El recuerdo y la memoria de nuestra historia, de la historia de nuestros territorios, es esencial para comprender las decisiones tomadas y cómo se han desarrollado los acontecimientos desde entonces. Y recorrer la basílica de San Ignacio de Loiola, el hogar de este santo canonizado en el siglo XVII, y todos sus alrededores es empaparse de su historia, tener la oportunidad de abrir la ventana del pasado y echar un vistazo en ella, a todo lo que esconden los salones del hogar que antaño estuvo lleno de vida, y que ahora turistas y peregrinos visitan cada año. 

Pero, ¿qué es lo que tiene la historia de Ignacio de Loiola que tanto atrapa a quienes la escuchan? Recorrer el museo que alberga la casa de Ignacio, junto a la basílica, nos ayuda a conocer en profundidad estas vivencias. Y es que su nombre original no era Ignacio, sino Iñigo López de Loiola, y su nacimiento se remonta al año 1491 como el menor de trece hermanos. A pesar de pertenecer a la nobleza, su infancia no fue del todo típica. Su madre falleció poco después de nacer él, y su crianza pasó a cargo de una nodriza, esposa del herrero que trabajaba para su padre.

A través de dioramas y de paneles informativos disponibles en varios idiomas (castellano, euskera y francés), los curiosos podrán repasar la vida de Ignacio, o Iñigo, que al parecer, cambió mucho desde su juventud. Y es que en esa etapa de su vida tuvo otros planes, “persiguió honores y gloria, pero uno a uno se le fueron cerrando los caminos con los que soñó”, recuerdan los jesuitas en su página web.

Tanto fue así que en el año 1521 cayó herido defendiendo Pamplona de los franceses, y fue trasladado de vuelta a Loiola, donde sus vínculos con la fe se afianzaron. Aún se mantiene su espada en el museo, esa que entregó como símbolo de que su carrera militar llegaba a su fin y comenzaba entonces su labor contemplativa. 

Peregrinación

Tras dejar las armas, tomó el bastón de peregrino. Incluso se propuso llegar a Jerusalem, a Tierra Santa, para lo cual necesitaba llegar antes a Roma. En su trayecto se detendría en Montserrat y Manresa, donde comenzó a desarrollar sus Ejercicios Espirituales, base de la espiritualidad ignaciana. Con 31 años, Ignacio prometería castidad, y con 33, en Barcelona, se dedicó al estudio del latín, donde pasó a adoptar el nombre de Ignacio, más latinizado. 

No sería hasta varios años después, en 1534, cuando Ignacio y sus compañeros juraran los votos de pobreza y castidad, y en el año 1540 el papa Paulo III, entonces en el poder, aprobó la Compañía de Jesús, comúnmente conocida como jesuitas. Ese mismo año firmó la bula que permitía esta orden. La Compañía se extendió rápidamente. Pronto, diferentes países contaban con órdenes jesuitas, y entre 1544 y 1563 se fundaron colegios en Colonia, Ingolstadt, Viena, Worms, Estrasburgo, Augsburgo e Innsbruck. Francisco de Borja acudió por su parte a Loiola en 1551 para celebrar su primera Misa en el oratorio de la casa familiar de San Ignacio, que falleció en el año 1556 en Roma, si bien la orden siguió su curso, expandiéndose por el mundo entero. Ignacio fue canonizado por el Papa Gregorio XV en 1622 y proclamado patrono de los ejercicios espirituales y de los retiros por el Papa Pío XI.

Tras su canonización, la Compañía de Jesús impulsó la protección y veneración del lugar donde se convirtió su fundador, para en 1681 pasar a obtener la propiedad de la casa y comenzar la construcción de lo que hoy conocemos como Santuario de Loiola.

Un recorrido completo

Tras conocer su historia en profundidad, son muchos los espacios que los turistas, cada vez más numerosos y aún más acercándose las vacaciones de verano, pueden explorar. Y es que puede visitarse la capilla de la conversión (ubicada en la tercera planta), el santuario, la basílica, el centro de espiritualidad y la biblioteca, además de que también hay un albergue, que desde el año 1990 el Santuario de Loiola ofrece para grupos que organizan actividades educativas, pastorales o de ocio. El santuario, por su parte, está edificado en torno a la casa torre de la familia de los Loiola, en un edificio de los siglos XIV-XV dividido en una parte inferior de piedra, que evoca su pasado de fortaleza, y otra parte superior de ladrillo que representa la evolución a una casa palaciega. 

El interior de la basílica. R.O.N.

En el centro de las edificaciones, por su parte, nos encontramos con la basílica, coronada por una impresionante cúpula. Diseñada por el arquitecto italiano Carlo María Fontana. La primera piedra se colocó el 28 de marzo de 1689 y el edificio se inauguró el 31 de julio de 1738, fiesta de San Ignacio. Toda la obra, en la que trabajaron hasta 600 canteros, se realizó a base de grandes bloques de mármol extraídos del monte Izarraitz.

A su derecha se encuentra la biblioteca, que tal y como explican desde la web oficial del Santuario, alberga fondos antiguos y modernos. “A lo largo de su historia, la Compañía de Jesús ha reunido varios fondos que suman 150.000 volúmenes publicados desde el siglo XVI. El catálogo de libros antiguos de Loiola puede consultarse en Bilgunea y en el Catálogo Colectivo de Patrimonio Bibliográfico”, recuerdan, al tiempo que explican que estos libros que han sido digitalizados están disponibles en Liburuklik y en la Biblioteca Digital Loiola, que ofrece acceso público al patrimonio bibliográfico de la Biblioteca Universitaria de Deusto y del Santuario de Loiola.

Sin duda, un lugar donde conocer un poco más acerca de la historia de los jesuitas y de San Ignacio, cuyo santo se celebra en muchas partes del mundo, con especial mención a Bizkaia y Gipuzkoa, así como a algunos puntos de Navarra, donde cada 31 de julio se conmemora la vida y obra de este santo.