UN plumilla imaginativo podría haber escrito: espectacular, arriesgada y emocionante persecución por las calles de Peralta por parte de dos agentes del orden detrás de un señor gordo y cabezón que circulaba a gran velocidad en un Vespino, sin casco protector y sin luces. La realidad no es ésa. En el otoño de mi vida (63 años), que no todavía el invierno, estando ya jubilado, después de 40 años de docencia en Formación Profesional y en el IES, conocido por bastantes alumnos, se vuelve uno más sesudo, es decir, se piensa más en las cosas antes de hacerlas. Por tal motivo, en vez de andar por mi querido pueblo, Peralta, en un Nissan Patrol largo, que es muy grande y cuesta mucho encontrar aparcamiento, me compré en Falces un Vespino de segunda mano que me costó 150 euros. Total, para poco recorrido... ¡Qué velocidad! Tan contento con mi Vespino, hasta el 29 de octubre.
En un rato que tenía libre, a las 6 y pico de la tarde, me fui al Borrascas a tomarme un carajillo quemado para aguantar hasta las 7 que tenía un trabajo que hacer para entretenerme. Después de tomarme el carajillo, me fui para casa a poca distancia del bar, pero se me olvidó ponerme el casco y encender la luz. Se veía bien, como era cerca de casa y todo el mundo tiene un despiste, pues me tocó a mí.
En el camino me crucé con un coche de la Policía Foral (...) ¡Buenas tardes, caballero! (eso sí, con mucha educación), hace poco iba usted sin el casco puesto en el cruce de la calle Irurzun con Bajada de Escuelas y sin la luz de corto alcance en una vía suficientemente iluminada. Sí, señores, un despiste lo tiene cualquiera, venía de tomarme un carajillo y me disponía a trabajar un poco hasta las 8. ¡O sea, que un carajillo! ¿Le importaría hacerse la prueba de alcoholemia? ¡Pero, hombre, si era un carajillo quemado! No importa, sople. Pues a soplar. ¡Aviso! ¡Ojo con los carajillos! Le faltó poco para dar positivo. Por lo menos, no me sancionaron por ir bebido (...). Le vamos a sancionar por no llevar el casco puesto. Pues muy bien, pero dénse prisa que tengo trabajo. Mi voz después de 40 años en la enseñanza es de todo menos suave y agradable. Al agente no le gustó (...). A consecuencia de esto, también se animó a ponerme una segunda multa, por ir sin luz (...).
Total y resumiendo. 150 euros por la primera y 150 euros por la segunda (...). Pero esto no es lo más importante. Por ir sin casco, me detraen 3 puntos del carnet y por ir sin luz, dos. Lo que no me había pasado en 45 años conduciendo, me pasó esa tarde en mi pueblo. ¡Qué peligro! Un Vespino viejo, con un viejo sin casco y sin luces. ¡A por él!
Muchas gracias a los agentes del orden que tan eficazmente y ante tanto peligro, cumplen con su obligación. ¿Pero no tienen algo más importante que hacer que cazar jubilados que van sin casco? ¿No habrá mayores infracciones que éstas dentro de un pueblo, en las carreteras generales? Gente sin carnet, sin seguro, con coches robados, drogada hasta los ojos, a 200 o más km/h... (...).
Por último, vendo un Vespino y un casco. A partir de ahora, llevaré el tanque, porque no es obligatorio el casco, aunque sí el cinturón. Aparcaré en doble fila, iré en dirección prohibida... En fin, lo normal de todos los días en mi pueblo y no pasa nada. Sé que algunos se reirán al leer estas líneas. Y esa es mi intención. Por lo menos, sirve para que algunos se alegren un poco que falta nos hace. Tendré que acortarles este mes la paga a los tres hijos que tengo, que esa es otra cuestión. Pues estando jubilado, con tres hijos estudiando y los tiempos que estamos... ¡vaya panorama! Sentiría vergüenza ajena si alumnos míos, que son varios los que hay en ese cuerpo, no hubiesen resuelto esto que cuento de mejor manera.
Fermín Basarte Irigaray
Profesor jubilado