En estos momentos de convulsiones sociales con la inmovilidad al cambio de instituciones políticas y religiosas, el acontecimiento de la renuncia y elección de un nuevo papa conmociona a la opinión pública y despierta diversidad de opiniones en las personas. Generalmente su figura evoca planteamientos que van desde la papolatria ?excesiva exaltación de la figura papal- a la papofobia ?lo contrario- sin reconocer que toda presencia humana es santa como pecadora. Lla figura de Pedro en el evangelio representa básicamente ese símbolo del actuar humano y religioso. En ese sentido cada uno de nosotros somos Pedro cuando vivimos esa dialéctica interna por seguir en conciencia lo correcto o lo mejor en nuestros actos.

El imaginario humano y cristiano recuerda la tradición utópica de Tomas moro o el sueño de Luther King ?I Have a dream-, incluso el Imagine de Lennon con el más común y anónimo sucesor de Pedro, prototipo de hombre que se encuentra en cada uno de los seguidores de Jesús de Nazareth aunque socialmente se recuerde estos días a un sucesor de Pedro. Ese sucesor de Pedro se encontraba ayer en los pescadores de galilea y hoy en esos hombres y mujeres desilusionados pero esperanzados en pescar en zonas profundas del mar de la vida por deseo del maestro interior. Ese sucesor de Pedro se encontraba en aquellos que subieron al monte del Tabor con el maestro para vivir momentos de gozo ante la incertidumbre del camino a Jerusalén y hoy en aquellos que habilitan tiendas en el monte de la vida para experimentar momentos gozosos de amor y confianza ante un futuro inseguro en la ciudad de la vida. Por aquellos que ayer y hoy reconocen haber negado al maestro pero al final expresan la misericordia gratuita dando la vida por su causa.

Por tanto cuando uno sueña con el sucesor de Pedro sueña también hoy con cada hombre y mujer que viva la disyuntiva de seguir los pasos de su conciencia y corazón. Y ese sueño se cristaliza hoy a través de muchas imágenes como estas. Uno sueña con el sucesor de Pedro subversivo de los valores vigentes de este mundo anclado en el valor del dinero, poder titulado y espectáculo para denunciar no sólo el pecado personal sino también estructural -leyes injustas creadas por el pecado de los hombres - que provoca tantas muertes y genocidios a muchas personas. Uno sueña con el sucesor de Pedro como aquel que rompa los modelos de seguridad que coartan el riesgo de una vida entregada y anónima ?que no sepa tu mano izda que hace tu derecha- centrándose así en la seguridad de la inseguridad ?el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza-. Un modelo de Fe no ceñida a un modelo de filosofía caduca y extemporánea ajena a reflexiones y preguntas que nadie se hace y por tanto respuestas innecesarias para el común de los mortales.

Uno sueña con un sucesor de Pedro que viva la unidad de las espiritualidades y religiones desde la predicación de la ortopraxia ?de la recta acción, ágape- y no sólo desde la ortodoxia ?recto pensar- del maestro. Dios no se le puede reducir a un pensamiento y creencia y este Dios sin forma adquiere forma en el Amor ?ágape-, rostro en cada individuo que da de beber al sediento y en el receptor de esa acción dado que somos su providencia tal como escuchamos los cristianos en el lunes de la primera semana de cuaresma. Uno sueña con aquellos cristianos que no pretendan perpetuar su anacrónica y orgullosa prestancia de la seguridad religiosa, heredada de sus mayores y continuada en sus descendientes, y vivir así desde el riesgo de la entrega gratuita, del amor sin medida hacia los demás. Trabajar también por una espiritualidad humana donde creyentes y ateos nos una la común voluntad de ayudar a los demás como nos dirá Vicente Ferrer.

Uno sueña con el sucesor de Pedro para que la celebración sea liturgia ?litos-orgia, acción del pueblo- expresada por el Espíritu del maestro en la fiesta de la vida sobre la muerte, de la justicia sobre la injusticia de su maestro muerto por su coherencia de vida de entrega amorosa, gratuita y anónima por la humanidad pero resucitado por el Padre obrando justicia final. Una liturgia que reviva la entrega actualizada en el amor ágape del maestro ahora en sus seguidores. Una comunidad de carismas y de iguales donde uno no sea más que otro y si lo es más sólo por el servicio gratuito. Ajena a discursos anacrónicos y elementos o ropajes extemporáneos donde el cristiano no se distinga de los demás ni por su vestimenta ni por ser de un país como dirá Diogneto en su discurso inicial del cristianismo.Uno sueña con el sucesor de Pedro que apuesta como lo hizo su maestro a diferencia de otros maestros de la época por salir al encuentro de todos los excluidos de la religión o nación de su tiempo, samaritanos, paganos o excluidos por sexo, mujeres, o excluidos por enfermedad, leprosos, etc.

Ese sueño se hace realidad cuando sus seguidores se acercan y acompañan a los excluidos actuales como los enfermos, de los poderes facticos del mundo, los pobres, hambrientos y desahuciados de sus casas, excluidos por sexo, mujeres maltratadas, homosexuales, etc. Uno sueña con un sucesor de Pedro, pobre y con escasa prestancia de medios que busca esa pobreza en la existencia de una vida digna de comida, vestido y vivienda que pase a vivir a una casa sencilla y normal como lo haría su maestro pero sin pretender ninguna riqueza ajenos de a poderes de privilegio en nuestra sociedad. Uno sueña con un sucesor de Pedro que viva una iglesia plural de personas, mujeres y hombres en su diversidad sexual con las mismas oportunidades de recibir la llamada para servir de todos los modos existentes en la comunidad del maestro.

Que viva la utopía del reinado de la paz, justicia y libertad de su maestro. Esa utopía siempre inalcanzable pero que nos sirve para caminar como nos dirá Galeano. Soñar con el sucesor de Pedro es soñar con todos los sucesores de Pedro, todos los cristianos, pastores y laicos, y también con aquel que el mundo reconoce como el único sucesor de Pedro y estos como continuadores de la misión de amor, subversiva y sanadora del maestro.