llevo unos días pintando y limpiando la sala de yoga de Irotz. La parte de dentro no me ha costado mucho. La parte que ve toda la gente me ha quedado bonita y me ha proporcionado satisfacción desde los primeros brochazos. Sin problema.

Pero, este año, había pensado pintar también la parte de fuera de los grandes ventanales que hay en la sala, la que no se ve.

Me he asomado y he visto que había mucho trabajo. Muchas telarañas y suciedad de años. He hecho una aproximación y un primer intento de abordar el trabajo y me he dado cuenta de que había muchos recovecos, muchos rincones de difícil acceso? Y me he empezado a agobiar? “Uf, mejor lo dejo para otro momento, que le den pomada?” Etcétera.

Y me he metido de nuevo dentro de la sala. Dando vueltas sin encarar ninguna faena porque estaba bloqueado.

En un nuevo arranque he vuelto a salir trapo en ristre y me he dado cuenta de la metáfora evidente entre la limpieza de los ventanales y el trabajo con mi inconsciente. Ese reverso amplio de mi personalidad que permanece velado condicionando mi vida y mis decisiones.

He comenzado a limpiar, a recortar las zonas que no había que pintar, etcétera, y me he visto en una pequeña catarsis que me liberaba, que me comenzaba a desbloquear. Una vez que lo he enfrentado a sido más fácil de lo que pensaba al principio. Con que claridad veía que, a través del trapo y los ventanales, lo que estaba limpiando era la parte oculta de mí mismo.

Cada rincón, cada rugosidad de la madera vieja, me hablaban de mi historia. De cómo me relaciono con las cosas que me cuestan. De cómo no quiero ver o eludo mi responsabilidad en determinados temas.

Qué fácil es aparentar y mostrarse lustroso hacia afuera. Y cuánto cuesta pasar el estropajo por tus zonas enquistadas.

Finalmente, he conseguido un método de trabajo y he limpiado y pintado de color arándano los tres grandes ventanales que dan luz y paisaje a este pequeño templo de Irotz. Siendo plenamente consciente de que me estaba limpiando a mí.

También he observado con claridad que si me he dado cuenta y, más importante todavía, me he atrevido a enfrentar el bloqueo y superarlo, ha sido gracias a mi entrenamiento de yoga. Tantas horas trabajando posiciones y dinámicas que bordo perfectamente? Tantos años abordando posiciones y ejercicios que me cuestan muchísimo? Me han conducido a observarme en una situación incómoda. Darme cuenta de qué había detrás? Y resolverlo.

Por eso pensaba: “Cuidau con las vías de crecimiento personal gustosas, que no te cuestionan, que no te plantean retos y te dejan con el gustirrinín de las cosas que te salen fácil”.

No os preocupéis, no voy a crear una nueva terapia y a poner a toda la gente a pintar nada. Lo fundamental es pillarte, verte. Sentirte y no engañarte a ti mismo.

Para otra persona el reto será fregar con alegría las cazuelas de una copiosa comida familiar? O subir una cuesta que te cueste? O perdonar al compañero de trabajo que te toca la moral.

Pero lo que puedo asegurar es que si te enfrentas al bloqueo -en este caso la limpieza de una parte difícil de la ventana- te enfrentas a tus patrones de comportamiento. Y el resultado es profundamente terapéutico, profundamente sanador.

Y si tardas demasiado en hacerlo, comenzarás a perder brillo en lo externo. No quedarás bien fácilmente. Tarde o temprano se manifiesta lo que llevas escondido. A veces de manera descontrolada. Lo que hay dentro también necesita expresarse. Y lo hace, aún en contra de tu voluntad.