pamplona - Tal y como viene haciendo desde hace ya cincuenta años, la tafallesa Inés del Rincón López no faltó ayer a su cita anual en Pamplona por el Día de San Blas. Una jornada marcada en rojo tanto para ella como para el resto de comerciantes, quienes volvieron a exhibir sus dulces junto a las primeras nieves de este invierno.

Como es costumbre, la plaza de San Nicolás y sus aledaños acogieron los puestos de decenas de comerciantes venidos de distintas partes de Navarra. En la esquina con la calle del mismo nombre, Inés del Rincón ofrecía como siempre sus productos para que los degustaran quienes pasaban por delante. Pero a pesar de la aparente normalidad, Del Rincón afirmó que la de ayer no había sido una jornada cualquiera. “Nunca nos ha tocado un día como hoy para venir a Pamplona, no veas qué desastre la carretera. Estaba todo lleno de nieve y hemos venido a 50 hasta llegar al peaje”, expresó.

A su llegada a Pamplona se encontraron una plaza cubierta por la nieve caída durante la madrugada del domingo, que quizá podría animar a más de uno a buscar lugares más cálidos donde pasar la mañana. Pero las precipitaciones no fueron excusa para que la plaza se llenara de gente, con la ayuda de algunos rayos de sol, durante las horas centrales del día en busca de unos manjares tan icónicos como los de San Blas. “Este ratico que nos está dejando es un regalo”, afirmó Inés del Rincón.

Así lo sintieron también otros vendedores en puestos cercanos como Ibai Flamarike. “La mañana tenía una pinta muy mala pero ha respetado un rato y la gente se ha podido acercar”, comentó. “Para como ha comenzado el día ha ido bastante bien. Este año ha sido la procesión con menos gente que he visto en muchos años”, añadió Marifé Herrero.

arraigo familiar “Los que venimos, somos los que venimos toda la vida”, fueron las palabras de Inés del Rincón para definir a sus colegas comerciantes. Aunque llegados a Pamplona desde distintos lugares, a todos les une un nexo común: son descendientes de familias reposteras o vendedoras de dulces. Pastas Virgen de Ujué es la empresa familiar que hoy lleva Inés del Rincón, ya la tercera generación. “Empezó mi abuela, le siguió mi madre y yo ya llevo cincuenta años. Ahora los hijos sólo vienen a ayudar”, añadió.

En la confluencia de la plaza de San Nicolás con la calle de San Miguel, Ibai Flamarique, perteneciente a la quinta generación, atendía el puesto de su empresa familiar, Garrarte, junto a su padre y su primo. “Yo tengo 29 años y llevo viniendo unos 15. Ahora se ha sumado mi primo que tiene 17 años”, afirmó.

El oficio tampoco es nuevo para Marifé Herrero, tercera generación de su familia que acude sin faltar cada año a la plaza. En su caso, además, la tradición es un tanto especial. “Nosotros no vendemos durante el año, sólo aquí el día de San Blas”, comentó.

A buen seguro que el éxito del Día de San Blas en Iruña está en esa especie de pacto por el que cada año no son muchos los hogares donde falta algún dulce, del tipo que sea: roscos, tortas de txantxigorri, rosquillas, cigarrillos, caramelos, piruletas, etc., que ayer no perdieron sus sitios colgados de cada mostrador.

Venciendo a la pereza fueron cientas las personas que en algún momento del día abarrotaron esta zona del Casco Viejo de Pamplona y la iglesia de San Nicolás, en un primer domingo de febrero convertido en una cita familiar en torno al tradicional rosco.

La mañana contó también con la actuación de los y las dantzaris del grupo Duguna - Iruñeko Dantzariak que pusieron el calor de su soka-dantza, un baile con tradición en Navarra desde el siglo XVI y que sólo se repetirá el día de San Juan. La jornada contó también con una visita de una representación municipal en una jornada en la que la venta de dulces alargó su horario hasta las 21 horas.