La Federación Navarra de Ikastolas, manifiesta su más hondo pesar con motivo del fallecimiento del artista Sistiaga y, mediante este escrito, dedica a sus familiares, amistades y compañeros sus condolencias más sinceras.

En el año 2018 la Federación le dedicaba un cálido homenaje, el Premio NIE, en su empeño por mantener contacto con los profesionales de la cultura y de las artes, poniendo en valor su actividad. Una distinción que lleva implícito el máximo reconocimiento de la institución, como símbolo de gratitud, y muestra de respeto y admiración a las personalidades que considera más destacadas en cualquier campo relacionado con la Cultura y la Educación. Sin duda, él lo ha sido con letras mayúsculas.

Sistiaga (Donostia, 1932-Ziburu 2023) dedicó más de 60 años a la pintura entendida como búsqueda, lirismo y gusto por la naturaleza; explorando en los más intrincados espacios del arte. Desde un comienzo de juventud en París, cuando buscaba referencias en el impresionismo, paso figurativo que más tarde le llevará a la abstracción, comenzó un intenso periplo por el mundo. Su carrea dilatada y exitosa, le convierte en uno de los grandes del arte contemporáneo vasco y universal.

La obra de José Antonio Sistiaga transitó entre la pintura y el cine experimental, dos lenguajes en los que mantiene coherencia conceptual y poética. El trabajo de pintura cinematográfica de Sistiaga, arranca en 1968, un año después de que se descubrieran los agujeros negros del Universo con el cortometraje, hoy desaparecido, De la luna a Euskadi, seguido dos años más tarde (entre 1968 y 1970) por la realización del largometraje experimental producido por X Films Ere erera baleibu izik subua aruaren; título, ideado por el también artista Rafa Ruiz Balerdi, que son un conjunto de palabras inventadas que evocan la fonética del euskera. Hay en ello un implícito desafío burlesco a la censura, pues en plena dictadura el hecho de titular una obra en esta lengua era entendido como práctica subversiva.

Si su obra cinematográfica es excepcional, su obra pictórica no tiene nada que envidiar a aquellas creaciones. Su abstracción gestual, trazada con grandes pinceladas que revelaban la energía de sus movimientos, permite a visitantes de museos, apasionados del arte y coleccionistas, asombrarse y disfrutar de su paleta, siempre fruto de la inspiración del momento y de una gran sensibilidad poética.

Sus obras sintetizan las grandes constantes de su trabajo creador: el movimiento, la luz, el color y el tiempo. En sus primeras obras gestuales encontramos un innegable vínculo con el mundo de la pedagogía de la libre creatividad de Arno Stern y de Célestin Freinet, sus referentes para la pedagogía del arte. Sistiaga es un artista que ha participado activamente en la difusión y promoción de la cultura y el arte vasco a través del mundo.

Sistiaga, junto a Josu Reparaz. CEDIDA

En 1972 participó en los renombrados “Encuentros de Pamplona”, de los que el año pasado se celebró el 50 aniversario. Una de las obras que Sistiaga expuso en estos Encuentros en el Museo de Navarra, y que fue adquirido por María Josefa Huarte, luce hoy, en el Museo Universidad de Navarra.

Tal como dijera su compañero de grupo Néstor Basterretxea, además de que “sus pinturas alcanzan el nivel de los valores plásticos de las mejores obras del arte contemporáneo”, "lo primero que de él se puede decir es que, junto a Oteiza, Ruiz Balerdi y Reinaldo, es de los pocos artistas vascos que ha acudido vehementemente a la labor de la enseñanza del Arte.

Hoy queremos recordar las palabras que la artista Esther Ferrer le dedicó con motivo del Homenaje que le tributó la Federación de Ikastolas de Navarra: “Que el reconocimiento venga de una institución educativa es importante, porque a José Antonio siempre le interesó la educación, no solo la de sus hijos, sino también el sistema educativo en general. Y cuando descubrió el método pedagógico FREINET, llevado por su entusiasmo contagioso, pensó que había que hacer algo por la educación en nuestro País Vasco. Que había que pasar a la acción; dicho y hecho, me contagió el virus y nos lanzamos. Primero con el Taller de libre expresión infantil y un poco más tarde –a José Antonio no se le ponía nada por delante- la Escuela Experimental de Elorrio, todo ello en pleno periodo franquista. Era evidente que estimular la creación en los niños era también una forma de luchar contra la dictadura, igual que lo hacían las Ikastolas. José Antonio lo tenía muy claro: si había que arriesgar, se arriesgaba (…) “Fue un agente de transmisión, en una época en que viajar era difícil, él lo hizo y vino cargado de información e ideas sobre todas las tendencias artísticas innovadoras fuera de nuestras fronteras, y no sólo en el terreno de las artes plásticas, sino también en el del cine, la música y la acción cultural. Los que le conocimos, sabemos lo que aportó en aquella época difícil, y somos nosotros los que debemos ser agentes de transmisión para darlo a conocer”.

Con determinación, en plena dictadura franquista y en el contexto del renacimiento cultural vasco y el surgimiento del movimiento de las ikastolas se puso en marcha la Escuela Experimental de Elorrio, proyecto educativo y artístico sin precedentes en el País Vasco. Sistiaga, Esther Ferrer y Oteiza estaban convencidos de que cada cultura debe recuperar su tradición estética y necesita de una investigación distinta que permita renovar su sensibilidad.

Estamos necesitados de iniciar nuevas búsquedas, que nos ayuden a encontrar salidas al mundo en que vivimos. La obra de este artista de vanguardia, merecedora de los más importantes galardones por su carrera, coherente, dilatada y fructífera, nos sirve hoy como ejemplo a seguir. Porque en su generosidad, modestia y sencillez, hay un camino liberador, que crea espacios para nuevas poéticas, como dijo Manterola: “Sistaga, como gran parte del arte vasco actual es informalista, no sólo descompone la arquitectura del espacio clásico, incluso la forma misma”. Al sutil atrevimiento, al libérrimo nubismo, y a su valentía demostrada en todo su trabajo, dedicamos este recuerdo.

Agur eta ohore, José Antonio!