l cierre de una escuela rural siempre duele porque se va parte de la vida y con ella desaparece un lugar de referencia que marca la cotidianidad en los pueblos pequeños.

De esta sensación se impregna estos días en el ambiente de Sada, una pequeña localidad de la Comarca de Sangüesa de 90 habitantes, que ayer cerró definitivamente las puertas del colegio San Nicolás al no alcanzar el ratio mínimo por aula exigido por el Gobierno (5) para mantenerla abierta el próximo curso

El 2019-2020 ha sido el último. Su aula unitaria ha albergado a Javier, Alejandro, Aritz y Leyre, a su maestra y directora del centro, María Luisa Eguaras Huici, y a los especialistas que han completado su formación. La crónica anunciada del cierre no suaviza la pena popular, porque es todo un pueblo el que lamenta la pérdida de la que ha sido escuela de generaciones. Las circunstancias han hecho, por ahora, que su despedida sea reducida y sencilla, no por ello menos emotiva. Fue el sábado cuando la comunidad educativa se reunió: alumnado, profesorado, padres y madres, con las medidas adaptadas a la crisis del coronavirus que ha anticipado el cierre.

Un curso de mediados de los 70, con el maestro aibarés Luis Mari Burguete.

Aquel viernes 13 de marzo cerraban la escuela sin saberlo. Aunque eran cuatro, la norma era igual para todos: no se podía volver a las aulas. “Pensamos que siendo tan pocos y en un medio tan pequeño, podrían continuar con las clases presenciales, pero María Luisa ha estado conectada todos los días totalmente pendiente de sus necesidades”, afirma Elena Azcárate Baztán, madre de Javier y de Leyre, que como otras familias apostaron por el modelo de enseñanza rural para sus hijos e hijas. “Son ellos los que han hecho posible llegar hasta aquí”, confiesa la profesora. El reconocimiento mutuo es cristalino. También el agradecimiento. Todo se puso de manifiesto el sábado, entre recuerdos y emociones.

Además de los mencionados, algunos maestros cercanos que allí tuvieron plaza, y el alcalde, Jesús M. Lecumberri, que un día fue alumno y la eligió en su momento para sus hijos. “Reconozco que la educación ha sido exquisita, con el apoyo de maestros y especialistas”, opina el alcalde.

Elena Azcárate la comparte. “La escuela del pueblo es un privilegio, una enseñanza casi individualizada, cercana y familiar , completa en valores, que hemos ampliado con otras enseñanzas en Sangüesa, para que nuestros hijos se relacionen con más niños y niñas de su edad. Pensamos que la apuesta ha merecido la pena”. subraya.

Para María Luisa, la maestra, ha sido “un lujo”. Siente que los 12 años que ha dado a Sada son pocos comparados con lo que ha recibido. Se muestra agradecida por el esfuerzo y el apoyo total de las familias , por haberle permitido participar de las actividades agrícolas y vivir la educación de una forma más libre, con la complejidad del aula unitaria y todas las ventajas de la escuela rural. Ahora tiene su mirada puesta en su nuevo destino como docente en Cáseda. . Sus alumnos y alumnas se desplazarán a Sangüesa Javier, para iniciar la ESO (10 Km), y el resto a Aibar (3 Km) en autobús. Es una buena solución para todos, porque los tres centros: Aibar, Cáseda y Sada han compartido proyecto educativo y vivencias, por lo que se moverán en territorio conocido. “Aquí ya no puede ser, pero contribuimos a mantener la escuela rural de Aibar. Con los dos tenemos muy buenas relaciones”, apunta con satisfacción Elena.

“El corazón sufre porque se va la escuela y la alegría. Aquí cada vez somos menos . Con 90 vecinos y una edad media que ronda los 60 años, ¿qué podemos esperar?. La vida en los pueblos no es fácil, y además, es más cara . E l trabajo y la economía mandan y hacen que la balanza se incline a la ciudad”, resume el alcalde.

“Es difícil asentar población y el trabajo y la economía mandan”

Alcalde de Sada

“Hay que mantener los servicios para que los pueblos no se apaguen”

Vecina de Sada

“La escuela rural te permite vivir la educación de manera menos estricta”

Profesora del colegio de Sada