Corazón de mamá, estoy segura de que eres un ángel precioso en el cielo, pero me haces mucha falta aquí en la Tierra… Mi niño bello, mi luz y mi orgullo, valiente como ninguno librando una y mil batallas derramando alguna lagrimilla que te secabas rápidamente diciendo: “Yo soy valiente y no lloro… ¿Qué premio me vas a dar”? Para toda la familia, pero especialmente para mamá, el premio fuiste tú, y nuestra victoria al pulso de la vida tu trasplante de corazón gracias a esa familia y a ese ángel que te regaló su corazón. Exprimiste la vida a bocados siempre feliz con cada celebración, plan de ocio o juego. Inocente, alegre y vibrante a partes iguales. Eras un precioso soplo de vida y frescura.

Inquieto, curioso y un poco trasto. Amigo fiel de sus amigos y sobre todo de Jesús, al que rezaba por sus abuelitos todos los días. Querido por todo aquel que te conocía, eras “el niño de nuestro barrio” y despertabas sonrisas allí donde ibas.

Tu pasión por tu cole, el Liceo Monjardín, al que echabas besos cada vez que pasábamos por delante con el coche. Y entrega absoluta de todos tus profesores en los dos años que estuviste sin ir al cole por riesgo de covid.

Tenías tanto por vivir mi amor que no dejo de preguntarme por qué me hacías tan feliz. Hiciste mi vida plena. Mi hombrecito maravilloso.

El día 25 hubieras cumplido 8 años, los que tanto anhelabas para hacer la comunión… Duele tanto que no pudieras hacerla, poder ponerte guapo, hacerte una súper fiesta y verte sonreír feliz. Tenías casi 8 años pero la dulzura e inocencia de los 5.

Ahora estás en el cielo con Jesús, con los abuelitos y tantos otros familiares que te habrán abrazado en tu llegada. Mientras mamá te llora sin consuelo.

Ayúdanos a soportar tu ausencia desde tu Estrella hasta que nos encontremos. Mientras tanto, te seguimos amando profundamente igual que cuando estabas feliz entre nosotros. Eres lo más bonito que me ha dado la vida, mi chiquitito. Te adoro. Mamá.