El suizo Peter Schmied es un enamorado del embalse de Yesa. Dice que allí encuentra “unas maderas flotantes extraordinarias. Tienen formas que parecen miembros del cuerpo humano, caras, seres bailando o sufriendo, animales o simplemente son esculturas de una estética impresionante. Es verdaderamente alucinante lo que encuentro”, asegura.

Peter rescata esas maderas, que flotan como náufragas en aguas de Yesa, las carga en su Renault Kangoo y, de regreso a Suiza, las coloca en una gran terraza. “Las miro con frecuencia y de repente me sale la idea de en qué contexto meterlas”, explica. Siempre conservan su estado original, sin añadir ni cambiar nada.

“Tan sólo las pongo en un contexto humano o animal, a veces con ironía o humor. Las coloco en escena artística para poner de relieve su belleza o su singularidad. Por ejemplo, encontré un pie que parecía haber sufrido mucho. Me recordó escenas de peregrinos con los pies llenos de ampollas. El cuadro ahora muestra la Catedral de Santiago y al lado el pie herido con un texto que le acompaña: ‘llegada a Santiago de Compostela: La meta de un peregrinaje es abrir el alma y la mente, pero desalmadamente hay quienes llegan con los pies abiertos’”.

Descubrimiento casual

Este suizo descubrió Yesa de pura casualidad en 2009, cuando en un viaje turístico con amigos “paramos allí para tomar un baño”. Antes realizaba obras con maderas retorcidas de enebro sueco, porque su hermana vive en un bosque del país escandinavo. Hasta Yesa. En su primer encuentro con el embalse “de varias excursiones nadando volví con las manos y la boca llenas de madera, casi me ahogué. Mi mujer y mis amigos tuvieron que arrastrarme del lugar. Aquel día ya llenamos el minibus con maderas”, recuerda.

Desde entonces es un asiduo. Pasa “como mínimo” una semana al año a orillas del embalse. “A veces mi mujer me acompaña, pero ya está un poco harta y suele aburrirse un poquito cuando no paro. Yo no me aburro nunca, pero la entiendo perfectamente”, reconoce.

“En esa región de Navarra ya me encuentro como en casa. Por todos lados hay gente simpática para tener una charla, en el camping de Sangüesa, en el autoservicio de Yesa o en cualquier bar de Pamplona (aquí hablamos de Pampelonia), pues cuando estoy donde el lago nunca falta una visita de la maravillosa ciudad”. A Peter le ayudan “mis conocimientos del español. Lo aprendí en transportes Mateu&Mateu, en Barcelona, empresa que ya no existe, y luego cursé estudios en Basilea y un año en Sevilla”.

También le encanta recorrer el paisaje en bici. “Siempre descubro algo valioso, algo que deja una impresión imborrable, un campo de trigo impresionante o un pueblecito en el quinto pino, por ejemplo Navardún o Urriés”, localidades de la cercana provincia de Zaragoza “donde en el restaurante te atienden y comes como si fueras un rey borbón”.

Eso sí, comenta que antes le resultaba más fácil quedarse a orillas del lago, “ya que allí había un camping donde doña María preparaba unas chuletas sabrosísimas”. Con o sin chuletas, la visita a Yesa sigue siendo indiscutible: “conozco muchos lagos y ríos que llevan maderas flotantes, pero ninguno tiene la categoría del pantano de Yesa. Claro, hay que dedicar tiempo a la búsqueda. Cuando estoy por ejemplo durante una semana en la región, paso fácilmente ocho horas seguidas al día buscando”, detalla.

Exposiciones

A Peter le gusta exponer sus obras “lo más cerca posible del pantano. Me fue muy importante para mostrar a la gente que tiene a su alcance un lago que esconde tesoros, rodeado de un paisaje maravilloso y que se presta para un baño refrescante”. Algunos de sus cuadros se pueden ver en Pamplona, en el Bar La Mandarra de la Ramos de San Nicolás. Para el que quiera curiosear más y descubrir estas maderas flotantes convertidas en esculturas, su página web es www.peterschmied.ch.