esde tiempos inmemoriales, el repique de las doce vuelve a sonar conjuntando maleficios y adversidades, y este año, con más fuerza que nunca, contra el nefasto coronavirus, según señalaba ayer Enrike Zelaia desde el balcón de su casa, a unos metros de la parroquia de Altsasu. Y es que las campanas volvieron ayer a bailar en lo alto, un pregón sonoro que llegó a todos los rincones de la villa y que se sucederá hasta el 14 de septiembre, día grande las fiestas de la villa, a pesar del coronavirus.

"No queríamos que este año faltara el repique, aunque solo fuera el primer día, y hemos conseguido autorización para todos los días", apuntó Asier Beramendi, uno de los altsasuarras que mantiene viva esta tradición. También subieron los 79 escalones del campanario los hermanos Iñaki y Jesús Bengoetxea, Félix Martínez, Belén Rubio y Jesús Irisarri. Así, realizaron su propuesta en la parroquia y en el Ayuntamiento para poder contar con los permisos necesarios. "Al párroco, Patxi Izko, le gustó la idea, y también al alcalde", observaron. Para ello, el primer edil, Javier Ollo, se encargó de preparar modelos de declaración responsable para campanero. "No hemos estado en ningún momento todos juntos en el campanario. Hemos arrancado a tocar dos, uno con las pequeñas y el otro con las grandes", explicaron. Mientras, un tercero esperaba a la altura del reloj a que terminase el de las campanas grandes para poder acceder al lugar. Además, una vez bajaba a la iglesia subía otro hasta el reloj, siguiendo la misma mecánica los seis campaneros. Lo cierto es que pusieron el foco en las recomendaciones sanitarias para evitar la propagación de la pandemia.

Fue un concierto de casi 30 minutos en el que cada campanero puso su impronta, seguido con emoción por una treintena de vecinos, algunos de los cuales se saltaron el confinamiento por media hora para no perderse esta cita. "No hacemos ningún mal a nadie y para nosotras es importante", apuntó ayer una vecina.

Finalizado el repique, el sonido de los txistus se adueñó de la plaza con la Banda Municipal de Txistularis de Altsasu que recorrió el pueblo en una alegre kalejira.

"Es una de las tradiciones más antiguas conservada en Altsasu, desde tiempos inmemoriales", apuntó Zelaia, artífice de su recuperación en los años 60 después de que se perdiera unos antes, cuando Altsasu dio el paso definitivo a una sociedad industrial. Para que perdure, el akordeolari recopiló el repique de tres campaneros alsasuarras: los hermanos Mariano y Daniel Martirena y Anacleto Zelaia, recogidos en una partitura que donó al Ayuntamiento de Altsasu.

Se trata de una tradición de origen pagano. "Entonces se realizaba con cencerros como conjuro para proteger la economía doméstica y ahuyentar los malos espíritus". Al igual que otras muchas, esta costumbre fue adaptada por el Cristianismo como una llamada a la oración. "Después fue un toque de obligado descanso para comer, sentido que perdió al pasar a una sociedad industrial, desapareciendo entonces", explicó Zelaia.

El repique fue la única normalidad en la mañana de ayer, en plenas fiestas del casco viejo. Además, cayó en domingo, el día de la feria de la Cruz de Mayo, un escaparate de viejos oficios y demostraciones artesanales en torno a la plaza, ayer casi vacía si no fuera por la presencia de txikis acompañados de sus padres o madres así como otras personas con el pan y el periódico bajo el brazo. Aunque de otra manera, este fin de semana no han faltado las celebraciones, desde casa y compartidas a través de las redes sociales, con concurso de pinchos, poteo desde los balcones con los vecinos y música, en algunos casos en directo con mini conciertos de lujo, entre otras propuestas.

Los sonidos del repique se harán oír en las calles de Altsasu todos los mediodías, hasta la Cruz de septiembre, el día grande las fiestas