Pues sí que nos hemos tomao a pecho la llamada del ahorro. No sé si el Fondo Monetario Internacional se habría atrevido a tanto, pero sin que nadie nos lo pida hemos cogido carrerilla y se está ahorrando hasta en la manera de hablar. El unipalabrismo se extiende que es un primor.
Por poner algunos ejemplos de esta misma semana. Cuando hablan del marrón que les ha caído encima a los socialistas por las primarias, que maldita la hora en que se nos ocurrió la tontadica pensarán algunos, no se pegan el circunloquio que me acabo de marcar. Le llaman directamente la primariada. A la etapa que se abrirá cuando Zapatero nos deje abandonados a nuestra suerte, o nosotros a la suya, lo que según algunos está al caer y según otros ha caído ya; a eso le dicen postzapaterismo. Luego está también el mujerriquismo, que es lo que hacen esas señoras que salen todas las semanas en la Sexta enseñándonos el malratismo (este palabro es ya de mi cosecha) que pasan cada día pensando en mil maneras de gastarse la pasta, mientras los demás ahorramos incluso en lo que decimos, y cualquier día de estos nos recortan hasta la respiración. Esto último se llama recortazo, pero como ya lo conocen ustedes de sobra, no me alargo inútilmente.
He aquí una clara medida de ahorro espacio temporal. Fíjense, sin ir más lejos, el rato largo que se podían haber ahorrado la otra tarde en el pleno de Pamplona, si en vez de referirse repetidamente al fracaso que la ciudad ha cosechado en la carrera hacia la capitalidad europea a las primeras de cambio, hubiesen optado por acuñar el término la candidatada. Te ventilas el asunto en la mitad de tiempo y de papel, que en términos económicos no sé cuánto supondría, pero hay unos cuantos gurús de la economía muy necesitados de dar su opinión, que te hacen el cálculo en un pis pas.
Lo mío no es hacer cálculos, lo sé hace ya tiempo. Si acaso, lo mío son las historias mínimas. Perdón, el minihistorietismo.