HACE unos pocos días nos presentaban a los miembros claustrables de la UNED los presupuestos para el ejercicio 2012. La cercana cifra a los 40.000 millones de las antiguas pesetas, en concepto de gastos, nos permite aventurar tanto su crecimiento exponencial como su actual envergadura. Estos datos, que son públicos, tenían su mayor partida en gastos de personal -siendo casi coincidente con el 50% del total-, lo que nos da una idea de su tamaño, de su estructura y del número importante de puestos de trabajo que genera.

Casi en la misma semana, un estudiante de mi centro asociado requería mi atención como representante de alumnos de UNED Pamplona. La situación de crisis se había cebado con él y me planteaba un problema que nacía en el ámbito económico pero abarcaba toda su dimensión humana.

Este estudiante no podía hacer frente al pago de la segunda parte de su matrícula -la universidad nos permite el pago fracturado en dos veces- porque realmente no tenía dinero y me proponía la posibilidad de liquidar los 220 euros que adeudaba dividiéndolo en dos pagos consecutivos (diciembre y enero).

Es tanta su ilusión por poder compaginar su formación con su trabajo que me puse manos a la obra en todas las instancias que da la universidad como delegado de centro: en el consejo general de estudiantes y en el claustro de la sede central. El resultado fue desalentador. Toda esa estructura maravillosa de los miles de millones se ha vuelto tan compleja, tan llena de normas y plazos, tan inmóvil, que no era posible dar solución a un problema ínfimo.

Estoy convencido de que todas las puertas que se cerraron lo hacían respetando rigurosamente la legalidad. Lo que ya no tengo tan claro es si hacen falta tantas puertas y tanto personal que las cierre.

40.000 millones después, una eficaz gestión particular nos llevó a la generosidad y efectividad de Cáritas que, en tan solo unas horas, se prestó a solucionar el problema.

El día antes de Nochebuena me llegó un correo de este estudiante. Había conseguido un trabajo extra por dos días y ya no necesitaba el dinero que le habían adelantado. Estaba encantado de poder devolver los 100 euros y hacer el pago por sus propios medios. Además, agradecía a la UNED las gestiones realizadas. Su alegría y su entusiasmo han contagiado mi ánimo estos días.

Esperemos que solo sea un hecho puntual y aislado en esta maravillosa universidad. En caso contrario, los responsables y dirigentes de la UNED deberán arbitrar soluciones menos heterodoxas porque, en estos momentos de crisis, es cuando más falta hacen soluciones creativas, generosas y lúcidas.

Txema del Río

Presidente asociación estudiantes Adeuned y delegado centro UNED Pamplona