Desde hace 40 años el cohete se lanza desde la Casa del Reloj de la plaza de Los Fueros de Tudela. Lo que en principio se tomó como una medida temporal, no hacerlo en la Casa Consistorial de la plaza Vieja con la idea de evitar problemas con una obra de restauración de la catedral de Tudela, se ha quedado como definitivo. En primer lugar por la cantidad de gente que cabe en la plaza de Los Fueros, frente a la plaza Vieja, pero también por la vistosidad.

Aquel “en 1983 se volverá a la plaza Vieja” que dijo el alcalde Alberto Tantos a los medios, queda ya como una anécdota más. Pese a que aquel cohete de 1982 fue especialmente polémico y convulso, el balcón corrido de la Casa del Reloj se quedó como algo fijo en el inicio de las fiestas tudelanas, aunque años atrás ya se había lanzado desde el mismo lugar. El cohete comenzó en la plaza Nueva y con el paso del tiempo volvió.

Se puede decir que volvió porque frente a lo que se cree, anteriormente a 1956 el cohete (o los cohetes porque en la década de los 40 solían ser varios) se lanzaban desde la Casa del Reloj aunque hablaban de ella como “la Casa del Ángel” dado que el templete de donde sale el niño con alas en Semana Santa se coloca en el segundo piso de este edificio.

El 24 de julio de 1981, la plaza Vieja de Tudela se vistió con sus mejores galas para acoger el último lanzamiento del cohete anunciador de las fiestas de Tudela que se realizaría desde allí.

LA HISTORIA

El entonces alcalde Alberto Tantos (PSN), que había llegado a la alcaldía en octubre de 1980 tras la dimisión de su compañero socialista Paco Álava, fue el encargado de tomar esa decisión. La clave para trasladar el cohete de nuevo a la plaza de Los Fueros se encontraba en que en diciembre de 1981 se colocó un enorme corsé de andamios a la torre de la catedral para su restauración y el temor de los corporativos era que las mallas que la recubrían pudieran arder si caía alguno de los cohetes (ya en la historia se había perdido una torre en la catedral de Tudela). Tantos explicó en los medios que “es una medida provisional que se cambiará el año que viene”, refiriéndose a que en 1983 se volvería a la plaza Vieja. Algo que nunca fue así, se trasladó para siempre a la plaza de Los Fueros dado el éxito que tuvo allí y la amplitud del lugar para acoger a más gente. “Ello no quiere decir que el hecho se convierta en un hábito, sino que cuando ya la Catedral este libre de obras, el cohete volverá a ocupar su lugar correspondiente en el balcón central de la Casa Consistorial”, decían en 1982, pero nunca volvió, ni siquiera cuando en 2003 estaba la plaza en obras.

Sin embargo, nadie entonces explicó que la plaza de Los Fueros ya había sido un lugar temporal donde lanzar el cohete, aunque la tradición de prender una mecha para anunciar que empezaban las fiestas en honor a Santiago y Santa Ana se inició en la Casa Consistorial.

Según se puede ver en las publicaciones de la época, era habitual que se lanzaran varios cohetes a las 12 del mediodía, algo de lo que se encargaba cualquier trabajador y nadie en concreto. El 24 de julio de 1943 “a las 12 de la mañana”, los diarios apuntan que “hubo gran volteo de campanas como anuncio del comienzo de las fiestas en honor a Santa Ana. También se dispararon multitud de cohetes” y se realizaba desde el Ayuntamiento. Dado que no se nombra como algo especial hay que pensar que también anteriormente se hacía, si bien es la primera referencia escrita que existe.

Hay que remontarse hasta 1947 para leer la primera ocasión en que hablan de cohete en singular, como algo único, “sonó el primer cohete anunciador de nuestras tradicionales fiestas”. No se hace referencia a varios cohetes. En 1950, sin que se explique ninguna razón se trasladó a la Casa del Reloj y las crónicas hablaban de que “se rompió la tradición de disparar del Ayuntamiento”, pasándose a la “Casa del Ángel”.

A partir de entonces el cohete comenzó a tener un protagonista y un nombre propio que en esos años fue el teniente de alcalde José Calonge. Así lo lanzó en 1951, 1952, 1953 y 1954, si bien en 1955 el alcalde, Daniel Solano, le tomó el relevo y lo haría también en 1956 desde la misma Casa del Reloj. Pero ya el acto era una cosa oficial en el programa (según Luis María Marín Royo apareció en el programa de 1954) y se creyó necesario darle la importancia suficiente como para pasarlo al Ayuntamiento, ya que ya entonces la Casa del Reloj se encontraba en un estado regular.

Así en 1957 el alcalde Daniel Solano volvió a tirar el cohete desde el balcón del salón de plenos, a donde se habían mudado en el año 1950. Sin embargo, cuando en 1982 volvieron a la plaza de Los Fueros nadie recordó que ese lanzamiento ya se había realizado desde allí varias décadas atrás.

El de 1982

Aquel 1982 fue un cohete para olvidar. En primer lugar porque la noche del 23 de julio tres jóvenes tudelanos murieron en un accidente de coche y con esa noticia y ese pesar se lanzó al día siguiente el cohete de fiestas de Tudela. Los jóvenes eran militantes de formaciones de izquierdas abertzales y muy conocidos en Tudela. Dos ediles de EMK y otra de PTE subieron a la Casa del Reloj con la intención de colocar una pequeña ikurriña con crespón negro sobre la bandera de Tudela que adornaba el balcón. El público comenzó a gritar “¡Fuera!” y “¡Santa Ana!”, mientras el alcalde ordenaba que la quitasen, sin que le hicieran caso, por lo que avisaron a los alguaciles. Los concejales de las formaciones de derechas (UCD) señalaron que “el cohete no se tira mientras no se quite eso”, refiriéndose a la ikurriña y se lo recriminaron al alcalde. En ese momento comenzó un enfrentamiento entre concejales de derechas que trataban de quitar la ikurriña y los de izquierdas que trataban de mantenerla y que se agarraban al balcón, mientras los insultos cruzados volaban.

Finalmente consiguieron retirarlos y seguido se lanzó uno de los cohetes más amargos de la historia de Tudela, tras el cual, las lágrimas (por el recuerdo a sus amigos fallecidos), insultos e intentos mutuos de agresión continuaron. En la calle pocas personas se enteraron de los altercados más allá de que vieran los forcejeos en el balcón por poner o retirar la ikurriña que lo que buscaba era guardar un recuerdo a los jóvenes fallecidos.