Hace unos días falleció en Pamplona Alberto Bergerandi. 

Como muchos niños de aquella sociedad de finales de los años 50 del siglo pasado, a Alberto le tocó trabajar desde los doce años, ayudando en el pequeño negocio familiar. En su familia nadie había estudiado, más allá de las cuatro reglas. En un ambiente en el que había que robar horas al sueño, desplegando los libros sobre la mesa de la cocina, cuando la casa estaba en silencio, él fue avanzando poco a poco hasta conseguir su sueño de estudiar biología. 

Llegó a la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Navarra y ya lo sabía casi todo sobre pájaros, culebras o lagartos, sobre los hayedos y robledales, sobre los pinares bardeneros. Él hubiera querido que sus conocimientos siguieran ensanchándose y contrastándose en otros espacios educativos más abiertos. Ya antes de concluir la carrera, como hombre inquieto y práctico que era, había establecido contactos con las corrientes más avanzadas e innovadoras de los “biólogos de bota”.

Fue, desde muy pronto, un biólogo de referencia en muchos campos dentro y fuera de Navarra -el director del Parque Nacional de Doñana, Javier Castroviejo, le invitaba al Palacio de Doñana para hablar de sus temas-, en la Camarga tenía a su disposición una casita observatorio, el director del P.N. de Khana en la India lo tenía en su máxima consideración… Nepal, Kenya… era tan modesto como insobornable.

Pero fue aquí, en Navarra, donde más intensa y más apasionadamente desarrolló sus trabajos. Cuando la palabra ecologismo ni siquiera estaba inventada, él ya llevaba años difundiendo la necesidad del respeto al medio ambiente. Por eso recorría Navarra, pueblo a pueblo, con sus cajas de diapositivas y proyectores al hombro, dando a conocer con sabiduría, didáctica y entusiasmo, nuestra naturaleza. Siempre confió en que el primer paso para el respeto y la conservación de la naturaleza era darla a conocer en todas sus dimensiones.

Resucitó la pionera, emblemática y entusiasta organización ANAN – Asociación Navarra de Amigos de la Naturaleza -, fundó ANAT-LANE - Agrupación Navarra de Amigos de La Tierra / Lur Adiskideen Nafar Elkartea -, fue  Amigo de la Tierra y fundador de UGATZA.

Alberto merece ser reconocido y puesto en valor por la pasión y la profesión con la que se dedicó a defender el medio ambiente y también se merece que alguien evite que su vocación y su trabajo profesional caigan en el olvido.

Muchos echaremos en falta el trabajo de Alberto en defensa de la naturaleza. También le echará de menos el majestuoso quebrantahuesos que decidió criar por vez primera en Navarra, fuera de la zona pirenaica, pues un pesado naturalista con un Land Rover -que reconocía tras llevarle comida año a año- parecía muy interesado en ello…

Quizá ahora estén volando juntos.

Descanse en paz.