El buen amigo Fermín Arrasate Lakoizketa nos dejó la semana pasada, a los 80 años, aquejado los últimos de diversas patologías imposibles de superar. Era la memoria de Elizondo, como buen elizondarra interesado por las cosas de su pueblo, una memoria que atesoraba con recio conocimiento datos significativos de la historia, usos y costumbres y de la toponimia local, al que se podía recurrir en la plena seguridad de que iba a facilitar correcta información o encaminarte a quien o donde encontrarla.
Hijo de Antonio y Ana María, Fermín había nacido en Elizondo el 19 de junio de 1942 y estudió en el Colegio de Lekaroz, curso de 1952, pero por encima de materias regladas su afición se centraba en la ganadería y la agricultura. De él se podría decir que era un nekazari rural pero urbano, nacido y residente en la calle Santiago, en pleno corazón de Elizondo, frente a la “casa de las Jacobas” y la iglesia parroquial, en Fransenea en cuya escalinata de la calle Jaime Urrutia celebraba sus sesiones la Junta General de Baztan.
Aunque por situación económica no lo necesitaba, como tantos otros jóvenes de Baztan decidió emigrar en los años 60 a México, donde, como no podía ser de otra forma de acuerdo con su inclinación, se estableció y dedicó a la ganadería, a la cría de ganado vacuno en una explotación de su propiedad en el predio Bravo Sur de Toluca, histórica capital del Estado de México y la ciudad más alta (2.600 metros sobre el nivel del mar) del país azteca y de América del Norte, y en un despacho público de leche que curiosamente y ante el imparable desarrollo urbanístico del Distrito Federal acabaría rodeado de edificios residenciales.
Aunque todavía mantuvo por un tiempo sus propiedades en México, a donde volvió durante unos años, regresó a a Elizondo para seguir dedicado a su huerta que compartía con otros elizondarras, y en pequeña escala a la ganadería, su gran afición. Por muchos años, era un asiduo asistente junto con su íntimo amigo Luis Landa Arginarena (+) al mercado de los lunes en Donibane Garazi (San Juan de Pie de Port, Baja Navarra), los martes de Ezpeleta (Laburdi) y las ferias ganaderas de Torrelavega.
Por el sur, su huerta lindaba con el paraje Hormakogibela, al otro lado de la famosa granja Egati que existió en la primera mitad del siglo pasado, un topónimo que él nos enseñó, igual que nos dio a conocer el de Gurutzaldekoplaza (actual Plaza de los Fueros) o el curioso de Perruketen Zubie, el puente cercano al Centro de Salud que une Elizondo y Elbete sobre el río Baztan, los nombres de todas las casas de Elizondo, de las artekak (paso entre las casas, preocupado y dolido él también por ver como de forma incomprensible se han ido cerrando) y otros muchos detalles que conocía, nos enseñó y siempre le agradeceremos. Era un baztandarra hasta el fondo de su corazón, un elizondarra que se nos ha ido. Descansa en paz, Fermín