Jaime Ignacio del Burgo le exige al artista José Ramón Urtasun que se disculpe por los daños morales causados por su exposición Navarra 1936 sobre la Guerra Civil, porque muestra a su padre Jaime del Burgo como “uno de los ‘matones’ sobre los que recae la responsabilidad de los crímenes perpetrados en Navarra”. También exige que reconozca los hechos, se comprometa a retirar un texto y un cuadro y que, si no lo hace, le interpondrá una querella criminal por calumnias e injurias. Sin embargo, el pintor y activista del Autobús de la Memoria defiende su trabajo y niega que en sus obras estén ni el padre ni el hijo que, según Del Burgo, está representado en uno de los cuadros: “Es una prototípica familia burguesa de Pamplona heredera del franquismo, pero nunca he afirmado que se trate de nadie en concreto”, dice Urtasun.
Parece que ni el trabajo de los historiadores de la recuperación de la memoria, ni el de los activistas de su divulgación, ni la propia exposición Navarra 1936, que lleva cuatro años de recorrido, han preocupado a la historia oficial hasta que en abril vistió el atrio del Parlamento de Navarra para recordar el 80 aniversario de la Guerra Civil. Eso, y las cerca de 4.000 visitas que recibió, fue lo que ha puesto en pie de guerra al PP y a UPN, para quienes “ataca a la monarquía y a la Iglesia”. Demandas judiciales contra la libertad de expresión, intentos de prohibir el arte que no cuenta la historia oficial, poner a los jueces a dilucidar si hay o no parecidos razonables? No es por dar ideas, ni más trabajo a los tribunales pero, para cambiar la historia, Del Burgo tendría también que llevar a juicio a los libros de historia, las fotos de la época, los testimonios directos, los investigadores y, si se descuida, hasta a la Wikipedia.