llos van a estar al 50%, pero aseguran que la atención, el mimo, la seguridad y el cuidado va a ser del 100%. Y es que no queda más remedio que reinventarse: separar literas, reducir grupos, adaptar las comidas y las instalaciones y hacerse, poco poco, a la nueva normalidad. Una que en la que los albergues, hasta ahora espacios comunitarios, compartidos y destinados la mayoría a acoger grandes grupos, se tornan más exclusivos. Y pasan de los estudiantes a las familias y grupos de amigos y de grupos que hasta ahora se mezclaban en plena convivencia a otros más pequeños a los que no les quedará más remedio que disfrutar de la naturaleza y del entorno rural por separado.

Conforman la Asociación Navarra de Albergues Lagun Artea 8 instalaciones repartidas en Beire, Legasa, Aibar, Oronz, Lesaka, Ollo y Behintza-Labaien. Eran, hasta hace poco, diez. Pero las de Astitz y Uitzi no han podido volver a subir la persiana después del palazo que ha supuesto tener que cerrar sus puertas prácticamente a inicios de la temporada alta. El resto abrirán ya esta semana y a partir de la que viene, aunque sus responsables coinciden en que el sector se ha visto "gravemente afectado" por la pandemia y la permanencia pasa muchas veces por cambiar de estrategia. Los que pueden, porque no todos disponen de grandes instalaciones y, en este caso, los grandes espacios son clave para mantener la distancia, que es precisamente la que marcará la diferencia.

"La situación no es nada buena aunque ahora parece que va a mejorar, muchos arrancaremos con la vuelta de los campamentos€ Y menos mal -explica la presidenta, Carmen Ester-. Es lo que nos va a permitir seguir funcionando lo que queda de año". Solían abrir en marzo, después de aprovechar los meses de enero y febrero para ponerse al día y hacer reformas. "Estos casi cuatro meses sin funcionar han sido un palo muy duro", lamenta Ester, que también forma parte de la cooperativa que gestiona el albergue de Beire junto a Lucía Arrieta e Iñaki Navarro.

Las de Lagun Artea son instalaciones sobre todo destinadas a jóvenes estudiantes y a quienes se apuntan a los campamentos de verano de toda la Comunidad foral, campamentos deportivos o incluso inmersiones lingüísticas. Iniciativas que, como prácticamente todo, han tenido que suspenderse con la llegada de la covid. Algunas se retoman ahora, pero en este tiempo de impasse y a fuerza de reinventarse, la estrategia pasa por abrirse a otro tipo de público para llegar a más gente, además de adaptar los espacios tal y como dicta la normativa.

"Abriremos prácticamente todos a finales de junio pero también hemos aprovechado para llevar a cabo un curso de formación especial para los monitores orientada a los clientes, para dar más tranquilidad a los padres, con una parte educativa y pedagógica y otra sanitaria más relacionada con el cumplimiento de protocolos", explica Ester. Asume que la normativa "sigue sin estar nada clara. Estamos con un borrador pero esperando un protocolo definitivo para saber cómo actuar. A día de hoy estamos con el 50% del aforo, que esperamos que se vaya incrementando".

Han salido más a las redes sociales. "Nos hemos abierto para darnos más a conocer, para que venga más todo tipo de gente que quiera disfrutar del entorno, no sólo los escolares. Porque el año dependerá de lo que pase en otoño. En verano se va a trabajar, pero poco. Aunque el turismo sea rural cada albergue tiene sus características y todos no podrán adaptarse". Aunque ahora, dice, "puede que a grupos que antes se les decía que no, por ser más reducidos, puedan venir porque será más fácil respetar la ley". En Beire han reforzado la hospedería, las habitaciones privadas de las que disponen con baño propio y una estancia separada del resto, con literas, que se destinaban a campamentos. Ahora un grupo reducido, de una familia o cuadrilla, puede disponer de todo el recinto, que se desinfecta antes y después de cada llegada.

Quitar el miedo En la Granja Escuela Gure Sustraiak de Ollo cuentan con diferentes líneas de trabajo, una dedicada al turismo de actividades y otra también para asociaciones de personas con discapacidad que acuden a sus instalaciones para realizar respiros y diferentes programas. Ambas se han visto afectadas por el bicho. "Los centros ahora son muy reticentes a salir y cuesta más quitar ese miedo, pero el turismo con visitas ya se ha puesto en marcha con grupos de no más de 20 personas y algunos centros escolares ya están haciendo reservas de cara al año que viene. Será algo más exclusivo, antes coincidían tandas de varios colegios y ahora será solo para uno, al igual que los grupos de personas, que también se verán reducidos", explica uno de los responsables, Gorka Cubelos.

Cuentan con 15 plazas para programas vacacionales para personas con diversidad funcional y más de cien plazas en el albergue, también accesible, al que se suman 54 plazas en la posada. "Eso nos permitía en campaña escolar acoger a dos centros a la vez y hasta 80 personas en el comedor. Ahora todo se reducirá a la mitad", afirma. "Así, si hay un rebrote, no tenemos que decirle a un grupo que no puede venir. Y si la situación se normaliza se puede vivir con naturalidad. La gente también agradece que sea algo más reducido y tenemos que trasladar esa confianza que muchos han perdido". Este año, dice, "la temporada alta no ha existido. Habíamos contratado a 7 educadores ambientales que han tenido que ir a ERTE, la sangría ha sido importante y lo que nos queda. Otoño peligra si hay un rebrote", lamenta.

Ofertan visitas reducidas, habitaciones individuales y amplias para priorizar la comodidad de las familias antes de que compartan varias los espacios, han cambiado los menús, han instalado expendedores de toallitas y plataformas para hidrogeles, han eliminado literas y "vamos con el metro en mano. La vida ha cambiado para todos y la forma de trabajar también. La distancia y la seguridad son la clave y hay que perder el miedo a salir".

Lo mismo opinan en el albergue de Lekaroz, gestionado por Aspace, donde acogerán esta semana a su primer grupo tras la reapertura. "Todavía no hay mucho movimiento, ahora empiezan a llamar, también para preguntar cuándo abrimos y para informarse sobre el aforo. Pero hay mucha incertidumbre", señala Ana Rivas, directora de las instalaciones. Tenían sus 132 plazas en julio y agosto prácticamente reservadas y se canceló todo. Los grupos ahora pasan de 70 a 20. Y en las habitaciones de 6 a 4 personas, en 45 metros cuadrados. El comedor, de 130 comensales, a la mitad. "Hemos tenido que adaptarnos, todo es tan nuevo y la normativa no está clara. Cambian los tiempos, que los grupos no entren todos a la vez. Pero lo importante es arrancar, que la gente salga del ERTE (somos 21 trabajadores), y a ver si conseguimos aguantar hasta final de año", valora.

Sus 10.000 metros cuadrados de instalación les permiten jugar con las distancias. "Habrá horarios para los baños en franjas separadas. Hay opciones pero a ver si la gente quiere, hay quien tiene miedo y quien no", señala. El 80% de su clientela habitual viene de centros escolares de todo Navarra y de comunidades limítrofes. "Familias pocas, pero ahora habrá más. Acabaremos reinventándonos: este tipo de situaciones dan para ser imaginativos, hay que verlo así".