“Como no sabían que era imposible, fueron y lo hicieron”. Pintada argentina.

dice Arundathi Roy que la metáfora más apropiada para comprender la demencia de la civilización actual es el glaciar Siachen, en Cachemira, entre Pakistán, India y China. Aunque su nombre significa “donde crecen las rosas salvajes”, allí solo prospera la fría muerte, pues se trata del campo de batalla más blanco, a 6.000 metros de altitud. El glaciar no polar más grande del mundo es conocido como el tercer polo. Y alberga una guerra oculta de 30 años entre los dos primeros países, con unas 6.000 bajas.

Los glaciares se han convertido en un termómetro para medir la salud del planeta, como las abejas, los osos polares o el plástico flotando en el océano. No solo por su retroceso, sino porque al adelantar la desaparición de su lengua helada por el calentamiento global, surgen restos que hablan. Proyectiles de artillería, tambores de combustible, hachas para hielo, botas viejas, tiendas, aparte de cadáveres congelados y otros desperdicios que, combatientes indios y pakistaníes siguen generando hoy en conflictos sin sentido. Por ello se han convertido también en medida sobre la veracidad de los medios.

Del mismo modo, muchas verdades afloran decenas de años después de ser negadas a capa y espada por el espeso grosor del hielo ideológico dominante. Los daños del tabaco, los perjuicios del amianto o los tubos de escape. La influencia de la química en el cáncer, las fortunas derivadas de las guerras. La Memoria Histórica florecerá. Ahora se ha acuñado un nuevo término que promete dar mucho juego: el Estado islámico. 13 años después del 11-S seguimos sin saber el autor del atentado, pero podemos intuir el beneficiado. ¿Cui bono? decían los romanos. ¿Por qué ese Estado perverso no ha atacado nunca a Israel? Atruenan tambores de guerra con fines conocidos. Sembrar el pánico, retrasar el fin del imperio, vender armamento, apoderarse de materias primas, atemorizar a sectores críticos, impedir el descenso de los beneficios derivados de los combustibles fósiles, mantener el poder?

Cuando a los mortales de a pie lo que nos mata es el Estado capitalista. No hay sitio suficiente para enumerar las nefastas consecuencias que tiene en los ámbitos más básicos para el ser humano. Todo es mercancía, nuestro tiempo, el aire, el agua y el sol, los órganos humanos, los bebés robados, la huella ecológica, etcétera. Más de 300.000 personas se han manifestado en NY para denunciar la convivencia entre los poderes político, económico y mediático, que nos asfixian a las personas y al planeta, coincidiendo con la cumbre climática en la ONU. La paradoja de los glaciares es que cuanto más corta es su lengua, más hablan. Siguiendo la lógica perversa del Premio Nobel de la Paz, ello bastaría para bombardear Wall Street, el Capitolio, el Pentágono, Hollywood, Frankfurt, Bruselas, Zurich, las principales bolsas, la sede del BCE, las sucursales de Goldman Sachs o el Deutsche Bank... (añada el lector si lo desea, algún otro lugar especialmente odioso por su significado).

Otro longevo glaciar viviente ha hablado. Con la frialdad que proporciona estar de vuelta, y una lengua corta pero aún lúcida, hasta Kirk Douglas se ha dado cuenta. En su libro recién editado sobre la caza de brujas del Macarthysmo, Yo, Espartaco, explica cómo tuvo que luchar para denunciar el oculto acoso político que sufrió. Cómo pudieron rodar el film en los peores años del miedo y la paranoia. Dice: “?en aquel tiempo, el enemigo eran los comunistas, hoy es el terrorismo. Los nombres cambian, pero el miedo permanece”. Y recuerda el afán delator que animaba a actores como Gary Cooper, Montgomery Clift o un tal Ronald Reagan.

Espartaco se basó en una obra que Howard Fast, popular autor de novela histórica, escribió cuando estuvo encarcelado por su apoyo a un grupo antifranquista español, el Joint Anti Fascist Refugee. Según George Clooney, que prologa el libro, el fin de la caza de brujas en Hollywood fue el 19 de octubre de 1960, día que se estrenó la película de Stanley Kubrick, cuando gracias al empeño de su productor (K. Douglas) se puso en los créditos de la película el nombre de su verdadero guionista, Dalton Trumbo, oculto hasta entonces por las acusaciones de comunista.

El trabajo de un glaciar es llevar grandes bloques de roca, de la montaña al valle, y el de Sísifo volver a subirlos. Pero nadie se da cuenta de que existen, ni que están en movimiento hasta que el hielo se funde. Hay proyectiles escondidos dentro del sistema que surgen con el calentamiento social. Gargantas profundas como Assange, Manning, Falciani, Kerviel o Snowden, disparan contra las guerras y la desinformación, cuando el tabú se derrite. Para Clooney, la verdadera naturaleza de una persona (su grandeza o su miseria) se observa en esos momentos que te juegas el tipo, tu trabajo, tu físico o el futuro de tu familia: “Sin duda, K. Douglas está hecho de una pasta especial”. Tanto como para mantenerse íntegro tras pelear contra el hielo de las mentiras de Macarthy. El momento en que el esclavo transforma su dolor, primero en pensamiento, y luego en lucha colectiva, permite una posibilidad de liberación. Una mayoría silenciosa viajaba congelada en el interior del glaciar, pero un calor social le está sacando a flote?

Es posible que dentro de medio siglo los libros de historia califiquen de alguna forma especial los días que hoy vivimos. Donde las amenazas para la humanidad son tan extremas y al mismo tiempo las posibilidades de cambio tienen su chance. Tal vez el calentamiento global y el calentamiento social tengan una relación de amor-odio. El glaciar de Siachen quizá habrá desaparecido, pero la ciudadanía puede y debe tomar protagonismo con su calor en la calle para sacar a la superficie la verdad oculta. Esa palabra tan pretenciosa y romántica al mismo tiempo. Depende de nosotros/as, nada más y nada menos.

El autor es miembro de Attac Navarra-Nafarroa