Ya sé que me ampara la ley. No se puede decir esto con la frecuencia deseada pero, en este caso, así es, y resulta que no me parece justo. Y me explico: soy un jubilado, o parado (que no quieto), caminante, paseante o deambulante, da igual. Y me dispongo a cruzar un paso de cebra. Mi derecho como peatón me confiere preferencia sobre los vehículos que circulen por la calzada ¡Qué bien!, solo debo cumplir unas mínimas precauciones: mostrar mi intención de cruzar, mirar a ambos lados y esperar a que los vehículos se detengan o demuestren que van a hacerlo. Vale. La bici reduce su velocidad y me esquiva, la moto se detiene y echa pie a tierra, el coche también para (sin duda, Pamplona es una ciudad de gente educada), yo inicio mi marcha satisfecho, sonriente y mostrando mi agradecimiento a sus conductores (es que también vivo en Pamplona). Se acerca una villavesa, de las articuladas, 18 metros de largo, con unas 130 personas dentro (cada una con sus quehaceres, sus prisas, sus compromisos), más de 15 toneladas de peso, que reduce su velocidad de 40 a 0 en 3 segundos (para no arrollar a la moto, porque el conductor de la villavesa también vive en Pamplona) y a su lado un camión de 30 toneladas (que posiblemente no es de Pamplona, pero se detiene también) y yo? continúo mi paseo con sonrisa de agradecimiento y ¿satisfacción?, mientras los motores vuelven a rugir (en una lógica protesta) para que el aceite, gasolina, gasoil, frenos, nervios y neumáticos puedan llegar al próximo paso de cebra? ¡Ah, la ley que me ampara! No me parece justo.