedral de Pamplona; Ángel Herrero, de Olazti; Carlos Varona, de Santacara; Tomás Bendoiro, de Pamplona; Pedro Martínez, de Lakuntza y José Javier Urdiroz, de Artajona.

Corcuera destacaba que para pertenecer a la asociación no es necesario ser campanero. Y es que está abierta a todas las personas interesadas en el mundo de las campanas, en su cultura o querer recuperar en su localidad el toque manual. Se puede contactar con la asociación a través del correo electrónico campanerosnavarra@gmail.com.

“Otro de los objetivos era promover que los toques de campanas tradicionales fueran declarados como Bien de Interés Cultural Inmaterial en Navarra. Pero promovido por los campaners de Valencia, el Gobierno español los ha declarado para todo el Estado, por lo que ya no es necesario”, apuntó Corcuera.

reconocimiento El presidente de honor de la nueva asociación, que ya cuenta con 58 socios y socias, es Tomás Ganboa, de Arruazu, que ayer recibió un pequeño homenaje en reconocimiento a su gran labor. “Repica como los ángeles. Sus actuaciones nos emocionan a todos”, aseguró Miguel Bañales Leoz, encargado de ponerle la txapela entre grandes aplausos. “Por ser un campanero tan constante, por sacar música celestial con tus cuerdas y por la alegría tan contagiosa que nos transmites, los campaneros de Navarra queremos darte las gracias”, señaló. Asimismo, recordó que fue el campeón en el primer concurso de repiques celebrado en Ihabar en 1967. “Desde entonces, ha ganado todos los concursos en lo que ha participado. Es nuestro Induráin de las campanas, campeón de campeones”, destacó.

Hijo de sacristán, Tomás Ganboa empezó a los 18 años a tocar las campanas. Así son seis décadas arriba y abajo en el campanario de Arruazu, un pueblo al que le llamaban Tierra Santa por sus numerosos repiques. Toda una vida repicando para la misa primera diaria de las siete y media, los días festivos a misa mayor y en los funerales. “El año pasado me dio un ictus y lo he dejado. Me encuentro agarrotado”, observó Tomás Ganboa, de 78 años. No obstante, ayer ofreció un repique con su manera especial de mover las cuerdas. “Toca con muchos ritmos. Al mover las cuerda se pone en trance, hasta tal punto que en ocasiones se hace heridas en los brazos, sangra, y no se entera”, observó Bañales.

Fue el primero de varios repiques, con campaneros de Altsasu, Olazti, Santacara y Elía además de Lakuntza, los anfitriones ayer, con Ángel Alegría y Joxe Arregi, en el que mostraron cómo tocan las campanas en sus pueblos. Los bandeadores se quedaron con las ganas porque las de Lakuntza no se pueden bandear.

Lo cierto es que las campanas tienen un lenguaje propio, civil y religioso, sonidos que acompañan al ser humano desde hace siglos en los momentos alegres y también en los tristes. Asimismo, avisa de que hay fuego o llama al auzolan además de anunciar las horas. Pero con la electrificación de los campanarios, con repiques automáticos, se ha perdido parte de su magia, toques en los que es imposible combinar ritmos, resonancias y fuerza o dejar la campana muda para que coja más presencia. Aunque cada vez se oye menos este lenguaje, continúa vivo, como se pudo ver ayer en Lakuntza.