me da pena el cierre del bar restaurante Mikael, en la plaza de la Cruz de Pamplona. Supongo que los negocios, como todo en la vida, tienen también un principio y un final. Pero el bar Mikael ha sido una pequeña referencia social en esa zona del Segundo Ensanche los últimos 45 años para varias generaciones. Uno de esos bares parroquiales, junto a la iglesia de San Miguel, que han ido desapareciendo con el paso del tiempo. Creo que quedan otros dos aún, el bar Rex, en Cristo Rey, y el bar Don Bosco, en Salesianos. No ha sido la falta de negocio lo que ha llevado al posible cierre del Mikael, sino precisamente la posibilidad abierta por el párroco actual de San Miguel de hacer mejor negocio con esa propiedad parroquial que lo que suponía el alquiler del bar. Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho, que exclamara impotente El Quijote. Algo parecido. En su perfecto derecho y todo legal, por supuesto. Aunque la legalidad y las perspectivas de más y mejores ingresos para la parroquia supongan la pérdida de cinco puestos de trabajo para personas en edad avanzada. Me da pena también la actitud mercantilista de la parroquia. El arzobispo se lava las manos y pasa la responsabilidad al párroco Luis Oroz. Qué diferente actitud a la de aquel mensaje evangélico de Jesús echando a los mercaderes del templo. En fin, es lo que hay.