El legado del pueblo olitense se plasma en su historia, en el recuerdo de sus vecinos y el relato de sus costumbres. Así se vertebró Déjame que te cuente. Olite, memoria e identidad, un documental en el que se recogen las costumbres más antiguas, las jornadas de trabajo de antaño y la forma de vida en la localidad navarra.

El filme, producido por Labrit Multimedia, cuenta las vivencias de los vecinos de Olite en el siglo XX a través de decenas de testimonios. En concreto, un total de 31 personas fueron entrevistadas para grabar el documental que ahora plasma la vida pasada en la pequeña localidad de la Zona Media.

Olite presumía, un siglo atrás, de agricultores capacitados que con sus rudimentarias herramientas labraban la tierra, lavanderas que pulían la ropa con jabón de yeso y hábiles canteros que tuvieron que reconstruir las torres del castillo medieval. Todos ellos transmiten sus vivencias a las generaciones de jóvenes olitenses.

Su voz, recogida en los más de 40 minutos que dura el filme, recrea la vida de los mayores de Olite, creando un documento visual que recompone el patrimonio cultural inmaterial de su pueblo.

Además, en colaboración con la iniciativa, 28 vecinos actuaron para la grabación, metiéndose en el papel de sus padres, abuelos y bisabuelos. También Txibiri Taldea, el grupo de danzas local, recreó el carnaval rural de Olite que data del año 1600, que se considera una de las manifestaciones culturales y festivas más importantes de Olite y que se recuperó en 1992.

testimonios La vivienda familiar de Rafael Moreno Velasco (1933) recogía en su interior al núcleo familiar: sus hermanas y sus padres, al mismo tiempo que resguardaba la cuadra y un granero con gallinas y conejos. “Al principio no había ni agua, tenía que ir yo a por el cántaro para llevarla hasta casa”, confiesa.

María Consolación Lerga Baztán (1918) recuerda las comidas de su infancia, cuando los desayunos eran tortas de pan con aceite o mantequilla y los domingos se cocinaban los platos más elaborados. “Nosotros trillábamos el trigo y en la harinera nos lo guardaban en sacos, entonces, cuando queríamos pan, íbamos allí y pedíamos que lo hicieran con nuestra propia harina”, relata.

Begoña Casanova Gaya (1940) se acuerda de su abuela al pensar en cómo se cuidaban las mujeres en aquella época. “Nuestras abuelas no se lavaban la cabeza porque no había baños, el pelo se lo limpiaban con petróleo y aún así lo llevaban limpísimo”, explica. Y añade: “Siempre se lo recogían en un moño y todos los días se pasaban la peinetilla untada en petróleo para peinarlo”.

Julio Cacho Bados (1920) llegó a Olite siendo joven, cuando al municipio navarro no llegaban personas de otras localidades, aunque recalca que los vecinos le acogieron sin problema.

Olite se edifica como una de las tierras navarras más importantes en producción vinícola, una localidad que destaca por las bodegas y los viñedos que la rodean. Hace un siglo que los bodegueros comenzaron esta labor en el pueblo, una tarea que han transmitido y que ahora sirve para elaborar los mejores vinos de la zona. La pareja Gil Echarri Beruete (1929) fue una de las que dedicó sus días al trabajo de la viña. “Las mujeres estábamos entre 15 y 20 días vendimiando”, explica.

María Delia Andía Remón (1924) trabajó en el campo, recogiendo olivas y vendimiando. “Labraba con la caballería, ahora hay mucho adelanto en estos trabajos”, relata. Y continúa: “De pequeña nos juntábamos dos familias y cuando los hombres descansaban en el pajar, las mujeres íbamos con el trillo”. Recuerda esos años con alegría, al tiempo que explica que aquellos momentos eran de entretenimiento.

Jesús Vidaurre Vélez (1933) cuenta que los guardas de campo vigilaban las acequias, las aguas y los alrededores del campo para que nadie atacara las tierras ajenas.

“Los alguaciles de noche daban la vuelta al pueblo y cantaban la hora y el tiempo”, menciona.