Los genocidios, las guerras, las masacres, las razzias… la inhumanidad humana tiene sus días contados. Todos los desastres en la historia han tenido su final y les ha seguido un periodo existencial sobre la naturaleza de nuestras acciones, el periodo de las grandes preguntas. El sentido de la vida de verdad, de lo verdaderamente humano, está ahora en Palestina. Nos cuestiona. La contestación del pueblo consciente de parar el genocidio, reunido este sábado en Madrid, es firme, consistente, clara y segura. Parar el genocidio de inmediato.

Se sabe ya que el PSOE no considera que su aliado Israel esté cometiendo un genocidio, pese a la denuncia internacional (Amnistía Internacional, Corte Penal Internacional, el grupo de La Haya, UNRWA, ONGs…). Sabemos ya que una parte de la política profesional instalada en Europa no va a parar la masacre y se sabe que se lucran de intereses económicos junto a Estados Unidos. Así las cosas, solo la movilización social puede poner freno a esta segunda venida de esa otra forma de nazismo que, paradojas de la vida, supone la acción genocida de un estado constituido por gente que en su día sufrió en sus carnes algo que ahora ellos hacen a otros. Aunque habría que decir que es un Estado y no un pueblo el responsable de ello. Y sabemos que ni tan siquiera todo el pueblo de Israel, afortunadamente, está a favor de la “limpieza étnica” y el asesinato masivo en Palestina.

Mañana, un buen día… el genocidio acabará, aunque no por sí solo; y será entonces cuando todavía habrá gente que teniendo los crematorios al lado de su casa (como ocurrió en Alemania en la época nazi) no se habrá enterado de la masacre. Los responsables por acción y omisión tendrán que ser juzgados, como ocurrió en Núremberg, y, aunque es muy pronto para eso, habría que ir pensando en ese escenario, para el que no bastará con que les dejemos de votar. Solicitaría a la Corte Penal Internacional que ponga sus miras en el papel de quien protege a un genocida (Hungría, por ejemplo) y a quien colabora con él (España sin ir más lejos).

El presupuesto militar aumenta y los conflictos bélicos en el mundo, como no podía ser de otra manera. Tenemos problemas locales que resolver (exclusión social, precariedad, vivienda, carencias asistenciales en salud, asistenciales…) pero parece obvio pensar que mientras las inversiones de los países en materia social sean escasas y nada equitativas o desvíen tanto dinero a fomentar las guerras y a los privilegios de las élites socioeconómicas, no vamos a poder resolver ni lo uno ni lo otro. El genocidio empieza en las Bardenas Reales de Navarra y en el apoderamiento militarista de las riendas políticas en el planeta. La actividad parlamentarista en eso parece testimonial y simbólica. Parar la masacre requiere algo más que gestos. Solicito a los políticos honestos, si todavía quedan, que se desvinculen de las posturas colaboracionistas y rompan relaciones con la alianza genocida, por dignidad.

En Madrid estuvimos miles de vidas humanas clamando por otras vidas humanas, sean del origen que sean. Si a estas alturas, los medios de comunicación y los políticos profesionales no se plantean su responsabilidad moral para con el genocidio, está claro que lo dicho más arriba, que solo la protesta social puede paralizar la masacre, se nos plantea como una responsabilidad individual que habrá que seguir colectivizando en todas partes: en las redes, en la calle, en los centros de trabajo, en nuestra comunidad de vecinos, en los espacios de ocio y cultura. Es urgente y necesario que todos los días una vida más se sume a esta causa para salvar otra vida más. Uno a uno, codo con codo. Como es urgente y necesaria la unidad y solidaridad interna de toda la gente que se mueve contra el genocidio. Mañana, un buen día… amaneceremos más humanos que antes y será, sin duda, porque estaremos unidos y decididos a parar esa barbarie.

¡Resiste, Palestina! Seguimos contigo.