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Víctimas y memoria: ni excluir, ni difuminar

Con respecto al día de la memoria de este año, no sé qué ha sido peor, si algunas escenas que hemos visto o las justificaciones posteriores. Algunas argumentaciones pretenden defender que a algunas víctimas no debemos considerarles tales porque no son lo mismo, o que no se puede hablar de todas las víctimas porque, dependiendo de quién lo diga, esa expresión tiene un sentido sospechoso. Hay que pararse un ratito para digerir la profundidad de la barbaridad y de la arbitrariedad que se nos sugiere.

Según esta tesis, deberíamos aceptar que no podemos considerar igualmente víctima a una persona asesinada por ETA o a una persona asesinada por una organización paraestatal, por un disparo a bocajarro de un policía o a causa de torturas. El principio no es, como se acepta generalmente, "a igual vulneración de Derechos Humanos, igual tratamiento", sino que aquí el principio nuevo es otro: "A igual vulneración de Derechos Humanos, diferente tratamiento". El principio no es la igualdad, sino la institucionalización de la desigualdad.

No. Esto no es posible, ni aceptable, ni asumible. Estamos ante una línea roja que no podemos permitir que se cruce porque nos jugamos en ello el futuro de la convivencia. ETA y sus distintas ramas han causado el mayor número de víctimas mortales. Esto merece una valoración propia y específica destacada. No obstante, no todas las víctimas han sido provocadas por ETA, y también éstas deben ser integradas con pleno derecho en un proceso de revisión crítica del pasado, recuperación de la memoria y reconciliación de la convivencia.

Según distintas fuentes oficiales, ETA ha provocado 829 víctimas mortales. Las víctimas mortales provocadas por organizaciones parapoliciales han sido 73, y las ocasionadas por acciones policiales que violentaron los Derechos Humanos han sido 102. Quedan además muchos casos sin esclarecer. Queda también por abordar un fenómeno como el de la tortura que merecerá su propio tratamiento.

Un criterio solvente en materia de víctimas, memoria y convivencia es: ni excluir, ni difuminar. En los próximos tiempos es posible que haya que enfadarse y ponerse muy firme para defender este criterio en sus dos partes.

La primera parte, no excluir, implica que bajo ningún concepto podemos dejar fuera de la consideración de víctima a nadie que lo sea, ni siquiera el factor cuantitativo es argumento para ello, porque de este modo solo serían víctimas las pertenecientes al colectivo mayoritario, el resto no lo serían solo porque, simplemente, representan una quinta parte del total.

La segunda parte del criterio, no difuminar, es tan importante como la primera y necesita contundencia para afirmar que el reconocimiento de todas las víctimas, sin exclusión, no puede utilizarse para desdibujar las distintas vulneraciones de Derechos Humanos o para compensar unas con otras. La revisión crítica del pasado implica una valoración propia, precisa y específica por cada vulneración. Ni las 829 víctimas mortales provocadas por ETA pueden diluirse en un contexto. Ni la violencia de ETA puede servir de excusa para rebajar la gravedad o la calificación de otros 175 asesinatos. Ni excluir, ni difuminar.

Jonan Fernández