¿por qué tiene nadie que ahogarse en el Egeo si esos pocos kilómetros entre el puerto de Esmirna y la isla de Lesbos se pueden hacer cómodamente en un ferri, a 15 euros el pasaje? 3.700 personas murieron así en 2015, cruzando por esa estrecha franja de mar la frontera entre Turquía y Grecia, en las balsas de las mafias que trafican -a mil euros por persona- con los refugiados que vienen en busca de un futuro mejor. ¿Por qué Europa, sus gobiernos y sus policías, no facilitan un tránsito seguro a tantos miles, y dejan la papeleta a la empobrecida Grecia o a la desbordada Italia, ante la llegada masiva de personas desde Siria, Afganistán, Irak o Somalia? Éstas y muchas otras preguntas se disparan al ver el reportaje que han traído Unai Beroiz, Daniel Burgui y Luis Carmona, los tres fotoperiodistas navarros que se fueron para allá en noviembre y que acompañaron la ruta de los refugiados en su camino por Grecia, Macedonia y Serbia hasta Austria y Alemania. Su trabajo muestra el trato dado por Europa a miles de desplazados por las guerras y los conflictos: el paso de cada frontera, el riesgo, la tensión de viajar con lo puesto, el hacinamiento en campos. El relato no puede ser más pertinente, ahora que la ciudadanía europea empieza a reaccionar ante la vergonzosa conducta de quienes timonean nuestros gobiernos. Hablo de la campaña Pasaje seguro para los refugiados, que mañana reclamará en toda Europa una respuesta humanitaria que incluya, trato digno y justo, rutas seguras en Grecia y en toda Europa, visados humanitarios, acceso diplomático al asilo y el fin de las miles de devoluciones ilegales. “Llevamos meses viendo cómo salen un rato en la tele y luego desaparecen -insisten los reporteros- pero son ya un millón de personas las que han llegado y las tenemos aquí. Son como nosotros, no podemos mirar hacia otro lado”.