El pasado 20 de mayo nos dejaba José María Ongay Terés, Josemari, para todos. Su inesperado fallecimiento, a pesar de estar enfermo hacía meses, ha resultado fatídico para su entorno porque era una persona comprometida con todo lo que hacía, su familia, trabajo, aficiones y amigos. Detrás de su fachada formal y aparentemente seria, se escondía un hombre responsable, inteligente, entregado y absolutamente cordial. En su trabajo como policía foral -donde coincidió con su padre unos años (Marino Ongay Liberal, fue oficial de Tráfico del Cuerpo de Policía de Carreteras, Policía Foral a partir de 1965)- asumió retos que le fueron encargados para la transformación de aquella pequeña organización y con escasas competencias, a la que es hoy en día.

Tras prestar servicio como motorista (1974), en el Hospital de Navarra luego y en el Gabinete Técnico después (instructor en la Escuela de Seguridad de las primeras promociones, entre otros cometidos), fue pionero en el desarrollo de SOS-Navarra y más tarde impulsor decisivo del CMC (Centro de Mando y Coordinación) de la Policía Foral, instalando en la comisaría de Beloso las terminales para la atención ciudadana directa de asuntos policiales. Fomentó y trabajó, con su cercanía y competencia, la apertura de vías de coordinación con estamentos e instituciones estatales, generando la confianza necesaria para que hoy en día resulten claves en el trabajo de nuestra Policía Foral. Destaca aquí su figura como “enlace” con la Secretaría de Estado de la Seguridad del Ministerio de Interior en Madrid y con el centro de coordinación policial donde GC/CNP/Ertzaintza/Mossos comparten información. Su elección en momentos y puestos clave deja clara la consideración que de él se tenía como mando, interna y externamente.

Esa forma de ser, realista, ha podido influir en el desenlace tan rápido de su enfermedad. Todos, en la salud, opinamos que llegado el momento lo mejor es partir sin demora y “molestando” lo menos posible a los nuestros. Sin embargo, cuando ese funesto instante se acerca, la opinión cambia, lógicamente. Josemari lo tenía claro y así lo manifestó en los últimos meses, hablando con total normalidad del más allá, poniendo de relieve esa practicidad de la que hacía gala y ofreciendo una lección de serenidad a quienes tuvimos la suerte de tratarlo desde la cercanía y confianza, empezando por su mujer Begoña y sus hijos Javier, Maite e Izaskun. De ellos debe sentirse orgulloso; moderación, sosiego y entereza a pesar del dolor, demostrados junto a una unidad envidiable que engrandece su figura.

Te echaremos de menos, Josemari. Descansa en paz.

Los autores son compañeros de la Policía Foral